Hay días en que me siento vivo, más que el árbol, que una hormiga obrera, más que el cielo en toda su extensa belleza, siento como si la vida corriera por mi piel, por mis venas llenándome de movimiento, de consciencia. Los dedos me laten, los ojos se hacen de una profundidad que tocan lo intocable, mi pensamiento se aquieta, y mi boca se entretiene bordando palabras.
Es como si pasara por el mundo sin que éste me tocara. Yo lo veo, el no puede.