Las personas a veces inconscientemente evaluamos a los demás basándonos únicamente en cosas observables, en su aspecto físico, vestimenta, en su círculo social, en el sector en el que vive, etc; y al hacerlo creamos una división entre ellos y nosotros y ponemos un muro entre aquellos que son como yo y aquellos que no. Pero la verdad es que cuando somos capaces de evaluar a una persona más allá de por cómo se ve, más allá de “su portada”, nos llevamos gratas sorpresas.

Las personas somos muchos más que sólo portadas, somos mucho más bellos y complejos que eso, todos nosotros, sin excepción. Cuando nos damos la oportunidad de ver a los demás por lo que son realmente, por lo que hacen, por cómo viven, por lo que entregan al mundo, por lo general aprendemos mucho de la vida,  hay muchas más cosas que nos unen como seres humanos de las que nos separan.

La esperanza no es racional, la esperanza no siempre hace sentido y la esperanza parece siempre ver más allá de lo evidente. Pero si no nos queda esperanza, ¿Qué nos queda? La esperanza es hermosa, es como una sola vela prendida en la noche más oscura, nunca la tenemos que perder, porque nos da la luz que necesitamos para continuar por nuestro camino. La esperanza nos hace seguir adelante, no rendirnos, nos alimenta los sueños y consuela nuestras desilusiones. La esperanza es vital porque ilumina el camino hacia la felicidad.

Nunca debemos perder la esperanza, porque aunque el panorama luzca muy oscuro, no nos olvidemos de que hasta de las nubes más negras cae agua limpia. Todos tenemos defectos, a veces nos hace bien reírnos de ellos. Nuestras vidas están llenas de ironías y dificultades, pero ninguna se deja deprimir por ellas.

La vida con una enfermedad degenerativa puede ser divertida y también triste. Pienso que muchas personas encuentran que tener una discapacidad es atemorizante, pero lo que queremos es que las personas se relajen alrededor de nosotros, ya que la mayoría de nosotros sabe por experiencia que tener un sentido del humor acerca de las cosas hace que la vida sea más fácil.

Hay ciertos estudios que respaldan que el reírnos de nosotros mismos contribuye con que seamos más felices y mejora nuestro humor en general. Además nos hace personas más resilientes y aumenta nuestra capacidad de perdonar a otros y a nosotros mismos. “Si puedes reírte de ti mismo, te puedes perdonar a ti mismo”  y “si puedes perdonarte a ti mismo, puedes perdonar a otro.” 

Cuando somos capaces de derribar nuestros prejuicios y nuestras preconcepciones acerca de los demás nos damos cuenta de sus potenciales y vemos cosas que quizás nadie más valora. Muchas veces lo único que necesita una persona es que otro crea en ella, y de esa manera ella comienza a creer en sí misma. Las personas merecen que les des una oportunidad, ya sea que cumplan con expectativas o no, todo el mundo merece la oportunidad de probarse a si mismo y todo el mundo merece que alguien crea en ellos.

Alguna vez te ha pasado que alguien muy mayor o muy menor dice algo que te hace echar la cabeza para atrás y pensar, ¿cómo no me había dado cuenta de eso antes? Esto sucede porque muchas veces son las personas más diferentes a nosotros las únicas que nos pueden ensanchar la mirada frente a la vida y hacernos ver todo aquello que no estábamos viendo. ¿Por qué? Porque la vida es muy diversa y nos necesitamos los unos a los otros para entenderla en su completa extensión.

Todos tenemos nuestras propias historias, nuestras propias experiencias y nuestros  propios sentimientos; y todos tenemos algo que entregar a los demás. Nuestra vida es única y por lo tanto nuestra visión también, nunca pienses que no tienes nada para enseñar a otro. Tú por ser tú eres muy valioso para alguien más, preocúpate de entregar lo que guardas dentro.

La vida es mucho más rica cuando se toma con humor, ¡haz la prueba!