La revista 'The New England Journal of Medicine' (NEJM) señala que aproximadamente uno de cada tres tumores 'pillados' con la mamografía nunca hubiese prograsado hacia un cáncer clínicamente significativo. Esto supone nada menos que 1,3 millones de mujeres sobrediagnosticadas en EEUU, según las conclusiones que firman Archie Bleyer y Gilbert Welch, de las universidades de Texas y Hanover (en EEUU y Alemania, respectivamente).

El problema, como reconocen todos los especialistas, es que hoy por hoy no hay manera de saber qué tumores de esos que se ven en la mamografía van a progresar hacia una enfermedad; y la opinión más generalizada defiende que la prueba ha logrado reducir la mortalidad por cáncer de mama precisamente porque la identifica en sus estadios más precoces, cuando las tasas de curación son mayores.

El problema del sobrediagnóstico . La prueba ha logrado reducir la mortalidad, pero hay que pagar un precio. A mi juicio, este tipo de debates son positivos y refuerzan un concepto en alza, como es la participación informada; que la mujer conozca las dos caras de la moneda. "Si me lo encuentran y era un tumor agresivo, me habrán salvado la vida"; si era un cáncer destinado a no progresar, la paciente pasará innecesariamente por el quirófano para que le quiten el bulto. "El susto no te lo quita nadie, pero hoy por hoy podemos decir que compensa".

Los estudios que se han realizado en España y en Europa, donde se invita a la población a participar, indican un sobrediagnóstico del 5%-6%, mientras que la reducción de la mortalidad por cáncer de mama es de al menos el 20%.el tratamiento del cáncer de mama es más caro y menos eficaz cuando la enfermedad se detecta en fases avanzadas; de hecho, la mortalidad en estas pacientes apenas se ha reducido.

Lo que sí es un 'riesgo', es realizar la prueba sin un adecuado control de calidad y con programas poblacionales mal organizados. Hoy por hoy, lo que la evidencia demuestra -y se cumple  es que la mamografía logra reducir la mortalidad si se realiza a mujeres entre 50 y 69 años cada dos años. Ni por debajo de esa edad ni con una frecuencia superior (salvo en casos individuales en función de su riesgo personal) la prueba es eficaz.