A veces en nuestra sociedad actual damos mucho más valor a la razón que a la emoción y tratamos de ser lo más razonables posible. Separar cabeza y corazón, pero esto es prácticamente imposible.

Piensa que recapacitar sesudamente sobre qué hacer requiere mucho tiempo y que, a pesar de ello, la gran mayoría de nuestras decisiones son espontáneas, así que tienen mucho más de emoción que de razón.

Aceptar que la mayoría de nuestras acciones vienen determinadas por nuestras emociones, nos abrirá las puertas a entendernos mejor y a comprender el porqué de muchos de nuestros sentimientos.