.

Las personas aprendemos a comportarnos de forma socialmente aceptable e internalizamos las normas sociales mediante un aprendizaje que contiene elementos de condicionamiento operante. Pero no puede serlo todo. 

Debo creer —de lo contrario, la vida no tendría mucho sentido para mí— que somos inherentemente libres. Que, bajo los guiones, las expectativas y todos los deberes, hay una pequeña isla en nuestro interior donde se planta la semilla de la libertad. Y si la cuidamos con cuidado e intención, brotará un delicado tallo verde. Y si la cuidamos más, con curiosidad y responsabilidad, crecerá fuerte.

Hace unos años, le di una pausa a mi vida. No recuerdo exactamente cuándo ocurrió. No fue un evento aislado. Fue como una serie de decisiones vagas, apenas articuladas, que, en ese momento, me parecieron más a aceptar la vida tal como era que a rendirme.

Aceptarla a veces puede sentirse como libertad. A veces es la manifestación de la libertad: una decisión deliberada que tomamos basándonos en la información disponible y aprovechando todo nuestro potencial.

Sin embargo, ese no fue mi caso. Me entregué a una vida sin libertad, sin darme cuenta. 
Inventé mil razones por las que la vida que una vez quise para mí no era posible. Mil excusas. Me aseguraba que estaba bien vivir de una manera que no se ajustaba a mis deseos y valores. Porque así es la vida.

Pero no lo es. La vida no debería ser una respuesta inerte a las circunstancias.

El existencialista en mí despertó de nuevo cuando mi sentimiento predominante comenzó a ser, no apatía, sino miedo: el miedo a que mi vida transcurriera en una jaula que yo mismo construí.

Cuando el terror me invadió, no pude hacer nada más que concederme la libertad que necesitaba. O, existencialmente hablando, condenarme a la libertad. A menudo asociamos a los pájaros con la libertad, pero en realidad no son libres. Pero los humanos sí. Los humanos no tenemos una esencia fija como los objetos y los animales. En cambio, somos libres de elegir cómo vivimos. No solo respondemos a nuestras circunstancias pasadas o presentes, sino que creamos significado. 

Pero este tipo de libertad a menudo no es fácil. Implica la responsabilidad por nuestras decisiones. Y cuando vivimos según los principios de libertad y responsabilidad, somos responsables de cada una de nuestras decisiones: las buenas, pero también las que resultaron ser erróneas.

Creo que aquí es donde surgen todos los patrones de autosabotaje y procrastinación (La procrastinación tiende a ser caracterizada como un atributo negativo, debilidad, o mal hábito que debemos combatir ) al saber que somos responsables no solo de lo bueno, sino también de todo lo que no percibimos como bueno en nuestras vidas, incluyendo nuestra relación con nosotros mismos, con nuestros semejantes, con el trabajo y con el ocio. 

A veces sentimos o hacemos cosas que luego identificamos como inaceptables. A veces, la presión de la libertad y la necesidad de elegir constantemente es excesiva. Caemos en la inercia y desplazamos el control de nosotros mismos al entorno y las circunstancias.

Existe un concepto llamado "guion de vida" es como "un plan de vida elaborado en la infancia, reforzado por los padres, justificado por eventos posteriores y que culmina en una alternativa elegida.

Empezamos a escribir nuestra historia de vida —nuestro guion— desde que nacemos. Debido a la información insuficiente, la inmadurez de las habilidades cognitivas de los niños y los mensajes verbales y no verbales que reciben de sus padres, estas conclusiones, decisiones y creencias tempranas a menudo no se ajustan a la realidad. Esto crea la base para una visión distorsionada de uno mismo, de los demás y del mundo.

Tomar conciencia de este plan inconsciente, creado en la infancia y que limita y determina nuestra trayectoria vital, abre la puerta a una vida más plena.

Vivimos de forma autónoma cuando utilizamos tres capacidades fundamentales:

1.- La conciencia implica que nuestra experiencia de la realidad no está distorsionada por experiencias pasadas ni decisiones tempranas.

2.- La espontaneidad es la capacidad de tomar decisiones conscientes y libres utilizando todo nuestro potencial, en lugar de seguir un programa. Permite la autoexpresión auténtica y respuestas genuinas.

3.- La intimidad se refiere a la capacidad de conectar profunda y auténticamente con los demás, pero también a la capacidad de estar solo y establecer límites. 

Las personas que han logrado desechar sus guiones (y las pocas que nunca los escribieron de niños) viven libres, veraces y conscientes. Abordan la vida y se plantean preguntas difíciles con discernimiento y honestidad, adaptando siempre sus acciones a la interacción entre sus experiencias familiares y emergentes de sí mismos, de los demás y del mundo.

Todavía no he abandonado mi guion de vida ni he abrazado la autonomía plena. En demasiadas situaciones, tengo que resistir la tentación de reaccionar según mis viejos y a menudo disfuncionales patrones. A menudo necesito darme un empujoncito para ir un paso más allá, elegir deliberadamente y forjar un significado. Pero lo estoy logrando.

Estoy escapando pregunta a pregunta, y a veces sin una respuesta definitiva. Decisión a decisión. Pensamiento a pensamiento.

Lo estoy haciendo recordándome constantemente que soy el escritor de mi vida y que ser honesto conmigo mismo no me hace intrépido, pero sí valiente. Y la autonomía es precisamente eso: el resultado de la determinación y la valentía de vivir en armonía con nosotros mismos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com