Como Ustedes podrán notar muy a menudo invoco a los refranes populares para desarrollar mis escritos. Suele decirse que mejor solos que mal acompañados y que es mejor una soledad digna que intentar mantener un NO amor a nuestro lado. Con “NO amor” nos referimos a esas parejas que solo se alimentan de insatisfacciones y en las que reinan sentimientos negativos que se apoderan de la libertad emocional de sus miembros. Es habitual que en algún momento de nuestra vida caigamos en estas malas relaciones, pues desde la más tierna infancia aprendemos que la pareja ideal tiene que ser la de “no puedo vivir sin ti”, “sin ti mi vida no tendría sentido”, “si me faltas me muero”, etc.

Si analizamos estas frases nos damos cuenta de que desatan una escalada de presiones y de exigencias sobre la otra persona y sobre la relación en sí que puede llegar a someternos y a mermar nuestro yo interno. Por eso, cuando llegamos a enfrentarnos a una relación insana, nos toca re-aprender algo que tendríamos que tener muy claro: la única persona a la que necesitamos para vivir somos nosotros mismos. Ni más ni menos, esto es bastante simple. No hay amor sin amor propio.

El amor de tu vida eres tú mismo.  ¿Cuándo lo vas a entender?. El amor no suplica, el amor no ruega, el amor no implora, el amor no se llora en exceso. El amor es una condición saludable, el amor es una condición positiva, el amor es una habilidad. El amor es una ambición de muchos pero un privilegio de pocos.

En principio el miedo a estar solo en la vida es algo adaptativo, positivo y saludable. Sin embargo, como en todo, hay ciertos límites que no se deben sobrepasar. Concretamente el de someterse al dolor y aguantar todo tipo de sufrimientos para evitar la separación. Muchas personas como consecuencia de la educación recibida y de las experiencias vividas, sienten una gran desesperación ante la idea de sentirse solos en el mundo, lo cual los empuja a implicarse en relaciones disfuncionales. Hay veces que la soledad es el precio de la libertad

Hay personas que tienen pareja pero se sienten tan solas y vacías como si no las tuvieran.Hay otras que por no esperar deciden caminar al lado de alguien equivocado y en su egoísmo, no permite que ese alguien se aleje aún sabiendo que no le hace feliz. Hay personas que sostienen matrimonios o noviazgos ya destruidos, por el simple hecho de pensar que estar solos es difícil e inaceptable. Hay personas que deciden ocupar un segundo lugar tratando de llegar al primero, pero ese viaje es duro, incómodo y nos llena de dolor y abandono.

Pero hay otras personas que están solas y viven y brillan y se entregan a la vida de la mejor manera. Personas que no se apagan, al contrario, cada día se encienden más y más. Personas que aprenden a disfrutar de la soledad porque las ayuda a acercarse a sí mismas, a crecer y a fortalecer su interior. Esas personas son las que un día sin saber el momento exacto ni el por qué se encuentran al lado de un verdadero amor y se enamoran de una forma maravillosa.

Es la sociedad que nos enseña a aborrecer la soledad. Si ustedes han podido notar, es habitual ver ofertas de 2×1 en cenas, en cruceros o en cócteles, por lo que no resulta extraño que tengamos la idea preconcebida de que para ser una persona completa y disfrutar de la vida tenemos que tener compañía. Así que son pocas las personas que no esperan que los demás borren de su mente emocional la sensación de soledad. Tendemos a sentirnos incapaces de hacernos cargo de nosotros mismos, por lo que la consecuencia más directa de ese pensamiento es la necesidad de buscar a alguien que nos acompañe.

Tendemos a asociar el hecho de no tener pareja con el aislamiento afectivo y social cuando en realidad no tener pareja no es sinónimo de recluirnos o de no tener opción a tener contacto humano significativo. No hay una fórmula mágica que nos ayude a superar el temor a estar solos pero la mejor manera de acabar con él es comenzando a estarlo, arriesgándonos a sentir, a conocernos y a caminar sin ayuda. Tengamos o no tengamos pareja, encontrarnos en nosotros mismos y disfrutar de nuestra compañía es esencial para nuestro bienestar. El resto puede o no puede potenciarlo, pues es accesorio.

Personalmente creo que el silencio interior es el sol que madura los frutos del alma. En otras palabras, encontrar la compañía en uno mismo y enamorarse del yo interno es un gran auto-regalo. Luego que venga lo que sea, pues estaremos capacitados emocionalmente para sintonizar con los demás si queremos. También cabe la posibilidad de que no queramos enamorarnos de nadie y de que, por lo tanto, deseemos estar solos para conocernos más o vivir experiencias que de otro modo no podríamos. Esta decisión que parece tan fácil de valorar no lo es para el común de los mortales, pues parece que como vengo diciendo para la sociedad es imprescindible tener pareja.

Sea como sea, para enamorarnos de los demás, primero hemos de hacerlo de nuestro auto-concepto, lo cual nos conducirá a alcanzar el equilibrio interior dentro de la soledad, una gran compañera de viaje con la que todos deberíamos hablar en el transcurso de nuestro trayecto vital.

La soledad elegida es grandiosa porque te ayuda a conocerte a ti mismo, a valorarte y a confiar en ti como burbuja de protección. No es necesario no tener pareja para elegir la soledad, puedes tener una vida relacional totalmente plena pero necesitar reservarte unos minutos al día o a la semana para ti. En definitiva, se trata de gozar de momentos de intimidad más que de soledad. Y no solo es una opción, sino que resulta verdaderamente recomendable para todo el mundo.

Frecuentemente nos equivocamos pensando que la soledad elegida y la soledad obligada son lo mismo, siendo la dureza de la última la que identificamos con facilidad. La soledad obligada, en la que añoras y te sientes aislado ante tu dolor, es un arma que despedaza al ser humano. además, cuando estamos inmersos en este tipo de soledad,  erramos buscando mostrar indiferencia pensando que eso nos protegerá y enmascarará nuestra desolación, pero con ella solo conseguimos destruir nuestro amor. Sin embargo esto no pasa cuando la soledad es elegida, cuando necesitamos que ella nos aconseje y nos ayude a encontrar esa parte de nosotros mismos que hemos perdido. Acompañarse a uno mismo y disfrutar de esos momentos de intimidad personal nos ayuda a pensar y a ejercitar nuestra mente.

Pasamos media vida pretendiendo ser y hacer a los demás felices, creándonos una obligación constante de satisfacer lo que los demás demandan sin pensar en nuestro mundo interno. La soledad elegida o autonomía es la experiencia más cercana a la libertad que podemos experimentar, gozando y eliminando la carga de nuestras obligaciones aunque solo sea por unas horas. Sin duda, a pesar de lo que la sociedad nos dice, acompañarnos a nosotros mismos es algo extraordinariamente deseable y, desde luego, la única vía para alcanzar el equilibrio interior.