Viviendo en un pueblo donde se cultiva la vida.
Publicado por Patricio Varsariah el viernes, noviembre 21, 2025
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Pasamos años persiguiendo la “buena vida” en las ciudades: la velocidad, el brillo, el ruido disfrazado de progreso. Pero en algún punto de esa carrera olvidamos hacernos la pregunta más importante:
“¿Dónde quedó la vida que sacrificamos para sobrevivir?”
La vida urbana está diseñada para convertirnos en consumidores. Consumimos tiempo en el tráfico, energía en los plazos de entrega, dinero en la presión del estilo de vida.
Consumimos alimentos envasados, aire contaminado, agua filtrada, experiencias artificiales… hasta que incluso nuestra salud se transforma en un servicio que compramos en hospitales.
La ciudad te da todo, menos lo que de verdad importa.
La ciudad te vuelve dependiente de sistemas que no controlas.
Todo está en oferta. Todo tiene un precio.
Y aquí surge la mayor ironía: lo que en las ciudades es mercancía, en los pueblos es consecuencia natural de la vida.
En las ciudades se paga por:
• aire limpio
• agua pura
• alimentos orgánicos
• paz mental
• silencio
• tiempo
• comunidad
• incluso la luz del sol, en algunos lugares
Pero en los pueblos, todavía, estas cosas no se venden: se viven. El aire limpio es resultado de tener menos vehículos. El agua pura nace de tierras no contaminadas. Los alimentos frescos provienen de la agricultura cercana. La paz es fruto de una vida pausada. El tiempo surge de la sencillez. La comunidad nace de la convivencia diaria.
Las ciudades fabrican mercancías. Los pueblos cultivan la vida.
En las ciudades, la naturaleza es un destino de fin de semana. En los pueblos, es parte de la rutina. En las ciudades, la salud es un producto. En los pueblos, es un estilo de vida.
La gente de las ciudades sueña con la paz. La gente de los pueblos la vive.
Vivimos en la ciudad a toda prisa, solo para descubrir que lo que buscamos era silencio. Pasamos décadas tratando de ganar lo suficiente para “escapar de la presión”, sin darnos cuenta de que esa presión fue creada por el entorno que elegimos.
Cuanto más tiempo permaneces dentro del sistema urbano, más te consume. Para la ciudad, eres un mercado. Para el pueblo, eres un ser humano.
Y así regresa la pregunta, silenciosa pero poderosa:
¿Dónde está la vida?
¿En el concreto que te agota, o en la tierra que te sostiene?
Tal vez la felicidad no esté en ganar más, sino en necesitar menos.
Tal vez la paz no se encuentre en la velocidad, sino en la quietud.
Tal vez la vida no sea algo que perseguimos, sino algo que decidimos vivir.
La vida no se esconde de nosotros. Somos nosotros quienes nos escondemos de ella.
¿Dónde está la vida? Está donde dejas de ser un consumidor y vuelves a ser humano.
Finalmente te pregunto: “¿Dónde encuentras tú la vida?”
Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.
¡Gracias por leer!
Patricio Varsariah.