un momento de no-retorno
Publicado por Patricio Varsariah el jueves, diciembre 22, 2016
Una de las cosas que más nos duele es cuando alguien nos defrauda. Y
cuando más nos duele es precisamente cuando más habíamos confiado en esa
persona y más seguro teníamos que jamás nos "fallaría". El error creo
que se basa en que esperamos de la gente, en que nos creamos
espectativas y, en muchas ocasiones, damos esperando recibir, no damos
incondicionalmente, que es como debería ser. Mejor es no esperar y amar
sin esperar nada a cambio. La magia de la vida aparece pues y te hace
más fuerte junto con los pequeños retos que te propone saber perdonar y
olvidar.
Cuando más duele es en el ámbito de las amistades y de la pareja, porque volvemos a confundir. Es hermoso saber que sabes que tal persona va a estar ahí siempre y bien sabemos que hay quien estará de esa manera. A mí me gustaría pensar así del todo, pero mi experiencia me ha mostrado que precisamente las personas que más pensamos jamás nos fallarán acaban desapareciendo y haciendo más daño si así lo permitimos y lo motivamos. ¿La causa? No la sé bien. Creo que es muy fácil decir "siempre estaré ahí", pero es complicado el mantener la promesa. Lo es porque somos vulnerables y nos vence muchas veces el orgullo haciéndonos tambalear la imagen de fidelidad que teníamos de esa persona.
Cuando le prometíamos el cielo esa persona era perfecta, pero es fácil que la vida nos juege malas pasadas y que por malentendidos o errores naturales esa persona deje de ser tan mágica. Entonces somos nosotros los que perdemos la magia y retiramos nuestro juramento. El orgullo comienza a funcionar y nos carcome. Y terminamos incluso en algunas ocasiones hasta despreciando a quien antes amabamos tanto.
Creo que hay que saber luchar contra el Ego y no provocar que llegue un momento de no-retorno, donde no seamos capaces de deshacer nuestros propios errores a la hora de prejuzgar o de no saber perdonar a esa persona. Es fácil amar a quien nos ama, el reto consiste en amar a quien no nos ama tanto. Con ese arma logramos maravillas, sobre todo, lo inimaginable de "recuperar" a esa persona. Pero si no confiamos nada lograremos. Saber perdonar es olvidar, porque acabamos con el rencor y retomamos la confianza. Sí, la confianza, porque amar no permite resquicio el rencor, porque el amar es algo puro que sólo ensucia el orgullo. Nosotros pintamos lo que vemos, permitimos la luz o la oscuridad, la magia o el hastío. El futuro es un cuadro que pintamos ahora, en este inmenso instante que es el presente.
Cuando más duele es en el ámbito de las amistades y de la pareja, porque volvemos a confundir. Es hermoso saber que sabes que tal persona va a estar ahí siempre y bien sabemos que hay quien estará de esa manera. A mí me gustaría pensar así del todo, pero mi experiencia me ha mostrado que precisamente las personas que más pensamos jamás nos fallarán acaban desapareciendo y haciendo más daño si así lo permitimos y lo motivamos. ¿La causa? No la sé bien. Creo que es muy fácil decir "siempre estaré ahí", pero es complicado el mantener la promesa. Lo es porque somos vulnerables y nos vence muchas veces el orgullo haciéndonos tambalear la imagen de fidelidad que teníamos de esa persona.
Cuando le prometíamos el cielo esa persona era perfecta, pero es fácil que la vida nos juege malas pasadas y que por malentendidos o errores naturales esa persona deje de ser tan mágica. Entonces somos nosotros los que perdemos la magia y retiramos nuestro juramento. El orgullo comienza a funcionar y nos carcome. Y terminamos incluso en algunas ocasiones hasta despreciando a quien antes amabamos tanto.
Creo que hay que saber luchar contra el Ego y no provocar que llegue un momento de no-retorno, donde no seamos capaces de deshacer nuestros propios errores a la hora de prejuzgar o de no saber perdonar a esa persona. Es fácil amar a quien nos ama, el reto consiste en amar a quien no nos ama tanto. Con ese arma logramos maravillas, sobre todo, lo inimaginable de "recuperar" a esa persona. Pero si no confiamos nada lograremos. Saber perdonar es olvidar, porque acabamos con el rencor y retomamos la confianza. Sí, la confianza, porque amar no permite resquicio el rencor, porque el amar es algo puro que sólo ensucia el orgullo. Nosotros pintamos lo que vemos, permitimos la luz o la oscuridad, la magia o el hastío. El futuro es un cuadro que pintamos ahora, en este inmenso instante que es el presente.