Soy Como un árbol.
Publicado por Patricio Varsariah el martes, octubre 22, 2019

Para mí siempre los árboles han sido los predicadores más penetrantes. Los veneros cuando viven en tribus y familias, en bosques y arboledas. Y aún más los adoro cuando están solos. como yo las personas solitarias, no como los ermitaños que han huido de alguna debilidad, sino como grandes hombres solitarios como Beethoven y otros.
Cuando estamos afectados y no podemos soportar más nuestras vidas, entonces un árbol tiene algo que decirnos: ¡Quédate quieto! ¡Estate quieto! ¡Mírame! La vida no es fácil, la vida no es difícil. Esos son pensamientos infantiles. Deja que Dios hable dentro de ti y tus pensamientos se callarán. Estás ansioso porque tu camino se aleja de la madre y del hogar. Pero cada paso y cada día te llevan de nuevo a la madre. El hogar no es ni aquí ni allá. El hogar está dentro de ti, o el hogar no está en ninguna parte.
En sus ramas más altas el mundo susurra, sus raíces descansan en el infinito; pero no se pierden allí, luchan con toda la fuerza de sus vidas por una sola cosa: realizarse de acuerdo con sus propias leyes, construir su propia forma, representarse a sí mismos. Nada es más sagrado, nada es más ejemplar que un árbol hermoso y fuerte.
Cuando un árbol se corta y revela su herida de muerte desnuda al sol, uno puede leer toda su historia en el disco luminoso e inscrito de su tronco: en los anillos de sus años, sus cicatrices, toda la lucha, todo el sufrimiento toda la enfermedad, toda la felicidad y la prosperidad están verdaderamente escritas, los años estrechos y los años lujosos, los ataques que resistieron, y las tormentas que perduraron. Y cada joven agricultor sabe que la madera más dura y noble tiene los anillos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro continuo crecen los árboles más indestructibles, más fuertes e ideales.
Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos, quien sabe escucharlos, puede aprender la verdad. No predican el aprendizaje y los preceptos, predican, sin inmutarse por los detalles, la antigua ley de la vida.
Un árbol dice: un grano está escondido en mí, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. El intento y el riesgo que la eterna madre tomó conmigo es único, la forma y las venas de mi piel son únicas, el juego más pequeño de hojas en mis ramas y la cicatriz más pequeña en mi corteza. Fui hecho para formar y revelar lo eterno en mi más pequeño detalle especial.
Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de los mil niños que cada año surgen de mí. Vivo el secreto de mi semilla hasta el final, y no me importa nada más. Confío en que Dios o el universo este en mí. Confío en que mi trabajo es sagrado.
Un anhelo de vagar me desgarra el corazón cuando escucho árboles susurrando en el viento al atardecer. Si uno los escucha en silencio durante mucho tiempo, este anhelo revela su núcleo, su significado. No se trata tanto de escapar del sufrimiento de uno, aunque parezca ser así. Es un anhelo por el hogar, por un recuerdo de la madre, por nuevas metáforas de la vida. Lleva a casa. Cada camino lleva a casa, cada paso es nacimiento, cada paso es muerte, cada tumba es madre.
Entonces, el árbol susurra por la noche, cuando nos sentimos incómodos ante nuestros propios pensamientos infantiles: los árboles tienen pensamientos largos, de respiración larga y reparadores, al igual que tienen vidas más largas que las nuestras. Son más sabios que nosotros, siempre y cuando no los escuchemos. Pero cuando hemos aprendido a escuchar los árboles, la brevedad, la rapidez y la rapidez infantil de nuestros pensamientos logran una alegría incomparable.
Patricio Varsariah.