01.10.2018
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, octubre 1, 2018
En el amanecer del día de hoy me he estado mirando mis manos. Sí, mirándome las manos como si acabara de revelar un secreto que llevaba guardado dentro de mi desde que descubrí la noción del tiempo. Fueron ellas las primeras en establecer contacto, las primeras en comunicarse con el mundo antes que despertaran mis otros sentidos, un instinto ancestral que no necesitaba ser descifrado porque sin entenderlo sabía que todo había cambiado, que mi vida iniciaba su marcha y que no, no estaba solo.
Esas manos a las que casi nunca he prestado gran atención intentaron entonces palpar la luz para explorar el espacio donde se desarrollaría el drama infinito de mi existencia. Fueron ellas las primeras en conocer a mis progenitores, las mismas que acariciaron mi primera ilusión y las que se entrelazaron en compromiso con otro ser humano para toda esta vida y quizás la otra.
Mis manos se transformaron en puños cuando me cegó la rabia pero también enjugaron lágrimas, trenzaron abrazos y clamaron al cielo por los que ya no están conmigo. Mis manos eligieron las flores que adornan los sepulcros y encarcelaron los recuerdos que ahora yacen en el polvo de la tierra. Las miro una vez más pero con otros ojos, y utilizarlas para mis mejores propósitos porque siempre me han servido, a veces como escudos, otras para estrechar los lazos afectivos que moldean mi carácter en el recorrido por la vida, esas son mis manos.
he dicho...