Sueño con un mundo donde las personas se detengan a escuchar de verdad. 
He visto cuánto sufrimiento nace de la soledad y del silencio. 
Aún no tengo un plan claro, pero estoy convencido de que algún día 
aportaré algo significativo para aliviar ese dolor. 

Patricio Varsariah.

Existe un extraño ritual que todos conocemos demasiado bien.

noviembre 21, 2025
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Porque sacrificamos nuestra salud para ganar dinero. Luego sacrificamos el dinero para recuperar la salud. Y después, estamos tan ansiosos por el futuro que no disfrutamos del presente; el resultado es que no vivimos ni en el presente ni en el futuro; vivimos como si nunca fuera a morir, y luego morimos sin haber vivido realmente.

Pasamos la primera mitad de la vida esforzándonos al máximo. Luego, al llegar a los cuarenta y tantos y más allá, intentamos deshacer el daño que le hemos hecho a nuestra salud. Este ciclo aterrador nos resulta demasiado familiar.

Sacrificamos la salud para ganar dinero. Cambiamos el sueño por el estrés. Nuestro cuerpo paga las consecuencias. Luego envejecemos y las cosas empiezan a fallar. Luego sacrificamos ese dinero ganado con tanto esfuerzo para recuperar la salud que acabamos de destruir. 

Compramos suplementos caros y tratamientos médicos para mejorar nuestro cuerpo. Gastamos una fortuna para reparar el cuerpo que dañamos trabajando para conseguir esa fortuna. Es un círculo vicioso.

Sabemos que no es lo mejor. Simplemente no lo hacemos. Porque las expectativas futuras nos impiden centrarnos en el presente. Así que nos presionamos demasiado para hacer más. Estamos tan ocupados buscando certezas para nuestro futuro que nos saltamos el único tiempo que realmente tenemos: el ahora. 

Haces planes para que tu yo futuro sea mejor en las cosas que ahora no logras hacer. Mientras tanto, tu yo presente solo intenta no derrumbarse. No vives en el presente porque estás ansioso. No vives en el futuro porque aún no es real. Vives en un limbo vago y estresante. El "purgatorio" de la vida. Y nos convencemos de que tenemos todo el tiempo del mundo.

Hasta que, de repente, ya no lo tenemos.

Vivimos con una especie de inmortalidad funcional. Posponemos la alegría. Retrasamos intereses que podrían ayudarnos a fluir con la vida. La ironía reside en que esta negación de la brevedad de la vida es lo que desperdicia la vida y el tiempo que queremos conservar. Simplemente existimos, ocupados, tal vez incluso exitosos, pero sin haber vivido realmente. Sin haber disfrutado jamás del simple hecho de estar vivos.

Nuestra relación con el tiempo no funciona. Quienes olvidan el pasado, ignoran el presente y temen al futuro tienen una vida muy breve y llena de ansiedad.

¿Estoy viviendo o simplemente existiendo, preparándome para la vida que tal vez nunca tenga? 

Intento conscientemente dejar de vivir en piloto automático. Quiero poder prestar atención a lo que hago. Al fin y al cabo, cómo vivo es cómo empleo mi tiempo. 

Gánate la vida, pero no te agotes por ello. Planifica el futuro, pero no descuides el presente. Vive como alguien que sabe que el tiempo no es infinito. Cuida tu salud con sabiduría. Invierte lo que ganas en cosas que importen para tu presente y tu futuro. Y, por favor, vive la vida al máximo.

Estamos tan ansiosos por el futuro que no disfrutamos del presente, es la esencia misma de nuestra existencia. La mente está tan centrada en lo que haremos después que, si no tomas el control conscientemente, siempre te robará la paz del presente. 

Nos preocupamos por el futuro como si la preocupación fuera a resolver la vida que aún nos queda por vivir. Como si, si nos estresamos lo suficiente hoy, mañana nos recompensaría con una vida mejor. La ansiedad no trae nada bueno.

El futuro siempre ha sido un esbozo mental, no un lugar. Y con el pasado pasa lo mismo. Son solo recuerdos que vamos reorganizando. Experiencias que a veces deseamos desesperadamente cambiar. Pero no podemos. Lo único que tienes es el presente. Esta realidad. No la siguiente. Ni la pasada. 

Sé más consciente de este ciclo. Tu salud es la base de todo. Invierte en pequeñas acciones que te permitan vivir el presente. Sal a caminar para sentir y ver todo lo que te rodea. Di no a los compromisos que te agotan. Y sí a algo que te asusta. Trabaja para vivir. No vivas para trabajar. 

Vive como si estuvieras aquí. Porque lo estás. Elige la presencia en lugar del pánico. Si estás deprimido, vives en el pasado. Si estás ansioso, vives en el futuro. Si estás en paz, vives en el presente.

El mundo está diseñado para este ciclo. Te vende la enfermedad y luego te vende la cura. Se beneficia de tu ansiedad. Por lo tanto, vivir al margen de ello es un acto de rebeldía deliberado y cotidiano.

Toma mayor conciencia que debemos elegir conscientemente. Vivir de verdad es sentir la realidad de tu propia vida, en tiempo real, sin el filtro de para qué se supone que debe ser.

La rutina es cómoda. Es familiar. Salir de ella es incómodo e incierto. Pero es el único lugar para experiencias que te hacen sentir vivo. Tienes un cuerpo. Una mente. Un extraño e impredecible lapso de años. Inviértelos en experiencias que realmente notes. Inviértelos de maneras que tu yo futuro no lamentará. 

El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que intercambias por ella. La verdadera tragedia no es morir. Es darte cuenta de que nunca viviste. Vive tu vida con convicción.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Viviendo en un pueblo donde se cultiva la vida.

noviembre 21, 2025
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Pasamos años persiguiendo la “buena vida” en las ciudades: la velocidad, el brillo, el ruido disfrazado de progreso. Pero en algún punto de esa carrera olvidamos hacernos la pregunta más importante:

“¿Dónde quedó la vida que sacrificamos para sobrevivir?”

La vida urbana está diseñada para convertirnos en consumidores. Consumimos tiempo en el tráfico, energía en los plazos de entrega, dinero en la presión del estilo de vida.

Consumimos alimentos envasados, aire contaminado, agua filtrada, experiencias artificiales… hasta que incluso nuestra salud se transforma en un servicio que compramos en hospitales.

La ciudad te da todo, menos lo que de verdad importa.
La ciudad te vuelve dependiente de sistemas que no controlas.
Todo está en oferta. Todo tiene un precio.

Y aquí surge la mayor ironía: lo que en las ciudades es mercancía, en los pueblos es consecuencia natural de la vida.

En las ciudades se paga por:
• aire limpio
• agua pura
• alimentos orgánicos
• paz mental
• silencio
• tiempo
• comunidad
• incluso la luz del sol, en algunos lugares

Pero en los pueblos, todavía, estas cosas no se venden: se viven. El aire limpio es resultado de tener menos vehículos. El agua pura nace de tierras no contaminadas. Los alimentos frescos provienen de la agricultura cercana. La paz es fruto de una vida pausada. El tiempo surge de la sencillez. La comunidad nace de la convivencia diaria.

Las ciudades fabrican mercancías. Los pueblos cultivan la vida.

En las ciudades, la naturaleza es un destino de fin de semana. En los pueblos, es parte de la rutina. En las ciudades, la salud es un producto. En los pueblos, es un estilo de vida.

La gente de las ciudades sueña con la paz. La gente de los pueblos la vive.

Vivimos en la ciudad a toda prisa, solo para descubrir que lo que buscamos era silencio. Pasamos décadas tratando de ganar lo suficiente para “escapar de la presión”, sin darnos cuenta de que esa presión fue creada por el entorno que elegimos.

Cuanto más tiempo permaneces dentro del sistema urbano, más te consume. Para la ciudad, eres un mercado. Para el pueblo, eres un ser humano.

Y así regresa la pregunta, silenciosa pero poderosa:
¿Dónde está la vida?
¿En el concreto que te agota, o en la tierra que te sostiene?

Tal vez la felicidad no esté en ganar más, sino en necesitar menos.
Tal vez la paz no se encuentre en la velocidad, sino en la quietud.
Tal vez la vida no sea algo que perseguimos, sino algo que decidimos vivir.

La vida no se esconde de nosotros. Somos nosotros quienes nos escondemos de ella.

¿Dónde está la vida? Está donde dejas de ser un consumidor y vuelves a ser humano.

Finalmente te pregunto: “¿Dónde encuentras tú la vida?”

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.


 

El poder, la verdad y la responsabilidad ciudadana.

noviembre 20, 2025

Mi llamado no es a rechazar ideas por su nombre, sino a evaluar con honestidad sus resultados.

A lo largo de la historia, algunas corrientes políticas que se presentan como “progresistas” o “socialistas” han prometido defender al pueblo, proteger a los más vulnerables y construir sociedades más justas. 

Sin embargo, en múltiples ocasiones esas promesas han servido como fachada para concentrar poder, limitar libertades y permitir prácticas corruptas. 

No es la etiqueta lo que define a un sistema, sino sus resultados concretos y la coherencia entre lo que se dice y lo que realmente se hace.

En este proceso, la gran víctima suele ser la verdad. Cuando la verdad se manipula o se oculta, la ciudadanía pierde la capacidad de evaluar, contrastar y decidir con libertad. 

Durante generaciones, se educó a los niños en el respeto a las instituciones, en los valores cívicos, en la responsabilidad y en el orgullo de ser buenos ciudadanos. Era un tiempo en el que la verdad, aun con sus matices, se podía reconocer con relativa claridad.

Con el paso de los años, distintos liderazgos políticos —no solo de una ideología— descubrieron que para mantenerse en el poder era útil debilitar las certezas colectivas, confundir al pueblo y erosionar los valores que sostienen una democracia sana. 

Repetir una mentira hasta que parezca verdad ha sido una estrategia conocida en diferentes regímenes del mundo, más allá de etiquetas.

Hoy vivimos en una época en la que distinguir la verdad de la manipulación se ha vuelto un desafío cotidiano. Se nos ha acostumbrado a priorizar los resultados inmediatos sobre los principios, como si todo se justificara con tal de alcanzar un objetivo. Pero cuando se sacrifica la integridad y se minimiza la importancia de los valores democráticos, el costo para la sociedad es enorme.

Los efectos de modelos políticos que concentran poder y marginan los contrapesos institucionales están a la vista: corrupción, desigualdad, abuso, deterioro moral y pérdida de confianza social. 

Cuando quienes gobiernan se blindan con discursos que parecen nobles pero que no se reflejan en sus actos, los ciudadanos quedan desprotegidos. Y una democracia sin vigilancia activa, sin controles y sin transparencia, termina debilitándose hasta el punto de ser presa fácil del autoritarismo.

Por eso es tan importante cuidar la verdad. No como un concepto abstracto, sino como un pilar indispensable para preservar la libertad, la justicia y la convivencia. 

Cuando la verdad se distorsiona, el país entero pierde su rumbo y se vuelve vulnerable a quienes ven en el poder una oportunidad de beneficio personal, no un servicio a la comunidad.

Ante este panorama, la oposición —cualquiera que sea su signo político— debe actuar con una integridad proporcional al daño que pretende corregir. Debe ser honesta, democrática, transparente y firmemente comprometida con la libertad, no solo en el discurso sino en la práctica. Porque una oposición que también sucumbe a la tentación del poder o a los discursos cómodos deja de ser una alternativa real y se convierte en parte del mismo problema.

El llamado no es a rechazar ideas por su nombre, sino a evaluar con honestidad sus resultados. Muchas propuestas que suenan atractivas en teoría han demostrado ser perjudiciales en la práctica cuando se convierten en excusa para acumular poder y debilitar la democracia. 

Una ciudadanía informada y crítica es el mejor antídoto ante cualquier intento de manipulación, venga de donde venga. Leer, pensar, cuestionar, comparar y dialogar con uno mismo son actos profundamente democráticos. Nos permiten comprender más allá de la propaganda, desarrollar empatía, fortalecer la creatividad y construir una opinión propia. 

No hay libertad sin reflexión personal, ni democracia sólida sin ciudadanos que se atrevan a preguntar:

¿Lo que me prometen coincide realmente con lo que veo? ¿A quién benefician las decisiones tomadas? ¿Se están respetando la verdad, la transparencia y la libertad?

Que cada uno, con calma y autonomía, pueda encontrar sus propias respuestas. Solo así se construye un país libre y consciente.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.


 

Cuando la vida se simplifica, el corazón despierta.

noviembre 20, 2025
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De niño, siempre imaginé que, al crecer, ayudaría a los demás. Pensaba que la vida me haría fuerte, capaz y generosa. Pero crecer no fue como lo imaginaba.

Cuando llegó la COVID, mi trabajo, como el de muchas personas, sufrió una gran pérdida y mi vida cambió de la noche a la mañana. Los lujos desaparecieron, las rutinas se modificaron y, de repente, tuve que aprender a vivir con menos.

Pero en esos tiempos difíciles aprendí algo invaluable: la vida no depende de los lujos y la felicidad no proviene de las marcas.

Vivimos intentando impresionar a los demás con tanta frecuencia que olvidamos que podemos ser felices con mucho menos. Perder la comodidad me enseñó a valorar el riesgo, a comprender lo frágil que puede ser la vida y a sentir más profundamente las dificultades ajenas.

Las adversidades tienen la capacidad de transformarte. Puedes dejar que te marquen o puedes dejar que te enseñen. Yo elegí aprender.

Poco a poco, me di cuenta de que la riqueza, la belleza, la inteligencia y el poder a menudo vuelven arrogantes a las personas. Cuando la vida se simplificó, vi las cosas con claridad. Comprendí quién nos amaba de verdad y quién solo amaba la comodidad que alguna vez tuvimos. Es la capacidad de sentir el dolor ajeno lo que transforma a una persona en un mejor ser humano, y la pérdida me abrió esa puerta.

Esos desafíos me ablandaron, me dieron estabilidad y me hicieron más agradecido. Empecé a ver la vida no por lo que me faltaba, sino por lo que aún tenía: familia, fortaleza, fe y un corazón que se negaba a enfriarse.

Y hoy… la vida es mejor que antes.

Recuperé la estabilidad, la comodidad y la paz, pero no volví a ser la misma persona. Me volví más sabio, más amable, más consciente de lo que realmente importa.

Aprendí que no se necesita lujo para vivir una vida plena. Se necesita comprensión, humildad y gratitud. Y ahora… siento que he aprendido a vivir mi vida.

Si en mis palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.

 

Es supervivencia disfrazada de éxito.

noviembre 20, 2025
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A veces miro a mi alrededor y me pregunto: ¿esto es realmente civilización?

Pagamos por existir, competimos por comer y obedecemos para sobrevivir.

Desde que nacemos, recibimos un contrato invisible: estudiar, trabajar, ganar dinero, gastar, repetir. Un paso en falso y te quedas atrás. ¿Libertad? Existe... pero solo si te la puedes permitir.

Perseguimos números —salarios, ahorros, posesiones— pero perdemos el contacto con la paz.

Lo llamamos progreso, pero lo único que hemos hecho es construir una jaula más bonita.

Y esta frase me impacta cada vez: «No es civilización. Es una prisión con privilegios de compra».

He visto gente atrapada en el tráfico durante horas, corriendo a trabajos que odian, solo para pagar una casa que rara vez disfrutan.

Compran fines de semana caros para escapar del estrés de la semana, solo para repetir el mismo ciclo.

Es supervivencia disfrazada de éxito.

Estamos atrapados en la comodidad, comprando distracciones para escapar de un sistema que nunca quiso que fuéramos libres, solo ocupados.

Pero la verdadera riqueza no se trata de tener más, sino de necesitar menos.

La verdadera libertad no está en los rascacielos; está en cielos abiertos, comida sana y tiempo que es verdaderamente tuyo.

Compra tierras de cultivo. Construye algo real. Genera un ingreso activo, no uno dependiente. Porque la paz no proviene de lo que ganamos…

Proviene de cómo vivimos. 

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con uno mismo.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Deja de esperar el estado de ánimo "perfecto" para vivir.

noviembre 20, 2025
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Cuando miremos donde miremos, las noticias nos hacen sentir que las cosas no mejoran, empezamos a derrumbarnos. La economía asusta a la gente. Tienen todo el derecho a temer al futuro. Todo lo necesario para vivir bien sube año tras año. Es absurdo. La gente teme tomar decisiones importantes porque siente que el mundo podría cambiar drásticamente en un instante. 

¿Deberías cambiar de trabajo? ¿Mudarte de ciudad? ¿Formar una familia? ¿Saldar tus deudas? ¿O acaso las cosas mejorarán?

Cuando las cosas van mal, tu cuerpo lo nota. Si el miedo se prolonga, este desactiva precisamente aquello que necesitas para construir una buena vida: la creatividad, la paciencia, la memoria, el amor propio y la capacidad de pensar a largo plazo. La sobreexposición frecuente a las hormonas del estrés tiene consecuencias. No puedes construir una vida si todo tu organismo está atrapado en modo de supervivencia. Incluso es posible que algunas personas tengan trabajos estables, buena salud, ahorros decentes y aun así se sientan miserables. Porque la seguridad no es lo mismo que la plenitud. Los seres humanos no prosperamos en el estancamiento. Necesitamos espacio. Necesitamos una vida que no parezca una carrera de obstáculos. Te mereces algo mejor. Todos nos lo merecemos.

La gente está cansada de esperar a que todo vuelva a la normalidad. La buena noticia es que no todo está fuera de tu control. Puedes negarte a fingir que esto es normal. Niégate a dejar que la cultura del ajetreo se convierta en tu propósito. Tu ambición no se mide por tu capacidad de soportar el sufrimiento. Recupera tu autonomía, toma las riendas de tu vida. No puedes vencer a un sistema corrupto a base de mucho esfuerzo. 

Las noticias se alimentan de tu miedo. Limita tus fuentes. Selecciona cuidadosamente la información que recibes. Tu salud mental depende de ello. Analiza tu energía. 

¿Qué tareas, qué personas, qué compromisos te agotan en lugar de recargarte? Define tu propio "suficiente". ¿Qué necesitas para sentirte seguro, para sentirte libre? Puede que sea menos de lo que crees.

Te mereces algo mejor. No algún día. No cuando la economía se estabilice. Ahora. En este preciso instante. Construye tu vida de manera que el modo supervivencia sea opcional, no obligatorio. Te sorprenderá el espacio que se abre cuando replanteas cómo inviertes tu vida. El futuro es aterrador. Tienes todo el derecho a estar aterrorizado. Pero no podemos dejar que ese terror nos paralice. Debemos usarlo como combustible para construir algo que realmente funcione para nosotros. Nadie te debe la normalidad. Tú sí. Es la verdad incómoda pero necesaria.

El sistema no se arreglará solo. Tenemos que encontrar nuestros propios caminos. Nadie se baña dos veces en el mismo río, porque ni el río es el mismo, ni la persona es la misma. El sistema ha cambiado. Tú has cambiado con él. No podemos regresar a una realidad que ya no existe. Esperar a que las cosas vuelvan a la normalidad es autosabotaje.

Esperar es caro. Te cuesta más que dinero; te cuesta tiempo y sufrimiento mental. Cuando nos resistimos al cambio, se llama sufrimiento. Pero cuando podemos soltarlo por completo y no luchar contra él, cuando podemos aceptar la incertidumbre de nuestra situación y relajarnos en su dinamismo, a eso se le llama iluminación.

Cuando las cosas se calmen… es una ilusión. Las cosas no se calman. La vida es una sucesión interminable de acontecimientos. Si esperas un horizonte claro, pondrás tu vida en pausa en vano. Esperar a que las cosas cambien es una rendición a cámara lenta. El mundo no te debe estabilidad. Te la debes a ti mismo. 

¿Cómo es una vida que funcione para ti? Si valoras la libertad, ¿qué pequeño acto de rebeldía puedes realizar hoy para reclamarla? El futuro es aterrador. Pero el miedo es una señal. Es la forma ancestral de tu cuerpo de decirte: «¡Presta atención! Tu miedo es un catalizador para que la vida funcione según tus propios términos. Es la energía necesaria para la transformación».

No tengo todas las respuestas sobre cómo resultarán las cosas. Pero quedarse de brazos cruzados no funciona. Estoy construyendo mi vida activamente en este momento, en esta "normalidad incierta". Es la única manera de vivir. Hago lo que puedo con lo que tengo.

He aceptado lo que está sucediendo, pero estoy haciendo mi parte para superarlo. Debo seguir adelante. La vida seguirá conmigo o sin mí, de cualquier manera. Pero yo elijo mi propio ritmo. Así es como sigo adelante. No dejes que la incertidumbre sea una excusa para la inacción. Recupera el control. No puedes controlar lo que hacen los políticos influyentes, ni cómo evolucionará la economía. Eso está fuera de tu alcance. 

Pero sí controlas cómo inviertes tu tiempo en el trabajo, cómo ahorras, el ejercicio que haces y las conversaciones que tienes. Esa es la única libertad que importa. Tú eres responsable de tu respuesta. No malgastes energía en experiencias que escapan a tu control.

Concéntrate en los pequeños detalles prácticos del día a día que puedes cambiar. No digo que ignores la realidad, sino que la uses como ventaja. Empieza el curso. Desarrolla esa nueva habilidad. Dedícate a esa actividad paralela. No caigas en la trampa del "cuándo". Haré lo que me apasiona cuando tenga más dinero. Empezaré ese proyecto cuando tenga más tiempo. 

Tratamos a nuestro yo presente como meros contratistas para nuestro yo futuro, más merecedor. Es una forma brutal de vivir. 

La normalidad ha muerto. ¡Que viva lo que decidas hacer después! Esta es la vida "establecida". Este presente incierto y frustrante es la única realidad que tenemos. La inestabilidad no es una interrupción de tu vida; es tu vida.

El reto no es sobrevivir, sino habitarla. Hacer que "lo que es" funcione para ti. Y deja de buscar el camino de siempre. Deja de esperar el estado de ánimo "perfecto" para vivir. El estado de ánimo suele seguir a la acción, no al revés. Deja de esperar una hora perfecta e ininterrumpida para trabajar en ti mismo. Hay emoción en ser quien decide cómo es el camino ahora. Tienes capacidad de decisión. No la uses para luchar contra la incertidumbre. "La incertidumbre es la única certeza que existe, y saber cómo vivir La única seguridad reside en la inseguridad. En tiempos como estos, el destino no importa tanto como el impulso. El deseo de normalidad nace del miedo.

Queremos control. Queremos previsibilidad. Pero la estabilidad no es algo que se espera. Es algo que se construye en la vida, incluso cuando todo a nuestro alrededor se desmorona. Puede ser un proceso incómodo, pero nos pone al mando del rumbo de nuestra vida.

La “normalidad” pierde relevancia cuando podemos avanzar sin necesidad de permiso. Dejamos de esperar a que el mundo se calme y empezamos a recuperar la cordura mientras podemos. 

La gente está cansada de esperar a que todo vuelva a la normalidad. Yo también. Quizás el cansancio sea la etapa final de nuestro despertar. Basta ya de este circo. Trabajemos con lo que tenemos. La vida nunca ha sido normal. Siempre ha sido el presente. El objetivo es avanzar, más sabios y con menos paciencia con lo que no nos beneficia.

Aprende a bailar bajo la lluvia. O mejor aún, simplemente decide hacerlo. Camina bajo la lluvia. A tu propio ritmo. No te digo que te encante la lluvia. Te digo que compres un buen abrigo. Sé práctico. Adáptate. Los sistemas más resilientes no son los más fuertes, sino los más adaptables. Tú eres un sistema. Así que adáptate. Esto es todo. 

Así es la vida. La única manera de darle sentido al cambio es sumergirse en él, fluir con él y unirse al baile. Puede que el sistema haya agotado tu pasión por la vida. O tu cordura. Así que encuentra esa pequeña parte manejable que aún te interese y concéntrate en ella. Este es el verdadero trabajo. No esperes a que te salven.

No necesitas una gran meta que te dé sentido a la vida. Solo necesitas el siguiente paso. Dalo. Y construye algo, lo que sea, con lo que tienes o encuentras a tu alrededor. Esta es nuestra nueva normalidad. Es real y es nuestra. La espera ha terminado porque nosotros lo decidimos. No hay un «después de esto». Solo existe el ahora. Y este ahora, con toda su incertidumbre y preguntas sin respuesta, es el único lugar donde realmente podemos vivir. Es el único lugar donde podemos amar, trabajar y construir algo que importe. 

Deja de contener la respiración. Te está volviendo loco. El trabajo siempre será avanzar hacia un futuro tangible. Tu futuro. Aunque sea incierto. La acción es el antídoto contra la desesperación.

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con uno mismo.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

La calma de mi noviembre.

noviembre 19, 2025
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Cuando las noches se vuelven más frías en mi ciudad de los Países Bajos que tanto amo, el corazón empieza a escuchar a noviembre llega y se va en silencio, como un viejo amigo que ya no necesita llamar. El aire se enfría, los días se acortan y la luz se desvanece en tonos dorados y grises apagados. Es un mes que no habla con frases, sino con pausas: en el susurro de las hojas que caen, en el susurro de los vientos lejanos, en la calma que envuelve las calles vacías.

Siempre he sentido que noviembre no solo cambia la estación, sino que cambia la temperatura del alma. Hay un extraño consuelo en su quietud, una serenidad que te hace dejar de huir y, por fin, escucharte a ti mismo. Cuando el crepúsculo llega temprano y el silencio se prolonga, a menudo me encuentro sentado frente a la soledad, no como un intruso, sino como un compañero olvidado hace mucho tiempo.

Al principio, resulta incómodo, como reencontrarse con alguien a quien una vez amaste, pero de quien te alejaste. La soledad no discute; espera. Y cuando finalmente habla, pregunta en voz baja: 

¿Estás viviendo de verdad, o solo te mantienes lo suficientemente ocupado como para olvidar que no lo haces?

El frío de noviembre se filtra por las paredes y llega hasta el corazón, pero también ralentiza el tiempo, lo suficiente para que las emociones enterradas afloren. Empiezas a recordar rostros que se desvanecieron de tu vida, momentos que terminaron demasiado pronto y versiones de ti mismo que dejaste atrás en silencio. Hay cierta melancolía en ello, pero también belleza, porque sentir tan profundamente, incluso la tristeza, es prueba de que sigues siendo humano bajo el ruido.

Quizás por eso he dejado de temer al silencio. En un mundo siempre ruidoso, noviembre se siente como un permiso para descansar: para respirar, para sentir, para simplemente existir sin fingir. El susurro de las hojas se convierte en lenguaje. El frío se convierte en claridad. El silencio se convierte en verdad.

Ahora, cuando la soledad me visita, ya no le doy la espalda. Le sirvo una taza de té y la dejo quedarse un rato. Porque en su compañía aprendo cosas que antes no podía oír: que la soledad no es vacía, sino espacio; que el silencio no es ausencia, sino profundidad; que la sanación no siempre ruge, sino que a veces susurra suavemente con la brisa de noviembre.

Y cuando por fin llega diciembre —brillante, bullicioso, lleno de luces y risas— llevaré conmigo la calma de noviembre. Un recordatorio de que la quietud tiene su propia calidez, y que a veces las conversaciones más sinceras son las que tenemos con nosotros mismos.
Reflexión final: Tal vez por eso noviembre me duele y me abraza a la vez: porque me recuerda que, aunque yo me mueva, hay lugares que se quedan viviendo dentro de mí.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Especialmente dirigido a la Generación Z.

noviembre 17, 2025
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No abandones el camino antes siquiera de haber descubierto hacia dónde te puede llevar.

La vida, en sus momentos más duros, puede sentirse como un campo de batalla. 

Pero incluso en medio de la adversidad, también existe la posibilidad de transformarnos, de crecer y de encontrar significados que hoy quizás no imaginamos.

Muchas personas sienten el impulso de escapar: de la presión, del dolor, de un mundo que a veces parece indiferente o cruel. Y es comprensible. Cuando las cargas pesan, la mente busca salida.

Pero también existe otro tipo de valentía: la de quienes deciden quedarse, no porque todo sea fácil, sino porque intuyen que todavía hay algo más por vivir.

¿Habrá alguien que, aun temblando, decida mantenerse de pie?

¿Alguien que, en lugar de huir del mundo, se atreva a imaginar cómo podría cambiarlo?

¿Alguien que sienta que su historia todavía no ha dicho lo mejor de sí?

Quizás esa persona puedas ser tú. O quizás pueda ser yo.

Esto va especialmente para ustedes, Generación Z. En un tiempo donde la incertidumbre pesa y la tristeza parece extenderse, quiero decirles algo desde el corazón:

Quédense. Quédense un día más. Quédense hasta que llegue un rayo de luz, hasta que algo bueno vuelva a aparecer, porque suele hacerlo cuando menos esperamos.

Ustedes no son una generación perdida: son una generación despierta, sensible, consciente, capaz de ver las heridas del mundo… y también capaz de sanarlo.

No abandonen la historia antes de que llegue su capítulo más brillante.

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con  uno mismo.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah
 

Entre la Búsqueda de la Perfección Artificial y la Autenticidad de la Vida Real.

noviembre 16, 2025
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Una reflexión sobre cómo el progreso moderno nos aleja de aquello que realmente da sentido a la existencia.

Estamos rodeados de perfección artificial. La humanidad nunca debió perseguir el dinero a costa de su propia supervivencia.

Hubo un tiempo en que la vida era sencilla. Trabajábamos para vivir: para comer bien, dormir en paz y estar rodeados de personas que nos querían. Pero, en algún punto del camino, empezamos a vivir para trabajar. Cada mañana, millones de personas se despiertan no porque estén emocionadas por vivir un día más, sino porque tienen que pagar las facturas.

Desayunamos a toda prisa, nos quedamos atascados en el tráfico y pasamos el día mirando pantallas, vendiendo nuestro tiempo, nuestra salud y nuestra tranquilidad por números en una pantalla llamada salario.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero hemos olvidado cómo vivir. Lo llamamos crecimiento, pero ¿y si en realidad es una lenta autodestrucción?

El precio del “éxito”. Construimos junglas de cemento y las llamamos ciudades. Inhalamos aire contaminado y lo llamamos estilo de vida. Comemos alimentos procesados, envueltos en plástico, y lo llamamos comodidad.

Vivimos en habitaciones con aire acondicionado, desconectados de la luz del sol y de la tierra, y aun así nos preguntamos por qué nos sentimos inquietos y cansados todo el tiempo. El mundo moderno lo tiene todo, excepto equilibrio.

Se suponía que el dinero traería bienestar. En cambio, trajo ansiedad: el miedo a perder el trabajo, la presión por mantenerse al día, la competencia silenciosa de quién gana más, conduce mejor o se va de vacaciones más lejos.

He conocido personas que ganan cientos de miles de euros, pero no tienen tiempo para sentarse a cenar con sus padres. He visto empleados con seguros médicos de primera categoría que, sin embargo, sufren de insomnio, acidez y depresión.

Compramos membresías de gimnasio para reparar el daño causado por estar sentados todo el día. Vamos a retiros caros para desconectarnos de la vida que hemos construido. Corremos más rápido que nunca, en una dirección que no lleva a ninguna parte. ¿No es irónico?

Nuestra vida moderna parece limpia: oficinas desinfectadas, autos con aire acondicionado, agua embotellada. Pero bajo ese brillo yace la decadencia. Hemos eliminado la suciedad, pero también la conexión. Apenas tocamos la tierra, evitamos la luz del sol, comemos frutas que nunca maduran naturalmente y rociamos químicos para oler a “frescos”.

Estamos rodeados de perfección artificial: azulejos relucientes, fragancias sintéticas y sonrisas digitales; sin embargo, nunca nos hemos sentido tan alejados de lo real.
Limpiamos nuestros hogares, pero ensuciamos nuestro planeta. Nos desinfectamos las manos, pero contaminamos nuestros ríos. La triste verdad es que nuestras vidas parecen perfectas por fuera, pero vacías por dentro.

La pobreza real. La verdadera pobreza hoy no es la falta de dinero, sino la falta de sentido. Ganamos más, pero nos sentimos menos vivos. Tenemos acceso a todo, pero la paz se siente como un lujo.

Hemos confundido la supervivencia con el éxito y la comodidad con la felicidad.
Una vida plena no se construye con dinero, sino con momentos que el dinero no puede comprar.

La humanidad nunca debió perseguir el dinero a costa de su propia supervivencia. Porque, cuando los alimentos se cultivan con veneno, el agua se vende en envases de plástico, los bosques se convierten en terrenos inmobiliarios y la vida se transforma en una carrera, ningún dinero puede comprar lo que se ha perdido.

Creamos riqueza destruyendo aquello que le da sentido a la vida.

Quizás el camino a seguir no sea más innovación, sino recordar. Recordar cómo vivir despacio. Cómo cultivar nuestros alimentos. Cómo sentarnos en silencio. Cómo cuidar nuestro cuerpo, no solo adornarlo. Cómo encontrar la alegría no en el consumo, sino en la conexión.

No necesitamos rechazar el dinero; solo necesitamos recordar su propósito. El dinero fue creado para servir a la vida, no para reemplazarla. Cuando el dinero se convierte en la meta, la humanidad se convierte en el precio. Porque, al final, sobrevivir no se trata solo de respirar, sino de ser humano.

Limpiamos nuestras ciudades, pero ensuciamos nuestras almas. Ganamos riqueza, pero perdimos bienestar. El verdadero progreso de la humanidad comienza cuando empezamos a valorar la vida por encima del estilo de vida.

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con  uno mismo.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Como salir del estancamiento mental.

noviembre 16, 2025
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No estás estancado/a. Simplemente estás aferrado/a a un patrón de comportamiento porque te ayudó en el pasado. Ahora es el momento de evolucionar.

Tu vida actual es un reflejo perfecto de tu forma de pensar pasada. Tu vida futura será un reflejo perfecto de tu forma de pensar actual. Cambia tu forma de pensar, cambia tu vida. 

La gente no cambia porque el cambio se siente como una pérdida. Pierdes la certeza, las viejas rutinas reconfortantes, la dosis de dopamina e incluso a las personas. Así que te quedas donde te resulta familiar, convenciéndote de que estás "estancado". 

Cuando en realidad, solo tienes miedo de salir de tu zona de confort. La verdad detrás de la transformación es demasiado difícil de soportar para la mayoría. La reprogramación, el dejar ir y la abstinencia emocional son demasiado aterradores como para intentarlo. Superar tu antigua vida es difícil. Y requiere más que fuerza de voluntad.

Estas frases transformadoras pueden ayudarte a salir del estancamiento para volver a empezar. Crecer es recordar quién eras antes de que el miedo y los patrones de supervivencia se apoderaran de ti. Crecer te costará toda tu orientación. Pero el nuevo camino vale la pena.

No estás estancada. Simplemente estás aferrada a un patrón de comportamiento porque te ayudó en el pasado. Ahora es el momento de evolucionar.

No estás rota, simplemente estás atrapada en un círculo vicioso de comportamientos erróneos. Los hábitos que antes te protegían ahora pueden estar frenándote. Quizás aprendiste a desconectarte emocionalmente porque te mantenía a salvo. O te volviste hiper- independiente porque no podías confiar en nadie.

Esos patrones funcionaron en algún momento. ¿Te siguen sirviendo? Probablemente no. El cerebro se reconfigura mediante la repetición. Hábitos, creencias y mecanismos de defensa, todos fortalecidos por la experiencia. Cuando repites algo lo suficiente, se convierte en tu "modo predeterminado" de vivir. Una forma de vida.

Una memoria muscular que puede estar haciéndote más daño que bien.

Así que no, no estás "atrapada". Eres fiel a viejos patrones. Puedes elegir reconfigurarlos. Es terriblemente incómodo porque tu cerebro los interpretará como peligro. Pero la incomodidad no es peligro; es tu cerebro intentando reconfigurar nuevos patrones. Con la práctica suficiente, estarás operando con un nuevo conjunto de comportamientos. La solución es la consciencia, además de pequeños cambios constantes.

El universo no te castiga ni te bendice. Simplemente responde a la vibración que emites. 

La energía no es nada místico. Es tu tono de voz, tu postura, tus micro- expresiones y tu autoconcepto. Todo es contagioso y envía señales a diario. Las neuronas espejo del cerebro se sincronizan literalmente con los estados emocionales de los demás.

Por eso, una persona ansiosa genera tensión en el ambiente. O por eso las personas tranquilas o carismáticas tienen un efecto positivo tan grande en los demás. Tu vida refleja tu mentalidad. Eres la energía que irradias.

Pero puedes reprogramar tu frecuencia emocional. Esto significa menos quejas y lamentos, y más gratitud y capacidad de acción. El universo no castiga ni bendice. Refleja. Se abren puertas que siempre estuvieron ahí. Simplemente no podías verlas. Cambia tu frecuencia de reactiva a proactiva, de víctima a creadora, y actúa en consecuencia.

Tu vida actual es un reflejo perfecto de tu forma de pensar pasada. Tu vida futura será un reflejo perfecto de tu forma de pensar actual. Cambia tu forma de pensar, cambia tu vida. 

Esto es vergonzosamente cierto.

La mente crea la realidad. Para bien o para mal. Ves lo que esperas ver. Si crees que la vida está en tu contra, tu cerebro resaltará cada prueba que lo demuestre. Si crees que las oportunidades están por todas partes, se aplica el mismo principio: empezarás a detectarlas.

Tu cerebro filtra muchísima información cada día.

Pero tus creencias deciden qué llega a tus pensamientos más profundos. Lo preocupante es que la mayoría de la gente no piensa; repite. Los mismos bucles emocionales, el mismo diálogo interno, el mismo resentimiento latente disfrazado de realismo. Puedes cambiar tu vida interrumpiendo el proceso de filtrado mental.

Puedes reemplazar "Siempre voy atrasado" con "Estoy avanzando a mi ritmo". Una vez que tu lenguaje interno cambia sobre cualquier cosa, tu vida exterior cambia con él.

Tu nueva vida te costará la anterior. Te costará tu zona de confort y tu rumbo. Te costará relaciones y amistades. Te costará ser querido y comprendido. No importa. Las personas que están destinadas a ti te encontrarán al otro lado. Construirás una nueva zona de confort en torno a las cosas que realmente te impulsan hacia adelante. 

Prepárate para pagar el precio. El cambio destruye puentes. Los que te llevan de vuelta a tus viejos hábitos, tus antiguas fuentes de validación, tu antigua autoimagen. Te sentirás perdido porque tus patrones internos han cambiado. Así se siente la reinvención.

Tu nueva vida le cuesta a la anterior. Pero permanecer igual cuesta aún más. Cuesta potencial, paz y crecimiento. Vas a pagar de cualquier manera. Mejor opta por la auto evolución.

No tienes ninguna obligación de ser la misma persona que eras hace 5 minutos. Se permite superar a las personas, a las versiones de uno mismo y a líneas temporales enteras. Crecer significa, literalmente, expandirse. La identidad no es fija.

La renovación del autoconcepto es posible. A medida que creces, tu identidad interna también debe evolucionar. 

Si te aferras a una versión de ti mismo durante demasiado tiempo, detienes tu proceso de autodescubrimiento. 

La vida es un proceso de transformación, una combinación de estados por los que debemos pasar. El error radica en querer elegir un estado y permanecer en él. Esto es una forma de muerte.

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con con uno mismo.

Que hoy traiga paz a tu corazon, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

El verdadero amor no se busca, se construye con valores y respeto.

noviembre 10, 2025
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El amor verdadero no aparece de la nada ni se encuentra por casualidad. Se construye paso a paso, con paciencia, respeto y decisiones conscientes. No se trata de buscar a alguien que nos complete, sino de compartir el camino con quien comprenda el valor de la lealtad, la paz y el crecimiento mutuo.

Todos buscaremos algún día a una persona con quien compartir el resto de nuestra vida plenamente. 

Espero que este escrito te ayude a encontrar a la persona ideal.

Cuando pensamos en elegir pareja, solemos empezar buscando lo que tenemos en común. Por ejemplo:
¿Qué aficiones compartimos?
¿Nos gusta la misma música o películas?
¿Tenemos intereses o sueños en común?

Pero la verdad es que muchos se dan cuenta demasiado tarde de que los intereses comunes no construyen relaciones sólidas. Estos solo facilitan la conversación al principio, pero no garantizan profundidad emocional, paz ni felicidad a largo plazo.

Primero, define lo que no toleras. Antes de buscar similitudes, haz una lista clara de lo que no aceptarás bajo ninguna circunstancia. Esto podría ser:
Hábitos adictivos (alcohol, juego, etc.)
Inmadurez emocional
Falta de respeto hacia las mujeres o las personas mayores
Deshonestidad
Pereza extrema
Problemas de ira o carácter controlador.

Si tu posible pareja tiene estas características, por mucha química o encanto que tenga, aléjate. No ignores las señales de alerta solo porque sientas conexión.

“Una buena relación se basa en dos cosas: apreciar las similitudes y respetar las diferencias”.

Tu paz futura es más importante que la emoción del presente.

¿Qué es lo que realmente pone a prueba una relación? No es tu canción favorita ni el amor compartido por viajar, sino cómo ambos afrontan las dificultades de la vida.
¿Cómo toleran los defectos del otro?
¿Cómo se comportan en los conflictos?
¿Pueden mantener la calma cuando el otro está enojado?
¿Pueden perdonar, apoyar y dar espacio al otro?

La vida les presentará muchos desafíos, como los financieros, emocionales y familiares. Vuestra capacidad para manejar estas diferencias determinará vuestra felicidad futura. Compatibilidad no significa compartir los mismos gustos; significa compartir los mismos valores.

Olvida la idea de la pareja perfecta. Busca a alguien que tenga:
Madurez emocional
Disposición a crecer
Respeto por tus valores
Amabilidad durante los desacuerdos
Paciencia ante el estrés

Ahí es donde crece el amor duradero.

Al final, no es la belleza ni la riqueza lo que sostiene una relación, sino la confianza, el respeto y la amabilidad.

Prioriza la paz sobre la pasión. Es fácil ser feliz al principio, pero la verdadera prueba es: ¿Pueden ambos ser amables en los malos momentos? ¿Pueden aceptar las diferencias permanentes? ¿Pueden manejar los conflictos sin ego ni evasión?

Una vida feliz no se trata de encontrar a la misma persona. Se trata de aprender a vivir en paz con alguien diferente.

El amor más grande no es el que enciende fuegos momentáneos, sino el que mantiene la llama en los días difíciles. No busques la perfección, busca la disposición a construir juntos. Porque el verdadero amor no se encuentra: se cultiva con valores, respeto y bondad cotidiana.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Una cosa es segura: la gente te juzgará. Es la naturaleza humana.

noviembre 10, 2025


En un mundo que se nutre de la comparación, el juicio y el ruido, es fácil perder de vista quiénes somos realmente. Desde el momento en que empezamos a forjar nuestro propio camino, existe presión: presión por demostrar nuestro valor, por encajar, por cumplir expectativas que tal vez nunca coincidan con nuestra verdadera esencia. Pero hay una verdad a la que vale la pena aferrarse: Sé tú mismo, los demás ya están ocupados.

Mereces vivir una vida auténtica. Sin explicaciones constantes. Sin pedir permiso. Sin apagar tu luz para que no brille demasiado para los demás. Y sí, está bien si la gente no te entiende. La mayoría todavía está intentando comprenderse a sí misma.

La ilusión de la aprobación. A menudo esperamos la aprobación del mundo exterior antes de tomar una decisión importante, comenzar un proyecto soñado o mostrarnos tal como somos. Pero si lo piensas bien, ¿por qué necesitamos esa aprobación?

No podemos esperar que los demás crean en nosotros si ellos mismos no creen. Cuando alguien duda de ti, suele ser porque duda de sus propias capacidades, sus propios sueños, su propio valor. Tu valor no disminuye porque alguien no pueda verlo.

No necesitas que todos entiendan o estén de acuerdo con tus decisiones. Tu vida no es una democracia; es un camino individual. Y tienes derecho a recorrerlo a tu manera.

Seamos honestos: vivir con autenticidad no siempre es fácil. Habrá momentos de soledad, momentos en que sentirás que recorres un camino que nadie más quiere tomar.

Pero la pregunta es: ¿Estás dispuesto a sacrificar tu esencia, tus sueños y tu chispa única solo para cumplir con las expectativas de los demás? Es mejor caminar solo que con una multitud que va en la dirección equivocada.

Mucha gente se conforma con una versión "segura" de la vida: predecible, socialmente aceptable, pero profundamente insatisfactoria. Cambian la aventura de vivir por la comodidad de encajar. Pero no tienes por qué hacerlo.

El juicio dice más de ellos que de ti. Ya sea que sigas tu corazón o a la multitud, una cosa es segura: la gente te juzgará. Es la naturaleza humana. La diferencia radica en que, cuando vives con autenticidad, al menos el juicio se centra en ser tú mismo y no en una versión diluida de ti.

Recuerda: cuando otros te juzgan, es un reflejo de sus propias experiencias, inseguridades y limitaciones, no de tu valía. Su opinión es un espejo de su mundo interior, no una medida de tu valor. Lo que otros piensen de mí no es asunto mío.

Si esperas permiso, esperarás eternamente- La vida es demasiado corta para estar preguntándote constantemente: "¿Qué pensarán?". La verdad es que siempre pensarán algo. Y si esperas la aprobación de todos antes de empezar a vivir, terminarás sin vivir nunca.

No necesitas permiso para ser quién eres. Date el permiso que has estado esperando. Empieza el proyecto. Ponte el atuendo. Di tu verdad. Reserva el billete. Construye el sueño.

Protege tus alas. Al final del día, tus sueños son las alas que te impulsan. Protégelas. Nutre tus sueños. No dejes que nadie —con sus dudas, miedos o críticas— las corte.
Cuando alguien te dice que no se puede hacer, refleja más sus limitaciones que las tuyas.

Estás aquí para vivir plenamente, no para empequeñecerte y adaptarte a la zona de confort de otros.

Así que vuela. Aunque tengas que hacerlo solo por un tiempo. Aunque otros no lo entiendan. Porque el cielo nunca debió estar abarrotado; debió ser vasto, abierto y listo para aquellos lo suficientemente valientes como para alzar el vuelo.

A veces basta una frase para recordarnos que no estamos solos. Vuelve a ella cuando necesites fuerza, calma o un respiro.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Cuando el capítulo en el libro de nuestra vida llegue a su fin.

noviembre 9, 2025


Al final, todos nos convertiremos en historias. Nada más importa. Ni nuestro saldo bancario. Ni el número de seguidores. Ni los títulos, trofeos o posesiones.

Cuando se cierre el capítulo de nuestra vida, las cosas que perseguimos durante años tal vez ni siquiera se mencionen de pasada en la memoria de alguien. Lo que perdurará es algo mucho más silencioso, mucho más profundo: cómo hicimos sentir a los demás.

Será la risa que compartimos con alguien bajo un cielo estrellado. La resiliencia que demostramos cuando la vida nos sepultó en el fango del fracaso. Las batallas silenciosas que libramos cuando nadie nos veía. La bondad que ofrecimos cuando no había nada que ganar.

Nuestros nombres tal vez se desvanezcan con el tiempo, pero nuestra historia —como un sentimiento en el corazón de alguien, una lección en el camino de alguien, o un recuerdo en el ocaso de alguien— perdurará.

La gente olvidará lo que dijiste, la gente olvidará lo que hiciste, pero la gente nunca olvidará cómo la hiciste sentir.

El mundo recuerda la humanidad, no el afán de superación Vivimos en una era que glorifica la velocidad. Medimos la vida en seguidores, en ingresos, en «me gusta». Pero esta es la verdad: el mundo no recordará tanto tu afán de superación como tu humanidad.

Cuando tu capítulo en el libro de la vida llegue a su fin, no te preguntarán qué tan rápido corriste, sino si corriste hacia algo significativo. Lo que haces por ti mismo muere contigo; lo que haces por los demás vive para siempre.

Preguntas que dan forma a tu historia. Cada día, la vida nos da una pluma y nos dice: «Escribe». La pregunta es: ¿Qué tipo de historia estás escribiendo ahora mismo? ¿Es una historia de afán desmedido o de propósito consciente? ¿Es una historia de codicia insaciable o de serena calma? ¿Es una historia digna de recordar… o solo otro capítulo anónimo perdido entre la multitud?

Haciendo tu historia hermosa. La verdad es que no podemos controlar la extensión de nuestra historia, pero sí su tono, su esencia, su significado. Podemos llenar nuestras páginas con: Actos de bondad que se extienden más allá de nuestra vista. Momentos de valentía en los que nos levantamos tras caer. Amor dado libremente, incluso cuando no fue correspondido. Integridad, elegir lo correcto en lugar de lo fácil.

Tu legado es cada vida que has tocado. Porque al final, el saldo de tu cuenta bancaria no perdurará por generaciones. Pero la calidez que brindaste, la esperanza que inspiraste, el ejemplo que viviste: eso sí.

Reflexión final: Llegará el día en que todo lo que quede de nosotros sea una anécdota que alguien cuente en una cena, o una lección que recuerden cuando la vida se ponga difícil. Así que haz que sea una historia digna de ser contada. Una historia que no solo apela a la mente, sino que conmueve el alma.

Porque al final, todos nos convertiremos en historias. Haz que la tuya sea inolvidable.
Intentemos dejar la Tierra mejor de como la encontramos. 

Gracias por leer. ¡Espero que hayas tenido un gran día! Y hayas escrito una pagina mas en la historia de tu vida.

Patricio Varsariah.
 

Las mentiras que nos criaron: despertar en un mundo programado.

noviembre 9, 2025


Como la mayoría, crecimos creyendo lo que nos decian, confiabamos en los medios y en las historias: trabaja duro y triunfarás, sigue las reglas y estarás a salvo, compra más y serás feliz. Pero cuanto yo más crecía, más me daba cuenta: nada de eso era cierto. Lo que nos vendieron no fueron verdades, sino mentiras envueltas en un envoltorio brillante. 

¿Y los sueños que nos ofrecían? Nunca fueron nuestros; fueron fabricados para mantenernos dando vueltas en círculos. Nos criaron con mentiras tan pulidas que parecían verdades. 

Desde los libros de texto escolares hasta los discursos políticos, desde la publicidad hasta los eslóganes en el trabajo, nos contaron historias que moldearon nuestra forma de pensar y de vivir. 

Estas mentiras no eran inofensivas; eran planes diseñados para mantenernos obedientes y predecibles. Y cuanto más las creíamos, más atrapados nos sentíamos. 

1. La mentira del crecimiento infinito: Nos dicen que las economías deben crecer eternamente. Pero los recursos de la Tierra son finitos. El crecimiento continuo no es prosperidad, sino destrucción disfrazada de progreso. No es rico quien tiene mucho, sino quien da mucho. 

2. La mentira de la libertad: La democracia se vende como un sistema que empodera al pueblo. Sin embargo, la mayoría de las opciones se reducen a dos preseleccionadas, respaldadas por las mismas corporaciones. A los oprimidos se les permite, cada cierto tiempo, decidir qué representantes de la clase opresora los representarán. 

3. La mentira del éxito: Estudia mucho, obtén un título, encuentra un trabajo y la vida te recompensará. Pero el sistema se nutre de la deuda, el subempleo y una economía donde el verdadero éxito está reservado para una pequeña élite. El miedo siempre ha sido su arma más poderosa. Se esconde en cada titular, en cada política, en cada advertencia que recibimos. El miedo nos mantiene a raya: miedo a perder el trabajo, miedo a salirnos del guion, miedo a alzar la voz contra el sistema. Una sociedad atemorizada no necesita cadenas; las construye ella misma. Y así es exactamente como mantienen el control. 

4. Miedo a la escasez: Nos hacen creer que no hay suficiente —ni dinero, ni empleos, ni recursos— cuando, en realidad, el problema es el acaparamiento y la desigualdad, no la escasez. El mundo tiene suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de todos». – Mahatma Gandhi 

5. Miedo a cuestionar: La disidencia se considera peligrosa. Desde las aulas hasta las oficinas, quienes cuestionan la autoridad son castigados, silenciados o marginados. El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión del conocimiento. 

6. Miedo a la inseguridad: Ya sea terrorismo, pandemias o colapso económico, el miedo se usa como una correa. Cuanto más miedo tienen las personas, más fácil es controlarlas. Los sueños que nos vendieron. Se suponía que los sueños eran nuestros: personales, salvajes y libres. Pero los sueños que perseguimos hoy no nacen dentro de nosotros; nos los inyectan. La carrera perfecta, el estilo de vida lujoso, el consumo sin fin: ninguno de estos son deseos naturales. Son ilusiones fabricadas, diseñadas para mantenernos corriendo como hámsteres en una rueda. Perseguimos, gastamos, nos sacrificamos, y al final, nos damos cuenta de que el sueño nunca fue real.

 7. El sueño del consumismo: La felicidad proviene de comprar más, poseer más, ostentar más. Sin embargo, más allá del placer momentáneo, el consumo a menudo nos deja con un vacío existencial. La publicidad es el arte de convencer a la gente de que gaste dinero que no tiene en algo que no necesita. 

8. El sueño del estatus social: La “vida perfecta” que se vende en las redes sociales —lujo, belleza, vacaciones y riqueza— está cuidadosamente fabricada para mantenernos persiguiendo ilusiones. 

9. El sueño de la jubilación: Trabajar como un esclavo durante 40 años, y solo entonces se puede “disfrutar de la vida”. Pero para cuando la mayoría llega a esa edad, la salud, la energía y la libertad ya se han perdido. Los hombres no dejan de jugar porque envejecen; envejecen porque dejan de jugar. Debemos preguntarnos: 

¿Quién se beneficia de estas mentiras, miedos y sueños? La respuesta es casi siempre la misma: quienes ya ostentan el poder. El reto de nuestra generación no es consumir más, sino ver con claridad. Rechazar las falsas promesas. Sustituir el miedo por la consciencia. Elegir sueños que nacen dentro de nosotros, no sueños que nos venden. 

Solo cuando dejamos de perseguir lo que nos vendieron, comenzamos a crear lo que realmente somos.
La verdadera libertad no se compra ni se vota: se conquista dentro.

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con uno mismo.

Gracias por leer.

Patricio Varsariah.

 

La delgada línea entre el ego y el amor propio.

noviembre 6, 2025


“La delgada línea entre el ego y el amor propio” resume perfectamente el alma del texto: es una reflexión íntima sobre los límites sutiles entre la defensa sana de uno mismo y la trampa del orgullo. Es claro, elegante y emocionalmente honesto — te invito a leer y, sobre todo, a reflexionar.

Últimamente he estado pensando en algo… cuántas veces confundimos el ego con la autoestima, y viceversa. Es una línea tan delgada, ¿verdad? Casi invisible. Solo te das cuenta de que la has cruzado… Cuando se trata del ego. El ego dice: «No te necesito». La autoestima dice: «Merezco paz».

El ego reacciona rápido. Es impulsivo. Quiere tener razón más que comprender. Es esa voz que dice: «No me escribieron, así que yo tampoco». Puro afán de dominio.
El ego busca la victoria. La autoestima busca el equilibrio. El ego dice: «No me rebajaré». La autoestima dice: «No me perderé». El ego es como un fuego que arde… parece poderoso, pero deja cenizas.

Cuando se trata de amor propio. El amor propio no necesita demostrar nada. No necesita dar explicaciones. Es elegir el silencio no por enojo, sino porque la paz interior importa más que las discusiones. Es establecer límites sin amargura. Es decir "no" sin culpa.

El amor propio es elegante. Sabe que la dignidad nunca se negocia… ni en el amor, ni siquiera en la amistad.

He aprendido que la verdadera fortaleza no reside en cuánto tiempo puedes luchar por quedarte, sino en la paz con la que puedes elegir irte cuando algo ya no armoniza con tu paz.

La diferencia entre ellos: El ego y el amor propio se visten de la misma manera… confianza… pero transmiten energías diferentes. El ego se yergue alto y rígido… para ser visto, para tener la razón, pase lo que pase. Quiere ganar, incluso si le cuesta la paz.
El amor propio se mantiene firme… no para demostrar nada, sino para conservar la paz. No solo por uno mismo, sino por ambas partes.

Y la verdad es que muchos no nos damos cuenta de cuándo nuestro amor propio se transforma lentamente en ego. Cuando el "me merezco algo mejor" se convierte en "soy mejor".

En ese momento perdemos la sensibilidad que nos hace humanos. Porque el verdadero amor propio es amable. No necesita menospreciar ni demostrar nada. Simplemente es.
Últimamente, intento detenerme un momento antes de irme... solo para preguntarme una cosa: "¿Estoy protegiendo mi paz o estoy protegiendo mi orgullo?"

Si la respuesta es paz, mantengo los pies en la tierra. Si es orgullo, lo dejo ir.

La vida es demasiado corta para dejar que el ego gane batallas que le hacen perder al corazón.

Aprender a distinguir entre proteger la paz y alimentar el orgullo es un acto de sabiduría silenciosa. Al final, no se trata de tener razón, sino de conservar la calma que nos sostiene por dentro.

Gracias por leer.

Patricio Varsariah.
 

Aprender a Ser el Cielo: Deja que la Tormenta Pase.

noviembre 6, 2025


No se calma una tormenta huyendo de ella. Se calma aprendiendo a permanecer en silencio en medio del trueno. La mayoría de las personas no le temen al silencio… le temen a lo que podrían escuchar dentro de él.

Vivimos en un mundo que premia el movimiento constante: los teléfonos vibran, la mente corre, y cuando todo se aquieta, entramos en pánico. ¿Por qué? Porque hemos olvidado cómo estar con nosotros mismos.

Últimamente he pensado en lo que significa aceptar la tormenta interior. No para controlarla, ni para ponerle nombre, sino simplemente para dejarla pasar. Cuando el ruido se disipa, la verdad suele resonar con más fuerza.

Recuerdo una noche, hace algunos años, durante un apagón. Sin wifi, sin música, sin notificaciones… solo la tenue luz de una linterna y el sonido de la lluvia contra la ventana. Al principio me incomodó. Mis pensamientos gritaban que estaba perdiendo el tiempo, que debía estar haciendo algo. Permanecer quieto y solo me parecía insoportable.

Pero con el paso de los minutos, la lluvia se convirtió en un ritmo, y algo dentro de mí empezó a calmarse. Sentí una paz que no venía de hacer, sino de simplemente ser. Mi mente se relajó, y mi cuerpo, aunque inmóvil, se sintió ligero. Entonces lo entendí: el silencio no era el enemigo, era el espejo que había estado evitando.

Cuando dejamos de huir, empezamos a ver lo que llevamos dentro: la ira, el miedo, el dolor, los sueños no expresados. Todo lo que escondemos tras el ruido.

Durante mucho tiempo pensé que la paz era sentirse bien todo el tiempo. Hoy sé que la paz no es ausencia de conflicto, sino la decisión de no luchar contra lo que está presente.

Acompañar la tormenta no es un signo de debilidad. Es un acto de confianza. Confiar en que las nubes pasarán, sin intentar controlar el cielo. Creemos que la claridad llega cuando todo se calma —cuando el trabajo se estabiliza, cuando el corazón sana, cuando el ruido se apaga—, pero la verdad es que muchas veces la claridad nace en medio del caos. Como un charco que refleja el cielo solo cuando la lluvia se ha calmado.

Así que, en lugar de huir de la incomodidad, siéntate con ella. Escucha lo que intenta decirte. Tal vez descubras que la tormenta no venía a destruirte, sino a purificarte.

Quédate quieto, pero no paralizado. La paz se encuentra en las pequeñas pausas. El mundo no dejará de girar cuando tú lo hagas… pero tu perspectiva sí.

Cuando aprendes a aceptar tu tormenta interior, descubres algo esencial: nunca fuiste el trueno ni el relámpago. Siempre fuiste el cielo que los sostenía.

Esta noche, si todo se siente pesado o ruidoso, silencia el ruido. Siéntate. Respira. Deja que la tormenta pase. Y verás lo mucho más liviano que se siente el mundo cuando dejas de huir de ti mismo.

Gracias por leer-

Patricio Varsariah.
 

Cuando dejas de aferrarte a los dramas de la vida.

noviembre 5, 2025


En la etapa madura de tu vida, Te das cuenta de que nada externo puede salvarte ni destruirte ya. Ni el trabajo, ni la relación, ni la aprobación que antes buscabas. Te encuentras con tu yo consciente en su totalidad, la versión transformada por la experiencia. Sin embargo, la madurez tiene un efecto secundario curioso. Empiezas a comprender por qué la gente actúa como actúa.

La ira, el miedo, la inseguridad. Todo cobra sentido cuando uno también lo ha vivido. La sabiduría que llega con la madurez te ahorra años de sufrimiento innecesario. Sigues queriendo y amando a las personas cercanas, pero sin aferrarte a ellas. Las dejas ser. Y no confundas ese nivel de comprensión con una aceptación pasiva de la vida. Es una claridad incomparable. 


Una realidad sin igual. Una lección de vida.

La sabiduría no se adquiere, se gana. A través de la experiencia, la repetición y el reconocimiento de patrones, se pueden trascender realidades que no se pueden controlar. Y también algunas repeticiones humillantes de nuestros errores. 

Aprender lecciones es un poco como alcanzar la madurez. No te vuelves repentinamente más feliz, rico o poderoso, pero comprendes mejor el mundo que te rodea y encuentras la paz interior.

La madurez es una perspectiva más amplia. Es la misma vida. Pero la realidad se percibe de forma diferente.

La madurez no significa dejar de luchar, sino cambiar aquello por lo que luchas. El paso del tiempo y la experiencia enseñan mucho más que el mero conocimiento. Sin sabiduría, cada problema se siente personal. El trabajo que no funcionó. Los contactos sociales que te dejaron de hablar. El plan que fracasó. Pero con la edad, te centras en la lección. Ya no te aferras a los dramas de la vida. Aprendes que el control es, en su mayor parte, una ilusión. 

Lo que sí puedes controlar es tu propia respuesta, tu energía, tu enfoque. Eso es todo. No puedes obligar a nadie a hacer lo que se espera de ellos. Y si no lo hacen, dejas de luchar contra la realidad que escapa a tu control. Empiezas a elegir tus batallas de otra manera. Ya no discutes con la gente solo para demostrar algo. Ya no buscas la resolución de problemas en los términos de otros.

Dejas de intentar arreglar lo que no necesita arreglarse.

No exijas que las cosas sucedan como deseas, sino desea que sucedan como suceden, y te irá bien, te lo menciono por experiencia propia. Tu nueva realidad implica que el universo ya no se siente tan hostil. Ves los problemas, pero eres lo suficientemente sabio como para no dejar que controlen tu vida. Eso es lo que realmente hace la sabiduría o la madurez: modera tus reacciones ante lo que está fuera de tu control. Te ayuda a construir una mejor relación contigo mismo.

Todo lo que nos irrita de los demás puede llevarnos a comprendernos mejor a nosotros mismos. Comprenderse mejor a uno mismo significa recuperar el control. 

La madurez te enseña cuándo hablar y cuándo callar, cuándo alejarte, cuándo preocuparte y cuándo dejar que las cosas se desmoronen. Sigues sintiendo, pero no te ahogas en las emociones. Te enseña a dejar de librar batallas que solo existen en tu cabeza, a dejar de tratar la vida como un examen que debes aprobar con la máxima nota. Empiezas a observar, a procesar y a seguir adelante desde la calma y la paz. Las mismas experiencias que antes te destrozaban ahora apenas perturban tu paz interior. 

Y la otra buena noticia es que la madurez no te hace superior a nadie, sino que te alinea mejor con la vida. Fluyes mejor. Ves diez pasos adelante por respeto a ti mismo. La sabiduría es el arte de ver las cosas con claridad sin necesidad de que sean diferentes. 

Tu paz interior no proviene de resolver los problemas de la vida, sino de comprender que la mayoría de ellos nunca te correspondieron resolver.

“Madurez” En gran medida depende de tu exposición a la vida, a sus experiencias y a las lecciones que aprendas de ellas.

La madurez mental y emocional es un tipo de crecimiento que te humilla y te sana a la vez. La vida es una larga lección de humildad. Muchas lecciones de la vida solo cobran sentido con la edad. No se puede enseñar la paz a alguien obsesionado con demostrar su valía. Solo se puede vivir lo suficiente para aprender que la calma no es la ausencia de problemas, sino el dominio sobre ellos. Y cuando finalmente lo logras, no buscas la paz. Eres la paz.

Y valoras las cuatro virtudes cardinales: sabiduría, justicia, valentía y templanza (o moderación). Has vivido suficiente drama y conoces los precios que ya no estás dispuesto a pagar. La paz que has alcanzado es sagrada. La proteges como si tu vida dependiera de ello. Encuentras la alegría en la sencillez, el respeto propio y la indiferencia hacia lo que hay entre la virtud y el vicio. 

No recibimos la sabiduría; debemos descubrirla por nosotros mismos tras un viaje que nadie puede hacer por nosotros ni ahorrarnos. No necesitas que todos te entiendan. En esta etapa, sabes qué experiencias merecen tu tiempo. Y cuando logras hacerlo sin perder la cabeza, has trascendido algo más grande que la edad. Has aprendido a vivir.

Al final, la madurez no es un destino, sino un modo de caminar por la vida. No se trata de tener todas las respuestas, sino de aceptar las preguntas con serenidad. Y cuando dejas de aferrarte a los dramas, descubres que la vida siempre estuvo de tu lado, esperándote en silencio, con los brazos abiertos de la comprensión.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Entre filtros y verdades: reflexiones sobre la vida en la era digital.

noviembre 4, 2025

En un mundo que todo lo comparte, elegir el silencio es un acto de rebeldía. Este artículo explora cómo hemos cambiado nuestra forma de vivir en la era digital y nos invita a volver a lo esencial: sentir, vivir y ser, sin necesidad de mostrarnos.

La vida más auténtica se vive en silencio, con profundidad y honestidad, incluso cuando nadie nos observa. A veces, la paz no se encuentra en compartir, sino en sentir.

Pero vivimos en una era donde la validación se mide en píxeles y la aprobación en “me gusta”. Entre filtros y hashtags, hemos perdido el contacto con la realidad.
Las redes sociales no solo cambiaron nuestra forma de vivir, sino también nuestra idea de cómo debería ser la vida.

Estas son algunas razones personales que me llevan a reflexionar sobre ello:
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1. Compararte con influencers
La comparación roba la alegría, pero las redes la han convertido en un hábito. Comparamos nuestras luchas reales con los momentos editados de otros. Recuerda: lo que ves no es la verdad, es una selección de imágenes. No te estás quedando atrás; simplemente estás viviendo una vida auténtica, sin filtros. No midas tu valor con el filtro de otra persona.
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2. Renunciar al trabajo para ser libre
Internet vende la libertad como un billete de ida, pero la verdadera libertad consiste en hacer lo que da sentido a tu alma. Irte no siempre significa liberación; a veces, quedarse es el acto más valiente. La libertad no es ausencia de trabajo, sino presencia de propósito.
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3. Viajar constantemente
El mundo glorifica el movimiento, pero la paz a menudo se encuentra en la quietud. Viaja para descubrir, no para presumir. No escapes de la vida; compréndela.
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4. El amor medido en regalos y viajes Hemos convertido el amor en una estética, un desfile de gestos y escapadas de lujo. Pero el amor verdadero no necesita pruebas, necesita presencia. El amor no se muestra: se siente.
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5. Vender cada detalle de la vida en línea Hemos olvidado cómo vivir sin documentarlo. No todo lo valioso necesita visibilidad; algunos momentos son demasiado sagrados para publicarse. Hay experiencias que se viven, no se muestran.
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6. Vivir con lujo significa éxito Confundimos comodidad con logro y lujo con felicidad. La paz interior, no el precio, define el éxito. Las almas más ricas viven las vidas más simples.
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7. Las fotos por encima de la experiencia
La ironía moderna: salimos a ver el mundo y lo miramos a través de una pantalla. A veces, la mejor foto es la que nunca tomas, porque estabas demasiado ocupado sintiéndola.
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8. De café en café por la foto perfecta
Antes, los cafés eran lugares de conversación; hoy son escenarios. No necesitas el rincón perfecto para un momento perfecto. La mejor historia empieza con una taza sin filtro y una charla sincera.
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9. Ajetreo y falsa productividad
Glorificamos el agotamiento, confundiendo el movimiento con el progreso. Pero el descanso también es avance. El crecimiento lento sigue siendo crecimiento.
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10. La cantidad de “me gusta” como medida de éxito
Permitimos que los números definan nuestras emociones. La felicidad no viene de una notificación. La verdadera alegría no se mide: se siente.
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11. Consumo excesivo
Nos ahogamos en “más”: más cosas, más tendencias, más demostraciones. El minimalismo no trata de tener menos, sino de necesitar menos. La plenitud vive en la sencillez.
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12. Cultura de las relaciones casuales
Confundimos conexión con química y placer con amor. Tocar cuerpos es fácil; tocar almas requiere valentía. El amor no se desliza: se construye.
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13. El lujo fingido
Posamos con marcas prestadas y vacaciones alquiladas solo para pertenecer. Pero la autenticidad siempre vale más que la apariencia. Lo real no pasa de moda.
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14. Estándares de belleza irreales
Los filtros han distorsionado lo natural. La belleza no está en la perfección, sino en la honestidad. Ser auténtico es el nuevo bello.
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15. La presión del éxito a los 25
Nos presiona un reloj invisible que nos dice que llegamos tarde. Pero el crecimiento no es una carrera. Floreces a tu propio ritmo.
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16. Productividad frenética
Vivimos obsesionados con optimizarlo todo. Pero no somos máquinas; somos humanos. A veces, no hacer nada también es un acto de sentido.
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17. Culpaciones de género
En vez de sanar juntos, competimos por ver quién sufrió más. El amor, el respeto y la empatía no son modas: son cimientos. La sanación empieza cuando termina la culpa.
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18. Glorificar el agotamiento
Hemos convertido el sufrimiento en medalla de honor. Pero no se puede dar desde un alma vacía.El verdadero éxito se siente ligero, no pesado.
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Reflexión final:

No todo lo común es normal. No todo lo viral es valioso. No todo lo que se ve es verdad. A veces, lo más auténtico está en lo invisible, en lo que no necesita mostrarse para existir.

Escrito con calma, para recordarnos que lo esencial no necesita mostrarse.

Patricio Varsariah.
 

El Karma: No Es Destino, Es Elección

octubre 31, 2025


Olvida por un momento lo que has oído sobre el karma. No le des tantas vueltas a la mística. En esencia, solo significa acción. Un ciclo de causa y efecto donde todo lo que haces, dices o piensas genera consecuencias. Es la ley de causa y efecto, la que ya conoces, pero con una profundidad más íntima: mis acciones tienen consecuencias, ahora y en el futuro.

Como dice el proverbio: “Eres libre de elegir, pero no eres libre de las consecuencias de tu elección.”

El karma no es destino. Es retroalimentación. Y lo que realmente importa es cómo la manejas. No es lo que te sucede. Es lo que sucede a través de ti. O, mejor dicho, cómo reaccionas ante lo que te sucede. Tu reacción interna, tus batallas emocionales, tus respuestas a la vida... Eso es karma. No las experiencias en sí, sino tu forma de responder a ellas.

No puedes controlar cómo te tratan los demás, pero sí puedes elegir cómo responder. Ese es tu único poder real. Ahí nace el karma: en tu reacción, no en el evento. Tu jefe te endosa una tarea de última hora. El evento, en sí mismo, es neutral.Tu reacción lo transforma. Puedes hacerlo con resentimiento, sintiéndote víctima. El karma que creas es estrés, enojo e impotencia. O puedes reconocer la molestia, respirar y verlo como un reto. El karma entonces se convierte en orgullo, eficiencia y calma.

Mismo evento, dos karmas distintos. Ahí es donde muchos se equivocan: se enfocan solo en la acción externa, y olvidan que la verdadera transformación ocurre dentro.

No es lo que te sucede, sino cómo reaccionas a ello lo que importa. La batalla que libras en tu mente determina la paz o la guerra en tu vida. El universo refleja tu estado interior. Si te mantienes cínico, verás pruebas de que la vida es una broma. Si te mantienes abierto, empezarás a notar pequeños milagros cada día.

Claro, reaccionar bien ante la vida no es fácil. Es mucho más sencillo culpar, quejarse o caer en una espiral negativa. Cuando las cosas van mal, la mente se rebela: “¿Por qué a mí? Esto no es justo.” Tal vez no lo sea. Pero, ¿qué tiene que ver la justicia con el crecimiento? Al karma no le importa tu comodidad; le importa tu conciencia. Cuando dejas de luchar contra la experiencia y comienzas a aprender de ella, la realidad cambia. No afuera, sino dentro de ti.

He tenido mi buena dosis de desafíos. Momentos en los que la vida parecía una broma pesada. Pero cada vez elegí no perder la cabeza. Cada vez decidí mantener la calma. No desapareció el problema, pero sí cambió mi relación con él. El karma me estaba preparando. El karma es la afirmación constante de la libertad humana. Nuestros pensamientos, palabras y actos son los hilos de la red que tejemos a nuestro alrededor.

Una mirada práctica. Cuando alguien te trata mal, ese es su karma.Tu respuesta, la tuya.Puedes reaccionar con violencia y perpetuar el ciclo, o puedes salirte de él. No se “gana” con la venganza ni con la autocompasión. Se gana eligiendo una respuesta más consciente cuando la situación exige reacción. Tu reacción siempre es tu karma. No es misticismo. Es humanidad. Me veo reflejado en cómo respondo, sobre todo cuando las cosas se complican.

“¿Qué energía quiero alimentar ahora mismo?” 

Esa es la pregunta que me hago cuando todo se tuerce. Porque nada sale siempre como se planea. Y es justo ahí cuando el karma se vuelve real. Es fácil ser espiritual cuando la vida va bien. La verdadera prueba llega cuando estás a punto de perder la cabeza. Cada arrebato, cada rencor, cada intento de represalia se vuelve contra ti. Tu yo del futuro, siempre te ruega que te calmes. Pero a veces estás demasiado enfadado para escucharlo.

“¿Pero estaba estresado?” No lo uses como excusa. Te arrepentirás antes del atardecer, quizá cinco minutos después. El karma no siempre tarda décadas; a veces es instantáneo. Es esa punzada en el estómago cuando sabes que actuaste desde el ego, no desde la verdad. El karma no se trata solo de moralidad. También es energía.

Cuando permaneces enfadado, la gente a tu alrededor lo refleja. Encuentras más motivos para seguir molesto. Pero cuando dejas de alimentar el drama, todo cambia. Puedes enfurecerte un momento, sí. Pero luego eliges. Esa elección —ese instante consciente— es karma en tiempo real. Reaccionar bien no es fingir calma. Es distinguir entre lo que merece tu energía y lo que merece tu silencio. Y casi siempre, el silencio gana.

No tienes que demostrar tu enojo. Deja que tu calma despierte la curiosidad de los demás. Cuando dejas de discutir con la vida, la vida deja de discutir contigo. No es solo sabiduría espiritual. Es física. Toda acción tiene una reacción. Pero cuando aprendes a responder, en lugar de reaccionar, cambias la ecuación.

El karma no tiene que ver con la justicia. Tiene que ver con la consciencia. Así que, la próxima vez que alguien ponga a prueba tus límites o la vida te presente un obstáculo emocional, recuerda: Cómo reaccionas es cómo vives.

Gracias por leer.

Patricio Varsariah.
Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con uno mismo.
 

La paradoja de la inmortalidad

octubre 28, 2025


La vida eterna siempre ha sido uno de los sueños más profundos de la humanidad. Desde la creación de dioses inmortales y la creencia en el más allá, con conceptos como el alma o la resurrección, hasta mitos de elixires y piedras que prometen derrotar la decadencia, como la Piedra Filosofal o la Fuente de la Juventud, e incluso en nuestra búsqueda moderna de la inmortalidad digital mediante la transferencia de la mente. 

Imaginemos que, un día, nuestros científicos descubren el secreto de la inmortalidad. Un medicamento capaz de mantener nuestros cuerpos sanos y fuertes para afrontar la eternidad. Se acaban las preocupaciones por el dolor, las arrugas y el deterioro. Podríamos vivir nuestra mejor versión, con todo el tiempo del mundo. Viajar sin cesar, dominar artes e idiomas, estudiar todo aquello que nos fascina. Suena maravilloso, ¿verdad? No del todo.

El primer problema, sorprendentemente ignorado en la mayor parte de la literatura, es práctico: la catástrofe ambiental que implicaría. El estilo de vida actual ya agota los recursos de la Tierra. Si las personas dejan de morir, pero continúan reproduciéndose, destruiremos el planeta y con él nuestro propio futuro. Misión cumplida: morimos sin arrugas.

El segundo problema es filosófico. Una vida infinita podría acabar en un profundo aburrimiento y en la pérdida de sentido. Aunque existan infinitas novedades, la repetición termina por apagar cualquier placer. Nada sorprendería a una criatura inmortal. Además, la idea de una eternidad dedicada a tomar café, leer clásicos, hacer deporte y viajar parece engañosa. La vida no está hecha solo de placer. También está moldeada por el dolor: soledad, injusticia, pobreza, violencia, enfermedades, catástrofes. Nada de eso desaparecería con la inmortalidad. ¿De verdad querríamos vivir todo eso para siempre?

Si llegas a los 80 años con lucidez y un cuerpo funcional, significa que has pasado décadas aprendiendo, fallando, creciendo, acercándote al ser humano que siempre quisiste ser. Y luego mueres. Eso es todo. Tal vez todo sea olvidado. Quizás por eso nos aferramos a la trascendencia, para creer que nada fue en vano. Pensamos que alguien recordará nuestras ideas un tiempo más, que nuestra existencia dejará alguna huella.

Quizás sea cierto que no vivimos lo suficiente. Quizás cincuenta o cien años más serían un regalo justo. La vida puede parecer breve para un mundo tan fascinante. Sin embargo, es precisamente la muerte lo que nos da urgencia, enfoque y profundidad. La muerte es la razón primordial de vivir.

Personalmente pienso que nosotros los humanos nos componemos de cuerpo y alma. El alma es la parte racional y espiritual de la persona, mientras que el cuerpo sirve como vehículo de la sensación. La muerte es la separación entre ambos: el cuerpo se descompone y el alma continúa hacia la eternidad. Aunque no todos crean en ella, yo sí creo en el alma y en su inmortalidad. Aprender a morir es aprender a vivir.

La serenidad de quien cree en el alma no solo proviene de la esperanza en la inmortalidad. También nace de la satisfacción de una vida bien vivida. Cuando uno cultiva justicia, libertad, prudencia, virtud y verdad, cuando se entrega a la reflexión en lugar de perderse en lo superficial, llega el momento final sin miedo. Quien ha vivido plenamente está dispuesto a morir.

La muerte es un proceso natural que todos compartimos. No importa cuán ricos o pobres seamos, todos perecemos. Nacemos desiguales, morimos iguales. La sociedad actual, obsesionada con optimizar el cuerpo y prolongar su funcionamiento, niega esa verdad. Escondemos la muerte en hospitales, la silenciamos en cementerios. Fingimos ser dueños de la naturaleza mientras la entropía avanza en silencio dentro de nosotros.

Al negar la muerte, perdemos el peso de nuestras decisiones y la responsabilidad sobre nuestro tiempo. Posponemos lo esencial y nos distraemos con deseos artificiales. Para vivir plenamente, necesitamos aceptar que todo, incluso lo más inesperado y enigmático, forma parte de nuestra existencia. Esa es la única valentía necesaria: la valentía ante lo desconocido.

La cobardía humana ha causado un daño inmenso. Hemos apartado de nuestra vida todo lo que no comprendemos: la muerte, lo espiritual, lo invisible. Nuestros sentidos para percibirlo se han atrofiado. Solo quien está dispuesto a todo y no descarta nada, experimenta la relación con el otro como algo vivo y, finalmente, vive su propia existencia en plenitud.

Aceptar la muerte no es resignarse. Es reconocer que no vinimos a conquistar la eternidad, sino a honrar el tiempo que se nos ha dado. La inmortalidad no nos salvaría, solo revelaría nuestra incapacidad para vivir. Quien no sabe morir tampoco sabe vivir. La verdadera grandeza humana no está en prolongar la existencia, sino en darle sentido mientras todavía late.

La muerte nos recuerda que cada instante puede ser el primero y también el último. Ese es el verdadero milagro. No consiste en durar para siempre, sino en arder mientras somos.

Gracias por leer. Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con con uno mismo.

Patricio Varsariah.
 

La vida es dolorosa y ridícula a la vez.

octubre 24, 2025


La vida no es menos dolorosa cuando das un paso atrás. Simplemente se vuelve menos seria. La vida es dolorosa y ridícula a la vez. Cuando estás en medio de ella, se siente trágica; pero si te detienes un minuto, de repente es tan absurda que da risa. Estando atrapado en el primer plano, todo se siente fatal.

Por eso me desapego del drama para ganar perspectiva. La distancia te recuerda que el dolor no es toda la realidad. Cuanto más vivo, más creo que la supervivencia se trata, principalmente, de encuadrar.

No puedes evitar el dolor, pero puedes replantearlo. No puedes detener los primeros planos, pero sí puedes elegir con qué intensidad los tomas.

Cuando todo se sienta insoportable, aléjate. Imagínate dentro de unos años. Aplica la regla 10/10/10: distribuye tus preocupaciones y ansiedades en tres periodos de tiempo. ¿Cómo me sentiré respecto a esto dentro de 10 minutos, 10 meses y 10 años?

En la mayoría de los casos, ni siquiera importará en cinco días. Ese enfoque te obliga a pensar más a fondo y con más inteligencia, en lugar de quedarte atrapado en la miseria. El primer plano es una trampa: tu cerebro insiste en que lo que estás viviendo ahora es tu experiencia definitoria. Pero el plano general cambia todo: negarte a tomarte demasiado en serio tu propio sufrimiento.

La vida siempre puede parecer una tragedia de cerca. Pero dale perspectiva, añade tiempo y, de repente, se convierte en una comedia. No te tomes todo tan en serio.

Todos lo intentamos, tropezamos y nos levantamos de nuevo: un grupo de humanos que se toman la vida demasiado a pecho y pierden la cordura en el proceso. La última vez que pensaste que tu mundo se acababa, sentiste que todo se derrumbaba a tu alrededor… y sobreviviste. Incluso podrías estar agradecido de que haya ocurrido. Esa es la perspectiva improbable en acción: empiezas a ver la vida menos como un apocalipsis.

Si no te ríes de muchos de sus factores estresantes, te ahogarás. La vida es demasiado impredecible como para invertir toda tu alma en las cosas que no importan. Puedes planificar y prepararte todo lo que quieras, pero no te obsesiones con los resultados por las razones equivocadas.

Tu derecho está en la acción, no en los frutos de la acción; que el resultado no sea tu motivo, ni tu apego la inacción. No te tomes las cosas —internas o externas— tan a pecho.

Cuanto más viejo me hago, más me doy cuenta de que casi nada gira en torno a mí. Todos intentan descifrar las cosas. No te quedes atascado en los detalles y te pierdas la vida.

La mentalidad de “apuesta arriesgada” es una forma de vivir. Tomar distancia te mantiene cuerdo. Deja de darle a la vida el drama que quiere. La vida parece trágica de cerca porque nos hemos sumergido demasiado en el drama. Dale tiempo. Añade distancia. Ajusta tu perspectiva. Y, de repente, te desconectas de todo.

El dolor no es permanente; es perspectiva. Cuanto más cerca estés del problema, más grande parece. Da un paso atrás para ver con claridad. Olvidamos que la comedia y la tragedia son dos caras de la misma moneda.

La diferencia está en la distancia. En el tiempo. En el contexto.

Una experiencia que una vez te destrozó puede convertirse en la razón por la que encontraste un nuevo camino que te entusiasma. Cada cicatriz puede transformarse en un recuerdo hilarante.

No me tomo la tragedia como algo personal, ni adoro la comedia de la vida. Simplemente sigo adelante, experiencia tras experiencia, confiando en que algún día las cosas tendrán sentido. O no. No importa. Lo importante son las historias que me cuento sobre lo que vivo.

El secreto de la vida es recordar que no estás atrapado en tus peores escenarios. Retrocede. Ríete de lo absurdo. Sigue adelante.

El objetivo no es evitar la tragedia, sino sobrevivirla. Sobrevivir lo suficiente para encontrar gracioso lo absurdo. No se encuentra el sentido de la vida en las realidades fijas, sino en la desesperación y la risa; en la cercanía y la distancia; en sentirse abrumado y aprender a soltar.

La vida es trágica, cómica y hermosa a la vez. Y divertidísima… si le das suficiente distancia.

Espero que mis palabras te hayan envuelto como un cálido abrazo. 

Gracias de verdad por leer hasta ahora. 

Patricio Varsariah.
 

La casa que habita en mí.

octubre 23, 2025


Quizá conozcas esa sensación de regresar a un lugar que alguna vez te supo de memoria. Donde las tardes se envolvían en tus pensamientos tranquilos y las mañanas olían a hierba mojada, con el sol posándose suave sobre las hojas.

El aire aún me recuerda.

Es el tipo de sitio que se siente como un abrazo que nunca se olvida, donde el silencio es amable y la soledad casi sagrada.Te sientas, y parece que el tiempo exhala.

Allí una vez lloré sin vergüenza, susurré mis sueños al cielo y me pregunté con honestidad:
—¿Cómo estás, realmente? — No la pregunta ligera del día a día, sino la que hunde sus raíces en la tierra del corazón, esperando una respuesta que solo el alma podría dar.
Ese lugar nunca me juzgó. Solo escuchaba.
El viento llevaba mis confesiones en el susurro de las hojas.
El viejo columpio del parque infantil, cerca de casa, chirriaba como si también recordara cada lágrima.
Los pájaros seguían cantando los mismos arrullos, y el horizonte aún se sonrojaba al filo del amanecer.

La vida me llevó lejos: nuevas calles, nuevos cielos.
Nuevo país, nuevo continente.
Guardé mis recuerdos en cajas invisibles, pero una parte de mí quedó allí, escondida entre los pétalos de los tulipanes, de mis rosas amarillas y de las flores.

Cuando regresas —meses o años después— el lugar no te recibe con sorpresa, sino con reconocimiento.
Como un viejo amigo que sonríe antes del saludo.
Te sientas, y el mundo empieza a desandar sus pasos.
Los momentos vuelven, suaves como una película antigua: te ves tras un desamor, te ves riendo sin razón, te ves mirando al cielo, buscando respuestas que aún no sabías nombrar.

Cada paso se siente como caminar entre ecos. La brisa trae fragmentos de quien fuiste, y el silencio se convierte en un puente entre el entonces y el ahora.Y descubres algo silenciosamente hermoso: no solo extrañabas el lugar. Extrañabas la versión de ti que encontró paz allí. Porque volver no es regresar: es reencontrarte contigo mismo, en la luz suave de lo que amaste y de lo que aún estás aprendiendo a ser.

Cuando volví a visitar mi casa, sentí que tocaba un capítulo que seguía respirando entre las paredes. En ella aprendí a conocerme, a entender mis altibajos, a disfrutar de mi propia compañía. Entre tulipanes, rosas amarillas, flores y vegetación, hallé mi santuario de calma.

Este escrito es para ese lugar —el que me acogió con ternura en cada una de mis versiones.

Gracias por leer. ¡Espero que hayas tenido un gran día!

Patricio Varsariah.

 

Amarse a uno mismo no es ser egoísta.

octubre 22, 2025


Déjame preguntarte algo… ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo solo para ti?

No para tu familia, ni para tus amigos, ni para parecer productivo, sino puramente para ti. Si te cuesta recordarlo, no estás solo. Incluso a mí me pasó lo mismo.

Pensaba que amarse a uno mismo significaba comprar cosas caras o publicar selfis bonitas con frases como "tiempo para mí". Sinceramente, me reía de la idea. ¿Quién tiene tiempo para amarse a sí mismo cuando hay estrés laboral, presión de social y gente a la que complacer?

Pero entonces la realidad me golpeó con fuerza. Estaba agotado, emocionalmente agotado y secretamente resentido.

Una noche, de repente, lo entendí… tal vez el problema no era que los demás no me valoraran, sino que yo no me valoraba a mí mismo. Esa simple revelación lo cambió todo.

Durante años, me llevé la insignia de "la persona confiable". La persona que siempre contestaba el teléfono. La que se quedaba despierto hasta tarde ayudando a los demás con sus problemas, incluso cuando mi propia vida se desmoronaba. Y, sinceramente, una parte de mí disfrutaba que me necesitaran; sentía que era una prueba de que importaba. Pero poco a poco, empezó a doler.

La gente esperaba que apareciera, pero rara vez me preguntaban cómo estaba. Me sentía invisible.

Una noche, estaba revisando mis escritos cuando me tope con una cita: "Enseñas a la gente cómo tratarte según cómo te tratas a ti mismo". Me detuve en seco. Porque en ese momento, me di cuenta de algo duro pero cierto... Había estado enseñando a la gente que mis necesidades no importaban.

Así que decidí cambiar esa lección. Y ese día me dije: "¡Ya basta! A partir de hoy, voy a priorizarme a mí mismo y no a los demás". Empecé con la práctica del amor propio. 

¿Qué hice? 

Permíteme compartir contigo las 8 lecciones que aprendí tarde en la vida sobre el amor propio

1. Los límites son respeto propio. - Durante mucho tiempo, pensé que decir "no" me hacía grosero. Pero cada "sí" que me obligaba a decir por culpa solo me amargaba. El día que rechacé un plan porque realmente necesitaba descansar, me di cuenta de que quienes se preocupan lo entenderán. ¿Y quienes no? Quizás nunca fueron amigos de verdad.

2. Descansar no es pereza. - Solía odiar descansar. Incluso acostado, mi mente susurraba: "Estás perdiendo el tiempo". ¿Lo has sentido tú también alguna vez? Pero entonces me pregunté... ¿acaso los teléfonos no necesitan carga? ¿Los autos no necesitan combustible? Si todo lo demás requiere recuperación, ¿por qué no los humanos? Descansar no es una debilidad, es mantenimiento. Así que hasta ahora descanso cuando mi cuerpo me lo indica.

3. Háblate con amabilidad. - Las palabras en tu cabeza moldean tu realidad. Mi voz interior solía ser cruel... "No eres suficiente. Llegaste demasiado tarde en la vida. Nunca lo lograrás". Ahora, intento hablarme a mí mismo como lo haría con mi mejor amigo. Amable, paciente, indulgente. Al principio se siente incómodo, pero poco a poco, la amabilidad reemplaza la crítica.

4. Celebra los pequeños triunfos. - Durante años, descarté las pequeñas victorias.
¿Terminar un libro? No es gran cosa. ¿Limpiar mi habitación? No cuenta. ¿Completar una escrito? Ya pasó. Pero la vida se compone principalmente de estos pequeños pasos. Aplaudirlos crea impulso. Cada pequeña celebración me susurraba: "¿Ves? Estás avanzando, bien hecho, Patricio.

5. Deja de comparar caminos. - La comparación es veneno. Cada vez que pasaba por las redes sociales me sentía atrasado. Pero la vida no es una carrera. Todos tenemos diferencias, lo que nos hace únicos a nuestra manera. Cuando dejé de comparar finalmente me sentí libre.

6. Perdónate por los errores del pasado. - El amor propio también significa enfrentar los fantasmas del pasado: los arrepentimientos, la culpa, el "Debería haberlo sabido". Sé que quizás tú también te lo hayas dicho. Durante años, cargué con ese peso. Pero un día, me dije: Te perdono. Estabas haciendo lo mejor que podías con lo que sabías en esa etapa de la vida. Esa simple frase desbloqueó un nuevo nivel de paz que no sabía que merecía.

7. El tiempo a solas cura, no es soledad. - Solía comparar la soledad con no ser deseado. Pero la verdad es que la soledad es sagrada. Leer, escribir o simplemente sentarme en silencio me dio una sensación de conexión conmigo mismo que ninguna multitud podría jamás.

8. Tu valor no se basa en la productividad. - La sociedad suele elogiar estar ocupado, y yo también empecé a creerlo. En los días en que no lograba nada, sentía que no era lo suficientemente bueno. Pero el amor propio me enseñó que mi valor no se trata de cuánto hago, sino de quién soy. Y de lo que siento y sé de mí mismo.

Finalmente, mi mensaje para ti:

El amor propio no se trata de velas elegantes, baños de burbujas ni chocolates (aunque esos también son deliciosos). Se trata de decisiones cotidianas: Decir "no" cuando protege tu paz. Descansar sin culpa. Hablarte a ti mismo como a alguien a quien amas.Celebrar el progreso, no la perfección.

El día que empecé a valorarme, el mundo empezó a seguirme poco a poco.

Espero que mis palabras te hayan envuelto como un cálido abrazo. 

Gracias de verdad por leer hasta ahora. 

Patricio Varsariah.

 

El dolor de lo que podría haber sido.

octubre 21, 2025

Parte de crecer y envejecer es hacer las paces con lo que no llegaste a ser. Nuestro sufrimiento suele nacer del apego a cómo podrían haber sido las cosas, a cómo deberían haber sido.

“Podría haber sido.” Una frase dolorosa, cargada de connotaciones. La escuchamos de quienes creen haber desperdiciado su vida, haberse vendido demasiado barato y ahora sienten que ya no tienen tiempo ni oportunidad de cambiar. O al menos, creen que no la tienen. Y también nos la decimos a nosotros mismos.

Entiendo bien ese sentimiento. No soy ajeno a la reflexión sobre el pasado o el futuro. Estar plenamente en el presente es, quizá, uno de los lugares más difíciles. Habiendo renunciado a un sueño que había albergado y perseguido durante gran parte de mi vida, me he visto obligado a enfrentar esta herida tan humana. 

Casi todos los días pienso en la persona que podría haber sido, y duele aún más cuando imagino el futuro. En cinco, diez, veinte años… ¿qué podría haber sido? Es absurdo, ¿verdad?

No podemos cambiar el pasado. El futuro es una incógnita que apenas podemos controlar, si es que podemos hacerlo. Sin embargo, la mente —en su infinita capacidad para crear algo de la nada— teje vidas enteras de posibilidades que nunca existieron, y luego las trata como certezas que habrían ocurrido.

Al rumiar sobre lo que fue o lo que podría ser, nos privamos del presente: un intercambio unilateral que solo genera fantasías estériles.

Sabemos, lógicamente, que reflexionar sobre lo que podría haber sido no sirve de nada. Pero emocionalmente, tiene un peso inmenso. Aprender a soltar es un proceso; aprender a seguir adelante, un proceso aún más largo. Y aun cuando lo logramos, siempre queda una cicatriz. Cargamos con su fantasma el resto de nuestra vida.

Sin embargo, es imposible no ser una persona que “podría haber sido”. No importa lo que elijamos, siempre será a costa de todo lo demás que dejamos de elegir.

La vida nos ofrece muchos caminos, y la mayoría se excluyen mutuamente. Solo tenemos una oportunidad. Si fuéramos inmortales, no importaría dejar algo para después. Pero no lo somos. Por muy plena que sea una vida, siempre habrá cosas que debamos dejar atrás. Para vivir una, hay que renunciar a muchas otras. Y, sin embargo, intentar vivirlas todas es condenarse a no vivir ninguna.

En un sueño, me vi sentado en la horquilla de una higuera, muriéndome de hambre, solo porque no podía decidirme por cuál de los higos elegiría. Los quería a todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder los demás, y mientras estaba allí, sin poder decidirme, los higos comenzaron a arrugarse y a ennegrecerse, cayendo uno a uno a mis pies. Vivir con miedo a lo que podría haber sido es paralizante. En algún momento, hay que elegir. Hay que dejar que los demás higos se arruguen y se desvanezcan. Ese es el sacrificio inevitable del ser.

Así que, en lugar de huir del dolor de lo que no fue, haz las paces con él. Concéntrate en convertirte en algo, en descubrir quién eres realmente. Es un proceso imperfecto, errático, nunca garantizado. Pero a veces hay que dejar ir grandes cosas para encontrar lo que verdaderamente somos.

Al final, no importa lo que pudiste haber sido. Importa lo que eres. No según la medida de otros, ni bajo los volubles estándares de la sociedad, sino bajo los tuyos propios.

¿Estás en paz contigo mismo?
¿Eres capaz de darte permiso para estarlo?
¿Puedes perdonarte, con amabilidad, por no ser todo lo que una vez soñaste ser?

Solo estamos aquí por un instante. La vida no espera a que empecemos a vivir: sigue, y seguirá. Nosotros también debemos seguir. Haz las paces con los fantasmas de todo lo que no fue. Y, sobre todo, haz las paces contigo mismo. Acepta la vida tal como es: imperfecta, impredecible, raramente como la imaginamos… pero vida, al fin y al cabo. Una vida hermosa y preciosa.

Gracias por tomarte el tiempo de leer. Espero que tu día haya sido excelente.

Patricio Varsariah.

 

Reflexión – Al Pueblo de Colombia

octubre 20, 2025


Les dijeron que el pueblo debe esperar, que el cambio vendrá “algún día”. Pero ese día nunca llega si el pueblo no lo provoca. Los políticos hablan de patria, pero el pueblo la vive, la sufre y la defiende cada amanecer: como el campesino que siembra sin descanso, la madre que resiste con el alma, el joven que sueña con un país que aún no existe.

Les enseñaron a callar, a obedecer, a agachar la cabeza ante la injusticia. A creer que la paz se firma, cuando la paz se construye con dignidad.

¿Pero qué pasa si el molde que les dieron es un círculo y tú eres una estrella?¿Te limas las puntas o rompes el molde para liberar al resto?

El pueblo colombiano ha sido muchas veces herido, pero jamás ha sido vencido. Ha visto la violencia vestirse de gobierno, de empresa, de uniforme y de silencio… pero sigue caminando. Porque este pueblo tiene memoria, y un pueblo con memoria no se rinde: se levanta.

Caminan donde camina la mayoría, porque les enseñaron que la mayoría tiene la razón. Pero no siempre la tiene. Las mayorías también se equivocan, especialmente cuando se forman por miedo o por costumbre. Esa masa que llamamos “mayoría” es muchas veces una multitud de individuos que siguen a quien gritó más fuerte, no a quien pensó más claro.

Así que ten cuidado con lo que eliges seguir, porque otros te verán como parte de su mayoría y no solo como tú. Y muchos detrás de ti podrían seguir el mismo camino, pensando que debe ser el correcto, simplemente porque alguien fue primero.

Les dijeron que la mayoría tiene la razón. Pero la mayoría también se cansa, se acostumbra, se adormece. Y cuando el pueblo se duerme, el poder festeja.

Por eso, ahora más que nunca, despertar no es peligroso: es necesario.

La mentira no se convierte en verdad solo porque la repita la televisión, ni la corrupción deja de oler solo porque la vistan de progreso. Colombia no se transforma con discursos; se transforma con conciencia, con valentía y con unión.

Cada marcha sin violencia, cada voz, cada canción que nace del dolor o de la esperanza, es una declaración de vida.

El pueblo no pide permiso para existir: existe porque lucha, porque ama, porque sueña. Así que camina con dignidad, colombiana y colombiano. Camina con los tuyos, con la frente en alto, con la memoria viva.Porque tus pasos no son solo tuyos: son los pasos de los que quedaron en el camino,de los que aún creen, de los que siguen sembrando futuro entre las ruinas del miedo.

El pueblo no espera milagros. El pueblo los crea. Y cuando el pueblo de Colombia decide levantarse, ningún poder en la tierra puede detenerlo.

Gracias por leer.

Reflexionar sobre lo que se lee es desarrollar empatía, creatividad y pensamiento crítico. Leer es un diálogo silencioso con uno mismo, y todo diálogo verdadero es, en el fondo, un acto de libertad.

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com