Publicado por Patricio Varsariah el martes, enero 4, 2011
Si quieres tener magnetismo, no hables demasiado. No seas un parlanchín, que se pasa todo el día hablando. Semejante conversación intrascendente disipa tu magnetismo y, además, es peligrosa, porque quienes hablan demasiado siempre terminan diciendo lo que no deben.
Esas palabritas que salen de ese “cañón” al que llamamos boca tienen el poder de hacer explotar imperios o, si provienen de un hombre sabio, de traer la paz.
La persona que habla demasiado tiene un modo de pensar superficial y muy poco magnetismo, pero cuando un sabio de pocas palabras habla, la gente escucha.
Cuando un sabio habla, sus palabras están llenas de fuerza y significado y todos quieren escucharlo porque el poder del mundo y de la verdad de Dios está detrás de sus palabras. Las palabras de un sabio tienen el poder de atraer y crear, tienen el poder de producir cambios en las personas... eso es magnetismo.