El otro día, pensando en cómo sería mi vida ideal, una vida más libre y con espacio de la espontaneidad, me di cuenta de una cosa: que no es tan importante el contexto como uno mismo.

Me di cuenta que un entorno bonito ayuda, evidentemente, porque no es igual trabajar desde un despacho con vistas maravillosas que viendo una pared sucia y desconchada; pero hay otras cosas que no aparecen en las imágenes que son las esenciales para vivir con plenitud. Y me estoy refiriendo a todo ese aspecto intangible que da color a nuestra vida: relaciones que merecen la pena, sentimiento de ilusión por un nuevo día, inspiración para trabajar, fuerza, salud, conexión emocional,  curiosidad y ganas de aprender,  conexión espiritual.

Todas esas experiencias son las que garantizan una vida con sentido. Si podemos vivirlas en un marco bonito, mejor que mejor, pero…

Nunca un entorno, ni un objeto, ni una actividad de ocio, pueden sustituir esa amalgama de cosas que he comentado que se viven por dentro y no se ven.Tampoco porque dejes un trabajo aburrido por otro que te gusta mucho más, y que te da más dinero y tiempo libre, tienes aseguradas de por sí estas experiencias significativas.

Pero claro, decir que “reinventarse no es suficiente”, no es tan bonito ni vende tanto.

¿Salir de la carrera de la rutina, entonces? ¿Es posible?

Sí, pero primero, cambiando desde dentro. Cambiando tu mentalidad. Conectando con tus emociones. Buscando relaciones que sean auténticas y de película ¡dios mío, pero si una relación así vale su peso en oro! ¡no hay trabajo o actividad que pueda igualarse a tener esta sensación de intimidad y felicidad con otra persona!)

Pero es que si vamos un poquito más lejos, de nada te sirven relaciones estupendas si tú no estás bien contigo mismo, si estás atravesando un período de depresión, desconexión y apatía, crisis insuperable o si no te acabas de gustar a ti mismo.

Por eso, querida/o lector, sólo quería decirte: una vida más significativa y libre empieza por fuera Y TAMBIÉN por dentro. Si te centras sólo en los cambios de afuera  (de trabajo, de hábitos financieros, de casa, de apariencia, de rutinas) aunque la alegría te dure un tiempo luego descubrirás que no es suficiente.

¿Y por dónde empezar este cambio interior? 

Creo que lo primero es revisar nuestra mentalidad, hacer un análisis de creencias y afirmaciones que nos están bloqueando sin que nos demos cuenta. Y luego ya van llegando los siguientes niveles: corporal, emocional, espiritual…

En este escrito me voy a centrar en el nivel mental y voy a hablarte brevemente de 3 ideas erróneas que te pueden dejar AÑOS atrapado en una situación de ansiedad, confusión y pesimismo. Por ello, si quieres salir de la “carrera de la rutina”, o dicho de otra manera: de una vida rutinaria y asfixiante que deja poco espacio para la creatividad y las sorpresas, además de plantearte cambios externos, empieza por aquí.

Punto número 1: Libérate de las prisas, del: “necesito solucionarlo ya”  o “necesito tener la respuesta ahora”.  A casi todos, cuando nos damos cuenta de algo que no funciona en nuestra vida, o empezamos a vislumbrar la explicación a un problema que sufrimos desde hace tiempo, nos invade un sentido de URGENCIA.

Dios mío, qué horrorosa nuestra situación, pensamos, precisamos de una solución YA, rápido, ahora. Igual llevamos 20 años en una situación desagradable pero de repente se nos ocurre “que no podemos aguantar ni una semana más”.

Estos pensamientos ansiosos e impacientes no conducen a nada… Primero, porque los problemas complejos requieren soluciones lentas y complejas que no se dan en una primera vez. Y segundo, porque estar tan enfocados en los resultados, en conseguir “respuestas y soluciones eficientes” es, justamente, la mentalidad de la carrera de la rutina: venga, vamos rápido, no importa el proceso, sólo el fin, vamos a por lo siguiente, lo siguiente, lo siguiente… en una espiral que no acaba nunca y se vuelve más veloz con cada vuelta.

En serio, relájate. Si algo te preocupa hoy, empieza a indagar en eso sin prisas, las respuestas van apareciendo de forma progresiva y una después de otra, hasta dar con la clave final quizás meses después. Si algo no funciona en tu vida, muy bien, empieza a probar soluciones, pero con calma y una después de otra. No pretendas “acertar a la primera”.

Salir de la rueda de la rutina es olvidarnos un poco de los tiempos y los resultados y persevera en el camino de descubrimiento personal con alegría, con paz. No hay ninguna carrera que ganar y esa urgencia que sientes no es real, es sólo aparente, producto de una forma de vivir ansiosa e impaciente.

Punto número 2: El “no puedo” ¿Cuántas veces te dices a ti mismo “no puedo”?
No puedo hacer esto, no puedo hacer lo otro, uy a mi edad, quita, quita… Otra de las actitudes que nos mantiene atrapados en esa “carrera de la rutina” de la que hable es la sensación de impotencia. Una sensación de que las cosas no pueden cambiar, que no podemos hacer nada porque somos pequeños e insignificantes y nos falta fuerza de voluntad, constancia, valor o lo que sea.

¿Sabes una cosa? Eso es mentira. Cambiar no es fácil, cierto, pero ES POSIBLE si te empeñas en hacerlo poco a poco, paso a paso, sin desfallecer, utilizando todas las armas que posees (y si no sabes cuáles son, entonces tienes que conocerlas) y estando dispuesto a pagar los precios.

Que no puedes cambiar o mejorar una situación es una mentira que vas perpetuando día tras día y con esto, la engrosas, hasta que llegas a sentir que has perdido todo tu poder y eres un títere en manos de los demás o del destino… Derrotismo puro y duro, vamos.

Te sugiero que a partir de ahora no inviertas tanto tiempo en pensar que no puedes hacer algo y piensa en su lugar: ¿y cómo podría hacerlo? ¿dónde puedo encontrar herramientas e inspiración? ¿por dónde empezar? Y, desde ahí, empieza.

Punto número 3: Pensar que “no hay otra opción”, “la vida es así”, “me tengo que conformar” Son otros pensamiento bastante limitante es pensar que hay cosas que, aunque desagradables, son así y hay que aceptarlas porque total le pasan a casi todo el mundo.

Por ejemplo, si vivimos en una familia donde todos los miembros son obesos, podemos llegar a pensar que “es que es mi genética, es así y me tengo que aguantar” cuando en realidad lo que están fallando son una serie de hábitos de alimentación que no vas a revisar si te quedas con el pensamiento de “es que esto es así y no hay más”.

O poniendo otro ejemplo: la mayoría de la gente está estresada en su trabajo, cansada, discute con sus compañeros y se siente explotada. ¿Esto es así y hay que aceptarlo? No, para nada.

Estar mal en el trabajo tiene dos motivos, en mi opinión: uno externo y es que la presión a la que estamos sometidos en esta tan idealizada “sociedad del bienestar” es abrumadora.

Es abrumador el estrés emocional, fiscal, de productividad, burocrático y físico que soporta el trabajador medio (y sí, también la gente que vive de sus pasiones, te lo aseguro) y en algún momento como sociedad nos levantaremos contra esto y diremos: “que no, que no se nos puede exigir tanto”.

Que lo de la “sociedad del bienestar” es un cuento que cada vez se cree menos gente, que igual nuestros abuelos vivían con mucho menos pero más tranquilos…

Por otro lado, uno también tiene que poner de su parte en el trabajo, ser fuerte y decir “sí, estoy estresado, harto, cansado, pero decido no pagarlo con mis compañeros. Voy a sacar fuerza y entusiasmo, aunque me cueste, y voy a ser un líder y una persona positiva con los demás, hasta donde pueda“. Pero muy poca gente se hace este tipo de proposiciones, es más fácil dejarse llevar por las quejas y el pesimismo general.

En resumen, que el 90% de la gente tenga un comportamiento no significa que sea normal, ni que sea sano, ni que no se pueda cambiar. Ábrete a otras posibilidades, busca a ese 10% de la gente que es diferente, activa, auténtica, feliz y ¡únete a ese club! Únete a la masa crítica de personas que da lo mejor de sí y no se conforma con algo simplemente porque es lo habitual.

Finalmente mi conclusión: Salir de esta espiral en que la vida es cada vez más complicada, donde el nivel de gastos crece al mismo nivel que el de ingresos, donde tienes la sensación de que tienes muy poco poder de acción sobre tu vida, no es sencillo pero es posible. Y yo te recomiendo empezar a revisar estas tres ideas:

Las prisas por querer llegar a la solución lo antes posible. Porque la impaciencia es, justamente, un síntoma de que estás inmerso en un modo de vida antinatural y ansioso.

Todos tus “no puedo”. Sí, sí que puedes, otra cosa es que no siempre es fácil, ni a la primera, ni lleva un tiempo, pero eres más fuerte y más capaz de lo que crees si te permites verlo y probarlo.

El pensamiento de “como lo hace todo el mundo, debe de ser normal”. Un alto porcentaje de personas consume autodepresivos de forma habitual, por poner un ejemplo, y esto NO es lo normal. Busca a esa gente rara, diferente, valiente, que se atreve a hacer las cosas de manera distinta en vez de centrarte en la masa de hombres grises. Y créeme, cuando cambia tu forma de pensar, cuando empiezas a ver que hay alternativas y que la vida es mucho más excitante y luminosa de lo que te han contado, sencillamente ya no vuelves atrás.

Porque ¿sabes una cosa? Los cambios más bonitos, amables, conscientes, son los que se producen poco a poco sin que tengas que cambiar radicalmente tu rutina diaria. Las acciones impulsivas nos conducen a situaciones peligrosas que no sabemos cómo gestionar…

Saludos.

Patricio Varsariah.