... la hipocondría
Publicado por Patricio Varsariah el viernes, julio 5, 2013

Aunque uno este enfermo, hay que procurar vivir como una persona sana. Al fin y al cabo, lo único que nos diferencia de las sanas, son algunas limitaciones, y esas también las tienen los más fuertes. Sólo que son de otra clase.
Abunda la gente que se pasa la vida pendiente de su cuerpo. Hay personas sanas que viven como enfermos. No viven la alegría de la vida, viven en el sufrimiento. Todos sus pensamientos giran en torno a la enfermedad, los médicos, las medicinas y la muerte. Enfermos imaginarios.
Y yo creo que esas personas tan pesimistas son muy poco solidarias con aquellas que padecen enfermedades graves y limitaciones insuperables. Y hasta se creen enfermos con una especial sensibilidad al dolor de la enfermedad. Y poco les importan aquellas otras personas sin esperanzas y a las que el destino ha puesto fecha de vencimiento para su coraje y sufrimiento.
Hoy en día, la cantidad de peligros que nos acechan hace que en ocasiones nos sintamos atemorizados. Todos nos hemos asustado por alguna dolencia que ha aparecido de repente y sin motivos aparentes y, aunque es importante acudir al médico si apreciamos alguna anomalía, no hay que caer en una constante preocupación que roce la hipocondría.
Aunque se bromee mucho acerca de este tema, la hipocondría es una enfermedad psicológica que puede llegar a ser un problema de gravedad si los síntomas son muy fuertes. Los hipocondríacos viven en un estado de sufrimiento ante el miedo a enfermar. Las personas que padecen este trastorno se autodiagnostican dolencias, interpretando los síntomas de manera exagerada, que aunque no estén avalados por un examen médico, hacen que se encuentren ansiosos y que deformen su percepción de la realidad. Por ejemplo, un lunar puede ser para ellos el principio de un cáncer de piel; una simple erupción cutánea, un herpes zóster; una taquicardia, el prolegómeno a un infarto de miocardio; un dolor de cabeza, la consecuencia de un tumor cerebral. Y así la cadena se vuelve eterna, como la tortura en la que viven.
Las urgencias de los hospitales están llenas de hipocondríacos robándoles la atención médica a los enfermos graves. Quizás ello sea debido al desconociendo de la ciencia médica y el miedo obsesivo a la enfermedad y sus consecuencias ¿Por qué temer lo inevitable? ¿Por qué empezar a sufrir antes que llegue el momento?
Y es tan grande la obsesión de muchos hipocondríacos que se hacen buenos clientes de charlatanes y curanderos, de esos que hacen el milagro de curar enfermedades inexistentes. Esas que solo existen en la mente de algunas personas.
Pero la mente humana es un misterio. Y desde luego lo psíquico influye sobre el físico y viceversa. Somos una unidad física y mental.Lo que pensamos lo atraemos, nunca mejor dicho. Creo que los hipocondríacos sufren de una terrible soledad y la palian así, es la única manera que tienen de darse a notar. Luego siempre viene quien abusa del más débil. Hay que vivir la vida como un regalo y sintiéndose sano, aunque tengamos goterillas.Y sin embargo, es tan grande el misterio de la mente humana que nuestra vida esta condicionada por la pura sugestión del pensamiento. Más veces negativo que positivo.
Cuando conocí al que luego sería mi amigo Tadeo, llevaba veinte años sin salir de su casa porque decía que en cuanto saliese le podía ocurrir alguna desgracia. Por circunstancias de la vida, hubo que forzarlo a que saliese a la calle, y, ¡misterio de la naturaleza!, unas horas después moría sin tener ninguna enfermedad grave.
Y es que nada se puede dar por seguro, por extraña que parezca una cosa ¡Es tan grande el misterio que encierra la mente humana! Una buena disposición de ánimo puede mejorar un estado de salud, como también el miedo y la sugestión pueden matarnos.
Estoy de acuerdo que nuestra salud y nuestra felicidad depende mucho de la aptitud que tengamos frente a la vida.. No creo que eso de "piensa mal y acertarás" sea una buena fórmula para enfrentarse al día a día y resolver con alegría y optimismo los muchos problemas que nos esperan. Pero no queramos sufrirlos hasta que no llegue el momento.