Dicen que a cierta edad las personas nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años muy jóvenes, las figuras delgadas y espectaculares...

Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo... Es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi existencia. 

Descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas. Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecto, de estar llena de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás. Y a pesar de ello.... ¡quererme mucho! 

Cuando me miro al espejo ya no busco a el que fui... Sonrío a la que soy... Celebro la posibilidad de elegir, a cada instante quien quiero SER, me alegró del camino andado, de la experiencia que me dieron estos años. Asumo mis contradicciones. Valoro lo recorrido. Tan mal no me fue... ¡

Estoy acá! ¡Qué bien vivir sin la obsesión de la perfección! Después de todo cuando decidí, que no quería la perfección, comencé a accionar y a alcanzar objetivos. 

¡Qué bien no sentir ese desasosiego permanente que produce correr permanentemente buscando que todos te quieran! ¡¡¡Qué bueno está empezar a quererse y respetarse uno!!! ¡Qué maravilloso reconocer que la felicidad está tan cerca nuestro, tan relacionada con nuestras búsquedas y nuestros mágicos encuentros interiores! 

¡Qué suerte haber comprendido que la magia y el poder no están en el afuera, sino en mí!

Gracias por tu generosidad y la paciencia de leerme, espero que hayas encontrado algo útil.

Patricion Varsariah.