Mi intención con este escrito es que una cosa debemos tenerla muy clara:                                                       
Siempre hay que guardar un tiempo para nosotros. Llevamos toda nuestra vida comportándonos de una forma determinada, por lo tanto, el cambio requerirá de tiempo, esfuerzo y paciencia. Asimismo, este cambio sorprenderá a nuestro entorno e incluso puede haber veces que no lo entiendan.

El pensar en uno mismo no es egoísmo, lo más importante ahora es tu felicidad, tu bienestar, tu salud y tu cuidado. Después de haber formado un hogar guiando y educando a los hijos, ahora eres Tú y luego los demás, parejas, padres, hijos, hermanos, amigos…

A muchos, esta idea les sorprende, puesto que, en muchos casos, la educación que hemos recibido de nuestras familias y el mensaje de la sociedad, ha ido en otra dirección. Nos han educado para anteponer y satisfacer los deseos, intereses y necesidades de los demás antes que los propios.

 Asimismo, aparecen verbalizaciones del tipo "pensarán que soy un/a egoísta", "lo primero son mis hijos", etc. Pensar y actuar de esa manera, tiene una serie de consecuencias negativas, entre ellas, un desgaste físico y mental por estar siempre disponible para los demás, problemas psicosomáticos (dolores de cabeza, dolores de estómago…) por no ser capaces de decir que no y anteponer nuestras necesidades. Consecuencias relacionadas con la aparición y gestión de determinadas emociones como la culpa, así como un posible deterioro en las relaciones personales.

El egoísmo podemos definirlo como el excesivo aprecio o interés que tiene una persona hacia sí misma y esto le hace atender su propio interés antes que el de los demás.  Realmente, ¿es esto tan malo?

Pensar en uno mismo es algo que se hace desde la infancia, los niños sólo miran por ellos mismos, por sus necesidades y el mundo gira a su alrededor. Esto es una característica normal de la evolución humana, del crecimiento y del descubrimiento de lo que les rodea. Por tanto, pensar en uno mismo, es instintivo en el ser humano desde la infancia.

Cada uno de nosotros tenemos nuestro propio sistema de creencias que viene determinado por la educación que hemos recibido y las experiencias vividas. Estas creencias nos ayudan a interpretar el mundo y de ellas se derivan nuestros pensamientos. Por tanto, cada uno de nosotros tenemos un concepto distinto del egoísmo.

Cuando alguna persona nos pide que hagamos algo por ella y por el motivo que sea decidimos no hacerlo, normalmente recibimos el mensaje de que somos egoístas. Esto nos conlleva un gran malestar, pero ¿realmente estamos siendo egoístas nosotros por decir que no o es la otra persona la que está siendo egoísta por no estar empatizando y respetando mi decisión de decir que no?

Es importante distinguir entre ser y actuar, ya que no es lo mismo ser una persona desconfiada que actuar de forma desconfiada.  No vamos a juzgar a las personas por sus conductas. No hacer algo que alguien nos ha pedido en un momento determinado, no es ser egoísta. Todos tenemos derecho a decir que no sin sentirnos culpables.

Detrás de la idea de anteponer las necesidades de los demás frente a las nuestras está el miedo al rechazo, a la discusión o enfrentamiento. También hay una fuerte necesidad de ser aceptado y querido por los demás y tenemos miedo a que, si no estamos ahí para los demás, no vamos a tener su cariño y aprobación. Por mucho que nos esforcemos en estar siempre ahí para los demás, siempre habrá algo o alguien que pueda reprocharnos y valorarnos negativamente.

Por ello, resulta fundamental dejar de estar pendiente de lo que opinen los demás y pensar en uno mismo, ya que solo así nos sentiremos libres.

Lo importante es encontrar el equilibrio entre ser complaciente con los demás (siempre y cuando estemos bien en esa situación y sea por decisión propia) sin olvidarnos de nosotros. Para encontrar ese equilibrio tenemos el asertividad, que es la capacidad de atender las necesidades de otros sin desatender las nuestras propias. Respetar las necesidades de la otra persona implica reconocerlas, pero no tener que cumplirlas.

Están acostumbrados a vernos actuar de una determinada forma (siendo en muchos casos beneficioso para ellas o ellos) y frente a ese cambio va a haber resistencias, sobre todo si supone acabar con la comodidad de alguien.

Quiero invitarte a pensar en ti, ya que cuando estamos bien, podemos ayudar a los demás, nuestro estado de ánimo se contagia, aprendemos a ver las cosas de otra manera y lo trasmitimos a los demás.

Busca complacerte a ti, quien te quiere, estará ahí, con tus defectos y tus virtudes. ¡Aprende a pensar en ti y decidir qué es lo que quieres en la vida!

Saludos y feliz fin de semana.
Patricio Varsariah.