fotos
Me agrada sentir intensamente. Soy ansioso, sumamente impaciente, obsesivo, un poco apocalíptico y me gusta observar y escuchar lo que me rodea. Me considero una persona capaz de lograr cierta empatía con los demás. Dicen que tengo un carácter explosivo. Repudio la indiferencia, la indolencia, la lasitud constante. Soy detractor del maniqueísmo. Dudo de las verdades absolutas. Me agrada lo que desafía los cánones impuestos por moda o por sometimiento ideológico. Soy una voyeur irremediable de las emociones humanas. Me encanta la gente que se fija en los pequeños detalles de la vida. La gente que nombra a las cosas con un nombre inventado. Las personas que no pierden su capacidad de asombro. De vez en cuando me escabullo de la realidad a través de la ficción. Soy buen amigo de la melancolía. Estoy un poco inclinada al abismo pero cuento con hilos enormes que aún me sostienen por encima del acantilado. En cierto modo amo mi ración de oscuridad y en el fondo escribo por miedo a que se me escape todo, a que el tiempo me arrastre, a no poder decir quién soy entre los demás.
Con el paso del tiempo he aprendido, amanecer tras amanecer, tras muchos amaneceres en estos años de vueltas alrededor del sol, a poner las cosas en su sitio, a sembrar estas pisadas de crecimiento, a dejar que la oscuridad ciegue otras miradas, si están empeñadas en ello, sin dejar enturbiar la mía. Y no es perfecta mi vida, ¿hay perfección? No y sería aburrido. La mía no lo es, por supuesto, porque vivo en medio de todos, pero me levanto tras cada caída, me reinvento a mí mismo, hago de cada caída o tropiezo una oportunidad para ver en qué puedo mejorar y seguir adelante, una y otra vez, no es que sea fácil ni difícil, pero creo que es la única y máxima responsabilidad para con nosotros mismos. Tanto que el planeta anda obsesionado por el qué dirán los demás, cuando solamente debiera preocuparnos y ocuparnos el darnos cuentas a nosotros mismos, en lo que nuestra conciencia nos diga.
Lo que más valoro de escribir es que ha sido un modo de llegar a lo más hondo de mí y de desarrollar la creatividad, sin otros mandatos ni criterios que no fueran los que provienen de mi propia voluntad. He recibido como regalo de ello, asimismo, descubrir que el reconocimiento no es un objetivo, sino una consecuencia. Me ha servido también para llenar mi día de instantes de presencia y para demostrarme que soy capaz de lo que me proponga, siempre que lo haga desde el corazón.
Después de haber pasado esta amarga experiencia que mejor que dedicar esta Luz de esperanza
En memoria de alguien que este o haya sido golpeado o golpeada por el cáncer.