Soñé que una había muerto en tierra extraña lejos de cualquier mano amiga; y habían clavado los tablones sobre mi rostro, los campesinos de allí, atónitos de dejarme en aquella soledad, y elevaron sobre su túmulo una cruz que habían hecho con dos trozos de madera, y alrededor plantaron cipreses; y me abandonaron a las estrellas indiferentes del cielo hasta que yo grabé estas palabras: Fue más hermoso que tu primer amor, pero ahora yace en su ataúd.

Patricio Varsariah.