todo termina..
Publicado por Patricio Varsariah el jueves, febrero 9, 2017

Hoy a la madrugada me vino a mi mente una frase que lo escuche o leí en alguna parte y dice así : Dejad que los muertos descansen y que el pasado quede en el pasado.Y como siempre despierto y en el silencio de la madrugada escribo para aligerar la carga, para dejar latir lentamente a mi corazón, y hoy es sobre la muerte que es un tema que me apasiona y que lamentablemente muchos optan por ignorar. Tratan de esconderla, de no ver y de ni siquiera imaginar cómo sería la vida cuando un ser amado muera.
Hay muchas personas que les aterra pensar en su propia muerte y con toda arrogancia ignoran que todo en la vida es impermanente. Esto es sembrar la semilla del sufrimiento porque cuando nos enfrentamos a un fenómeno natural frente a frente,como un terremoto, un tsunami, etc.. carecemos de los elementos para entender y para dejar ir. En cambio, nos clavamos flechas envenenadas en el corazón. Una tras otra tras otra; y no soltamos la memoria, los recuerdos y hasta disfrutamos mantener las heridas abiertas. No es que debamos huir del dolor y tampoco se trata de olvidar a las personas que se fueron. También, no importa cuánto nos preparemos, la muerte siempre duele.
Lo que hace la diferencia es saber que somos nosotros los que podemos dejar ir los sentimientos que nos ahogan, para poder liberarnos. A los seres amados que se van hay que recordarlos con gratitud, con respeto y sonrisas; para luego seguir la vida con el conocimiento de que su legado vive en nosotros.
No soy nadie para decir si existe algo después de la muerte. La verdad es que no lo sé. Lo que sí puedo decir es que llevar en la espalda el peso del dolor de la muerte de alguien, es un cáncer que va devorando nuestra energía vital y la sonrisa. He conocido a personas que viven en pena y que no vuelven a ser felices por llevar el luto y la culpa clavados en el corazón. Si hay una lección importante que me ha enseñado los años y la vida, es la impermanencia.
No importa cuánto nos esforcemos, cuánto dinero invirtamos y cuánto nos resistamos, la realidad es que todo muere. Cuando comprendemos esto, la vida y la salud se convierten en el tesoro más grande. Nos da amplitud para saborear el momento actual, cada segundo que pasamos en este plano existencial.
México es un país con infinitas tradiciones y costumbres, pero si hay algo que les da identidad nacional y que todos los mexicanos celebran, es el Día de Muertos (2 de noviembre). Esta fiesta se observa desde tiempos precolombinos y nos dice mucho del respeto (y miedo) que sentimos por la muerte. Por muchas ciudades y pueblos mexicanos se pueden ver altares con flores y comida, dulces, tequila e imágenes de la misma muerte; nuestra compañera inseparable.
La muerte es parte de la vida. Una no existe sin la otra y el final de octubre y principio de noviembre, es la época en la que el velo entre la vida y la muerte se vuelve delgado y los ecos de los que ya se fueron regresan. Y en la mayoría de los casos su partida sigue doliendo porque simplemente nos negamos a dejar ir la memoria y el cariño. Es una gran pena que estas culturas occidentales no nos enseñen que todo en la vida es impermanente, que todos vamos a morir. Si tan sólo lográramos entender esto, el proceso de muerte y despedida sería mucho más tranquilo de lo que es ahora. Y es aun más doloroso ver cómo hay personas que jamás pueden salir adelante de la pérdida de un ser amado.
Mi compañera del Camino, quiero que cuando yo muera, no sufras por la perdida de un ser que te amo mucho, y en tus momentos de dolor y tristeza,estira todo tu cuerpo. Siéntate en una silla cómoda, con la espalda recta sin recargarla en el respaldo. Enciende unas velas (tu sabes que me gusta tanto alumbrar la casa con velas) y apaga las luces. Cierra tus ojos y respira profundamente, varias veces. Trata de tranquilizar y relajar todo tu cuerpo. No avances al siguiente paso hasta que todos tus músculos estén relajados.Luego regresa tu respiración a ritmo normal. Piensa en mi que se fue y que extrañas mucho. Recuerda todos los buenos momentos, el aprendizaje, las risas y las lágrimas. Quédate en ese momento favorito, donde más disfrutaste mi compañía. No hay prisa. Siente que te miro a los ojos por un largo momento. Con una voz tranquila y en calma yo se que te diré: “Muchas gracias por recordarme, eso me hace muy feliz. Tuve una vida llena de aprendizaje. Ahora estoy bien, no hay dolor ni enfermedad, no tengo hambre, frío ni calor. Por favor mira la llama de las velas, son brillantes y generan un calor muy agradable. Va a brillar por un largo rato y luego se apagarán. Esa fue mi vida. Así es la vida. Abre tus ojos y mira una vela. Di en voz alta. “Muchas gracias por tocar mi vida, aprendí mucho de ti. Es hora de que descanses y que los dos seamos libres para seguir adelante. Adiós. Adiós. Adiós.” Quédate en silencio observando la vela. Mira cómo se consume. Esa es nuestra vida. Esa es la naturaleza de las cosas. Todo se acaba, pero todo brilla y nos deja su calor.
Mi objetivo primordial es que entiendas que todo termina y que entre más te aferres al recuerdo de alguien que murió, nunca cerrarás el ciclo y te causarás mucho daño. No serás libre para moverte a nuevas experiencias en tu vida. Suelta a esas personas que se fueron. Es tiempo para que tú escribas tu propia historia. Hoy es el tiempo en que debes hacer brillar tu propia luz y dar calor a los que te rodean.
Este escrito dedico a todos los seres vivos que estamos sufriendo por enfermedad y enfrentando la muerte. Que la Luz Dorada de Todo Lo Que Es nos una en compasión y ayuda mutua.