PROLOGO
¿Por qué trato de decir lo indecible, sobre la muda esencia de la vida?
Tal vez «por qué» no sería la pregunta correcta. Parece que cuanto más profundo es el silencio interior con mayor naturalidad fluyen las palabras, con menor esfuerzo. Estas se ven por fin libres de sus grilletes, libres de la cárcel de la conformidad, de la corrección y de la necesidad de gustar e incluso de ser escuchadas.
Esta música deliciosa surge de la quietud más pura de las madrugadas. Son las notas creativas y juguetonas del mí mismo; expresiones vibrantes del silencio preverbal que está en el centro de todo, invitándote a intimar con tu momento presente, aquí y ahora.
Mis palabras son tus palabras y son las palabras de la vida misma, ofreciéndose para siempre a sí mismas en recuerdo de aquello que nunca se ha ido y que está brillando sin fin.
No escribo o hablo por mí mismo ni para mí mismo, de igual manera en que yo mismo no soy hablado ni escrito. Tan solo puedo permanecer radicalmente abierto a la inesperada erupción de las palabras. Soy una casa, lista para que los niños que me denominan «su hogar» acudan a ella corriendo al salir de la escuela, con sus mejillas rosadas y llenas de expectación, manchadas de chocolate. También, como casa, estoy «listo» para que se vayan, cuando finalmente decidan partir hacia destinos y aventuras desconocidos.
Preguntarme por qué escribo es como preguntar a los mirlos por qué cantan en verano.
Amiga o amigo, si en estos momentos estás experimentando estrés, pena o un dolor físico o emocional, esto no significa que tu vida esté yendo en la dirección equivocada, que estés acabada o acabado ni que seas un pecador. No significa que has fallado como ser humano o espiritual, o que te hallas lejos del despertar. Puede ser que, sencillamente, te estés curando, a tu propia manera, original e inesperada.
A veces necesitamos sentirnos peor por un tiempo. A veces las viejas estructuras, aquellas cosas que una vez definimos e identificamos como «yo» o como «mías», tienen que derrumbarse. A veces tenemos que caer de rodillas antes de poder levantarnos de nuevo.
A veces las ilusiones tienen que morir. A veces nuestros planes y esperanzas sagrados, nuestros esquemas y sueños sobre «cómo tienen que ir las cosas» han de verse reducidos a cenizas en la hoguera despiadada, pero en última instancia compasiva, del momento presente.
A medida que nos abrimos a la vida, al amor y a sanarnos, a medida que nos despertamos de nuestro sueño de la separación, nos encontramos no solo con la dicha de la existencia, sino también con su dolor; no solo con el éxtasis de la vida, sino también con su agonía.
Despertar no siempre implica sentirse bien, cómodo, feliz o «espiritual», puesto que nos vemos inevitablemente abocados a tener que confrontar nuestros miedos más profundos y nuestras sombras más oscuras –esas partes de nosotros mismos que hemos cortado, negado, reprimido o sedado durante todos estos años–. El encuentro con estas contrapartes puede generar nos una cierta confusión, por decirlo suavemente.
Pero con el tiempo aprendemos a confiar en el proceso consistente en la ausencia de cualquier proceso. Aprendemos a ver incluso nuestro dolor más profundo como un movimiento inteligente de la vida,no como una amenaza a la vida. Recordamos que somos lo suficientemente inmensos para contener todo ello: lo bueno y lo malo, el dolor y el placer, la luz y la oscuridad, la agonía y el éxtasis. No estamos, ni de lejos, tan limitados como antes creíamos. Somos la vida misma.
Este mi primer libro te ofrece una invitación sencilla y a la vez radical: deja de esperar que el mundo te haga feliz. Deja de permitir que tu alegría interna dependa de lo externo –objetos, personas, circunstancias, experiencias, situaciones– que está más allá de lo que puedes controlar directamente. Deja de jugar a la lotería de la felicidad. Tómate un descanso en tu tarea de buscar y descubre la felicidad natural que eres y que siempre has sido, la alegría innata que no depende del contenido siempre cambiante de la vida.
La prosa y la poesía de este libro, cosechadas a lo largo de muchos años escribiendo en mi pagina web y colgando posts en Facebook, están concebidas para guiarte, desafiarte, animarte y quizá inspirarte en tu solitario, doloroso, estático, loco, agotador, alegre y confuso camino sin sendero hacia el Hogar que nunca jamás has abandonado: el momento presente.
Lee las páginas que siguen lenta y atentamente. Dedica un poco de tiempo cada dia para sumergirte en ellas, a meditar en las palabras a medida que se produce el cambio de las estaciones en ti y alrededor de ti. O, siempre que sientas el deseo de hacerlo, permite que el libro se abra por una página al azar.
Admite que sus palabras vivan contigo, mes tras mes, año tras año. Siente el silencio, la presencia, el calor que se halla bajo la superficie de las palabras, entre las palabras, alrededor de las palabras y sosteniendo las palabras.
Así pues, emprende el viaje hacia tu destino. Saborea las estaciones siempre cambiantes de tu viaje. Permanece presente a cada paso. Acuérdate de respirar.
Sé consciente de que no caminas sola o solo.
Con amor,
Patricio Varsariah.
Pd.-¡...es tan maravilloso poder sentarnos en este espacio abierto juntos! En este lugar donde nada requiere ser resuelto o solucionado, donde no necesitamos «arreglarnos» ni que otros «nos arreglen», donde nuestras cuestiones candentes no precisan ser respondidas, donde por fin nuestras preguntas pueden no ser otra cosa que preguntas, donde nuestras incertidumbres no han de transformarse en certezas, donde nuestras dudas tienen permiso para ser solamente dudas.
Aquí, en este cálido abrazo en el que nos encontramos, en este lugar de auténtica meditación sin un meditador, sin un destino, sin nadie que nos controle, no necesitamos hallar las respuestas, no tenemos por qué llegar a ninguna conclusión mental acerca de la vida, ni por qué averiguarlo todo, ni por qué «saber», porque, por fin, todos nuestros cuestionamientos y toda nuestra deambulación, todos nuestros intentos de resolverlo todo y de hacer que todo funcione, nuestra agotadora búsqueda y nuestra desesperación por hallar respuestas, a todo esto le permitimos que esté aquí, exactamente tal como es...
Desde que oyó tu nombre, la felicidad ha estado corriendo por las calles intentando encontrarte...
NO HAY NADA QUE ESTÉ MAL EN TI
Amiga,amigo, desde el mismísimo comienzo, no has estado nunca fragmentado. No naciste en el pecado. Nunca estuviste destinado a ser un desperdicio. Jamás faltó nada fundamental en tu vida. Tan solo pensaste que faltaba algo. Otros intentaron convencerte de que no eras lo suficientemente bueno, porque ellos mismos no se sentían lo suficientemente buenos. En tu inocencia, y ante la falta de pruebas de lo contrario, los creíste. Así que te has pasado todos estos años intentando corregirte, purificarte y perfeccionarte. Has buscado el poder, la salud, la fama e incluso la iluminación espiritual para demostrar tu valía como «yo». Has jugado al juego de construir un mejor «yo»; te has comparado con otras versiones del «yo» y te has sentido siempre superior o inferior. Ha sido tan agotador intentar alcanzar estas metas inalcanzables, intentar vivir según una imagen en la que ni tan siquiera creías totalmente, que anhelabas ya descansar de ti mismo.
Pero has sido perfecto desde el mismísimo comienzo. Perfecto en tu absoluta imperfección.
Tus fallos, tus manías, tus aparentes defectos, tus rarezas, tus olores únicos e irreemplazables han sido lo que te ha hecho tan adorable, tan humano, tan real, tan fácil de identificar. Incluso en tu gloriosa imperfección has sido siempre una expresión perfecta de la vida, un hijo amado del universo, una obra de arte acabada; un ser único en todo el mundo y merecedor de todas las riquezas de la vida.
El tema no ha sido nunca ser un «yo» perfecto. Siempre se ha tratado de estar perfectamente Aquí, de ser perfectamente tú mismo, con todas tus divinas rarezas.
«Olvídate de hacer la ofrenda perfecta». «En todo hay una grieta. Es gracias a ella por lo que la luz puede entrar», canta Leonard Cohen.
UNA PROMESA DE AMOR
Siempre te escucharé profundamente, pero nunca intentaré corregirte, mejorarte, hacer que dejes de sentir lo que sientes o darte respuestas de segunda mano, memorizadas. No pretenderé ser «el que sabe», «el iluminado» o el misionero que te habla en nombre de alguna verdad conceptual separada de la experiencia inmediata, de primera mano y en tiempo real. No entraré en tus dramas y tampoco disculparé ni alimentaré tus historias ni tus conclusiones y miedos mentales. Y no confundiré quién eres con mi historia acerca de ti, con mi sueño de quién eres.
Pero, amiga,amigo, me encontraré contigo en las llamas del infierno y allí agarraré tu mano. Caminaré contigo tan lejos como necesites caminar y no te abandonaré, puesto que tú eres yo mismo; y en los más profundos recovecos de nuestra experiencia somos íntimamente el mismo ser, y no podemos pretender que esto sea de otra manera.
Así pues, si te sientes confusa o confuso, siéntete confusa ahora. Si te sientes temerosa, siéntete temerosa ahora. Si estás aburrida, aburrá monos profundamente juntos. Si la rabia te está quemando, vamos a quemarnos juntos un rato y ver qué sucede.
Cuando rompemos el molde, interrumpimos el patrón caduco y establecemos el inesperado compromiso de dignificar nuestra experiencia presente por medio de conectar de forma radical con lo que está realmente aquí, sin juzgarlo o apartarlo, tal vez una gran sanación es posible.
EL LIBRO DE TU VIDA
En cada página de un libro, detrás de las palabras –no importa lo que estas describan ni lo que ocurra en la historia–, está la blancura del papel. Raramente es advertida, más raramente aún es valorada, pero es absolutamente esencial para que las palabras puedan ser vistas.
El papel no se ve afectado por la historia que se cuenta; está ahí solamente para sostener las palabras, sin condiciones. Puede narrarse una historia de amor o de guerra, o una comedia apacible; al papel no le importa. El papel no teme el final de la historia ni anhela regresar a un punto anterior de ella. Las páginas centrales no necesitan saber cómo acaba la historia ni la última página llora cuando muere el protagonista. El papel ni tan siquiera sabe que la historia «se ha acabado». El papel sostiene el tiempo, pero no está limitado por este.
No sabes cuántas páginas le quedan al libro de tu vida. No sabes cómo acabará esta autobiografía. Desde la perspectiva de la mente, «tu vida» aún no está completa, y el pensamiento está intentando constantemente averiguar cómo finalizar tu historia de la mejor manera posible. ¿Cómo resolver las cosas por completo? ¿Cómo solucionar los problemas que están sin resolver? ¿Cómo atar los cabos sueltos? ¿Cómo arreglarlo todo?
Pero desde la perspectiva del papel –es decir, desde la perspectiva de tu verdadera identidad como la consciencia misma– la vida está completa para siempre tal como es. No hay nada por resolver, y la realidad de las cosas es su resolución. La historia no necesita ser «completada» en el futuro para que la consciencia esté plenamente presente ahora.
El papel tan solo se encuentra con las palabras exactamente tal como son. Desde la perspectiva del papel, incluso si la historia es épica desde la primera hasta la última página, en realidad no ha ocurrido nada en absoluto. Toda la historia se ha desarrollado en una quietud perfecta, inmutable. La historia más increíble jamás contada.
PERDER TU RELIGIÓN
De acuerdo. Te sientes feliz y en paz, fluyendo. Estás manifestando perfectamente y la vida está yendo según lo planeado. Te sientes bien con todo lo que sucede a tu alrededor. No puedes imaginarte volver a sufrir.
Ataja hasta la siguiente escena de la película de tu vida. Ha habido algún tipo de pérdida o impacto; un rayo ha caído del cielo. Estás tendido en la cama enferma y con dolor, o llena de pena o desesperación. Ha ocurrido algo inesperado, que no estaba previsto en el plan. Lo has intentado todo y nada está funcionando.
¿Adónde fue tu despertar? ¿No se suponía que te sentías bien con todo, que afrontabas cualquier experiencia con ecuanimidad y con un «sí sin esfuerzo»? ¿Dónde está ahora todo tu progreso espiritual?
El «yo» espiritual se siente humillado y apaleado. ¿Eras una farsa, un fraude, una embustera? ¿Te estuviste engañando todo el tiempo? ¿Cómo puedes regresar adonde te encontrabas?
No regreses. Permanece con ello. Te estás despertando de otro sueño: el sueño de que la experiencia presente podría o debería adecuarse a cualquier imagen o expectativa. Estás descubriendo tu propia autoridad interior.
Esta escena no es un error. La película de tu vida no se ha roto. Estás re-descubriendo lo vasto que eres, cuánto puedes contener.
No tienes que sentirte «bien» todo el tiempo. No tienes que estar libre de resistencias constantemente. Eres más grande que eso; de hecho, eres ilimitada. No hay ningún «todo el tiempo» para ti. Tú eres el espacio para lo agradable y lo no agradable, para la aceptación y la resistencia.
No necesitas tener una imagen fija e invariable de ti mismo. No necesitas ser el gurú iluminado o el guerrero espiritual. No necesitas ser la persona pacífica, el despierto, el fuerte, el muy evolucionado, el que es inmune al sufrimiento. Todo esto son limitaciones falsas de tu naturaleza ilimitada. Tan solo sé lo que eres; no el que es eso o aquello, sino tan solo El Que Es, el espacio que lo contiene todo.
Permite que la vida te tire del pedestal una y otra vez, hasta que pierdas todo interés en quedarte en lo alto.
PERMANECE GLORIOSAMENTE IRRESOLUTO
Jamás alcanzarás un punto en la vida en que esté todo resuelto, en que todo esté perfectamente atado con un lazo. Esta es la realidad. No hay ninguna «escena final»; tan solo una continua película de aventuras, que nunca se acaba. Aprendes a amar el caos de tu vida, su naturaleza constantemente cambiante, su impredictibilidad. Y tú permaneces como el silencio inmutable en medio de la tormenta, como el espacio abierto en que la alegría y el dolor, la agonía y el éxtasis, el aburrimiento y la dicha pueden levantarse y hundirse, como las olas del océano. No hay problemas cuando te conoces a ti mismo como el espacio que lo contiene todo ello.
LA VERDADERA ACEPTACIÓN
Decir «sí» a este momento tal como es, decirte «sí» a ti mismo, exactamente tal como eres, no significa que abandones la posibilidad del cambio. No significa que las respuestas no van a llegar, que la tristeza no va a desaparecer, que el dolor no va a menguar, que no habrá una acción inteligente en la siguiente escena. Significa una alineación total con la escena actual, la cual contiene la inteligencia de todo el universo. Significa una profunda confianza en este instante de la vida –el único instante que existe– y soltar las promesas y las ideas acerca de cómo «debería ser» la vida.
En vez de intentar llegar de un salto a la seguridad de un mañana, cree en la incertidumbre de hoy. En vez de correr hacia una respuesta en la siguiente escena, cree en esta escena creativa en la que «aún no hay respuestas». En vez de tratar de abalanzarte hacia la alegría o la dicha en el futuro, cree en el actual momento de dolor o duda, o en cualquier forma que la inteligencia cósmica esté adoptando. La certidumbre puede llegar o no con el tiempo, las respuestas pueden relevarse o no, la alegría puede irrumpir o no, los momentos emocionantes pueden presentarse antes o después, pero no pases por alto los tesoros de este momento.
Si las respuestas acuden, surgirán del abono del no saber, de la tierra fértil de la duda. Si la alegría muestra su cara, surgirá del dolor que ha sido profundamente tocado. Si una nueva vida crece, lo hará en la única cuna que existe: el Ahora.
Este momento es el punto de acceso, el portal, el pórtico de gracia hacia aquello que siempre has anhelado. No te lo saltes persiguiendo las glorias imaginarias del mañana.
Continuara....