Un discípulo, tras un largo periodo de retiro en las montañas, volvió junto a su maestro:
-Lo he dejado todo, maestro- le dijo con evidente satisfacción. Todas mis posesiones materiales y todas mis ataduras con los otros. Traigo mis manos vacías. Vengo a ti con el corazón en paz.
-Entonces -dijo el maestro- deshazte también de eso.
-Pero, maestro, si no tengo nada, ¿que puedo abandonar?
-Magnífico -respondió el maestro- Conserva sólo esa pregunta.

La renuncia a todo deseo debe incluir la renuncia al deseo de dejar de desear...