Muerte, mi olvidada vieja amiga, ven aquí y siéntate a mi lado. Tengo que pedirte un gran favor: no dejes que te olvide. Es que tu recuerdo me vuelve a la vida. Tu recuerdo me llama a este presente. Tu sombra me ayuda a llenar de luz mis días. Tu fría calma me llama a ver mi tempestad. Tu sobrevuelo me da la perspectiva necesaria. Los problemas, en tu aura se convierten en simples escollos y los desencuentros en la facilidad de olvidar las diferencias. Hoy, amiga, quiero darte las gracias. Que tu recuerdo continúe equilibrando mi camino y traiga liviandad cuando sienta la densidad cubriendo alguna circunstancia. Nada es como antes cuando te tengo presente y puedo darme el tiempo para mirar a los ojos a aquellos que me encuentre y abrazar este momento con simpleza.