Hay momentos en los que parece que todo esté inmóvil, congelado, y sin embargo la vida yace latente, dispuesta a abrir los ojos, desperezarse y despertar. Los momentos de stand by suelen ser preludio de un cúmulo de eventos, vicisitudes y nuevos acontecimientos. Tomo conciencia una vez más de los Ciclos que rigen la Vida, y de la impermanencia y transitoriedad de todos los fenómenos. Todo fluye, aunque a veces en el ralentizado proceso invernal no me lo parezca.

Todo acontece a cada momento, ahora. La naturaleza nos enseña que todo es transitorio, está vivo y en movimiento. Todo es un nacer y un morir, un renacer en el eterno devenir. Me asombro al tomar conciencia de que la Tierra es en sí misma una extraordinaria manifestación de la ley de la polaridad, del yin y el yang que conforma el Universo, y así cuando en el hemisferio norte es invierno en el sur es verano, y viceversa.

Todo cambia y se transforma, los fenómenos aparecen y desaparecen como sucede con los sueños al despertar. Lo que ha nacido morirá, lo que se ha recogido se dispensará, lo que se ha acumulado se agotará, lo que se ha construido se derrumba, y lo que ha estado en alto descenderá.

Me digo: “el Camino es algo más grande que tú que te lleva”. Siento que hay inicios y finales, hay temas que se están cerrando y otros que se están abriendo. Percibo la interdependencia de todas las cosas, la interconexión y la incertidumbre de la vida. Ahora mismo, sin embargo, experimentó un oasis entre acontecimientos, entre lo que es y lo que está por venir. Entre el Cielo y la Tierra, entre la vida y la muerte, entre “batalla” y “batalla” disfruto de un tiempo de descanso. 

Siento el eterno ir y venir, el círculo de ida y vuelta que se cierra sobre sí mismo. Y así, entre el amor y el miedo, la expansión y la contracción, la alegría y la tristeza, la confianza y la negatividad, entre el gozo y el sufrimiento, la irradiación y la opacidad. Entre la apertura y la de fensividad, el fluir y el estancamiento, el sostener y el soltar, la inocencia y la culpa, la gratitud y el resentimiento, entre el “hola” y el “adiós” respiramos, nos vinculamos, intimamos.

Cada quien se halla inmerso en el maremágnum de su vida. Ahora, descanso en la incertidumbre oceánica; entre ola y ola mi mente va y viene, instalada en el sagrado momento en el que me encuentro. Soy ola, movimiento y océano. Tomo conciencia junto al elemento fuego de las comprensiones que hace tiempo estoy integrando. Einstein  dijo que hay dos tipos de personas, aquellas que deciden vivir en un Universo hostil y las que deciden vivir en un Universo amigable. Decido vivir en un Universo amigable y acepto todo lo bueno que tiene para mí. Elijo despertar del sueño a cada instante, despertar a una conciencia mayor más amplia e inclusiva.

Agradezco lo que la vida me trae a través de algunas personas y circunstancias. Ahora soy capaz de asentir a lo que es, soy más paciente y menos crítico. Sé que soy como los demás, ni mejor ni peor, y como todos, inocente. Creo en mí y no dependo de que otros me aprueben y me halaguen. Elijo confiar. Confiar en la vida y en el fluir los acontecimientos, confiar especialmente cuando las cosas se ponen oscuras o complicadas. Hago lo que tengo que hacer, aún con miedo. Puedo transformar el miedo en amor e ilusión, y la culpa en alegría y placer. Suelto las viejas creencias limitantes y las preocupaciones por el futuro, respiro profundamente y permanezco relajado en el aquí y ahora. Me dejo sostener por el momento presente, disfrutando de cada paso del camino. En la quietud del silencio encuentro respuestas.

Procuro ir a mi ritmo, estar en lo mío, sentirme libre y dejar libres a los demás. Dejarme en paz y dejar a los otros en paz. No me preocupo por lo que otras personas piensan y hacen, entrego y dejo fluir mi creatividad. Me libero de intentar cumplir las expectativas que imagino algunos tienen sobre mí. Me hago cargo de mis sentimientos y necesidades. Soy fiel a mí mismo. Cultivo mis dones y los ofrezco generosamente. Conecto con lo que me apasiona. Reconciliando lo sagrado y lo profano, proyecto un buen futuro repleto de sueños. Bailo solo o acompañado. Bailo a mi ritmo. Pongo más corazón y más coraje, sin miedo ni apresuramientos. Decido lo que quiero hacer y lo hago libremente. Amo lo que hago. Practicó una mirada inocente, libre de juicios, comparaciones y descalificaciones. Deseo el bien y la abundancia a los demás.

Soy vulnerable e invulnerable a la vez. Me mantengo en contacto con mi energía vital, con mi niño interior, con el Ser que soy. Conecto con mis ritmos y equilibro el hacer con el no hacer, la actividad con la receptividad, los objetivos con los sueños. 

Sé que en la vida hay etapas de tsunami en los que todo se viene abajo y que son para mi bien porque se llevan lo que ya no necesito, y momentos para dar un salto cuántico. Permanezco abierta a las experiencias de la vida mostrándome como soy, siendo amable y receptivo con otros, procurando ser inofensivo. Disfruto de la naturaleza y me reconozco parte de ella.

Abandonó el vicio de la queja, la protesta y el victimismo. Agradezco y pido inspiración para mi trabajo. Quiero ser sincero, expresar mi verdad, escucharme, sentirme libre para decir “no”. Creo que todo es posible, merezco y tengo todas mis capacidades a mi disposición. Me abro a la vida y al amor, me implico y me entregó en las relaciones. Soy transparente sin tener que contarlo todo. Disfruto de las reuniones con los amigos y la familia. Me exhortó a compartirme y participar plenamente, a practicar el amor incondicional. Abrazo mi sombra, mi parte oscura, mis miedos, dudas, frustraciones, confusiones y complejidades. Abrazo la incertidumbre y la acepto como parte esencial de la existencia. Intento ser flexible y disfrutar de mi día a día. Me rindo a lo que es y a lo que fue. Me alineo con el momento presente para vivir conectado a mi centro.

Práctico la amistad incondicional conmigo mismo. Procuro mantenerme ecuánime antes las vicisitudes y los vaivenes de la vida, mantenerme sereno y en paz. Respirar, soltar y dejar ir. Desapegarme. Sonreír y recuperar mi sentido del humor. Abrir mi corazón y sentir su incandescencia. Me da igual lo que pase. Quiero vivir la aventura de la vida, no dar nada por hecho, no adelantarme a los acontecimientos. Dejar fluir. Tomo conciencia de que todo es perfecto y sigue a un plan divino, aunque en ocasiones no me lo parezca. Elijo confiar en el plan divino y cumplir con mi misión antes de librar mi ultima batalla sobre la Tierra. Considero las pruebas como oportunidades de crecimiento y creatividad, y procuro contribuir con lo inevitable.

Ocupo mi lugar en la vida, sin miedo ni culpa. Me abrazo, literalmente. Bailo abrazándome. Soy amigable con el momento presente. Me relajo en la presencia de mí Ser. Me recuerdo alinear mi voluntad con la voluntad divina y unirme al propósito que el universo tiene para mí. Confío en que el camino se me va revelando. Estoy unido a todos los seres en una red invisible. Estoy conectado con mi instinto sexual y mi creatividad. Sé que el éxito proviene de renunciar a él y mantenerme atento en el presente. Tomo conciencia de mis proyecciones sobre otros en busca en una percepción pura e inocente, vaciarme de los condicionamientos de mi ego.

Digo “si” a la vida y al amor. Elijo vivir sin resentimiento ni rencor, aceptando lo que es y lo que fue. Mirar con amor y aceptación. Amar lo que fue y a los que fueron. Perdonarlos a todos, y también a mí mismo. Limpiar los nudos familiares. Rendirme a la fuerza de mi corazón. Ansío más fuego creador y más liviandad, más alegría, más amor y más conciencia. Vibrar en una frecuencia superior, como cuando nos enamoramos. Asentir a la otra cara de la vida y el amor: la muerte, las crisis y las pérdidas, incluyendo el dolor porque forma parte del proceso espiritual, del despliegue del viaje de la consciencia. Sé que lo que viene, conviene. Ahora bien, sufrir por sufrir, total ¿para qué? Intento ser la que soy. Me pongo a disposición de la vida para conocer el propósito de mi alma.

Busco con ahínco la quintaesencia, el oro que subyace en nuestro interior. Experimentar que formó parte de la hermandad de los seres humanos. Cuando tomo conciencia de la luz de mi alma me permito brillar con luz propia. Soy un alma en evolución y dejo que ésta guíe mi camino en concordancia con lo divino. Confío en que el Gran Espíritu guía mis pasos. Honro la luz de mi esencia y la irradio como las flores su fragancia, despojándose de todo aquello que me impide manifestar plenamente el Ser que soy. Es mi viaje hacia el corazón.

Saludos.