No dediques tu vida a guardar dolor, a entrañarlo malévolamente, a crear intranquilidad, y continuos sufrimientos en tu alma como símbolo de tu terquedad, de tu impaciencia, y te acostumbraras a asimilar con descaro y como si nada estuvieras sintiendo hipócritas, relevantes, y obvias emociones y sentimientos y cautelosamente te resignaras a comprometerte con el mas ruin y vil motivo de permanecer ocupado un espacio terrenal aunque no sea bien merecido.

Aunque salvajicamente pretendas mantener lazos y cadenas en torno a un no voluntario, pero si condicionado por elementos que parlanchinamente pregona por los alrededores de quien cada minuto, cada segundo, cuenta y espera con ansias algún día ver el cambio en su persona, y que por fin pueda transitar por esos caminos y rojos vínculos de tranquilidad y que ya nunca mas tiemblan de terror ante la presencia de un estimulo cualquiera, que solo el sonreír, comprender, interpretar, y asistir no puedan nunca sobre saltar ese espacio cubierto de estima y razón para un simple, pero no largo complejo existir.