Somos arquitectos de nuestra realidad.
Publicado por Patricio Varsariah el miércoles, septiembre 24, 2025

De joven, siempre buscaba gratificaciones inmediatas porque carecía de paciencia a corto plazo. Sin embargo, con el paso de los años y la madurez, en cuanto a la proyección de futuro y el logro de metas, la necesidad de inmediata no es tan intensa. Podemos esperar largos periodos hasta que llegue nuestro momento.
A veces, la ansiedad de esperar mucho por algo trae como consecuencia la decepción de que ese algo sea inesperado. A menudo nos dicen que esperar siempre vale la pena, que hay que tener paciencia porque las cosas siempre llegan.
He aprendido con el tiempo que, si lo deseas, nuestra vida empezará a cambiar en el momento en que dejes de esperar y ajustamos tus expectativas a la realidad. Debemos ser agentes activos de nuestro presente, creadores de nuevos pensamientos y emociones que impulsen nuevas acciones.
Hay muchas personas que hacen de su existencia una antesala eterna donde todo se sueña, pero donde nada llega. Por otro lado, otras experimentan una retroalimentación muy negativa ante estos estados de postergación de la recompensa o de ese objetivo vital.
Es evidente que no todas las personas enfrentan las situaciones de espera de la misma manera: mientras algunas se impacientan, otras optan por acomodarse a ellas. En este último caso, emerge lo que diversos autores han denominado un «mal moderno»: la procrastinación, entendida como la tendencia a posponer sistemáticamente aquellas tareas u obligaciones que deben ser atendidas en el presente.
Conviene señalar que la procrastinación no puede ser reducida únicamente a la pereza. Se trata, más bien, de un fenómeno de naturaleza social y psicológica que implica el aplazamiento de actividades, bajo la expectativa —en muchas ocasiones infundada— de que el futuro ofrecerá mejores condiciones para su resolución.
El individuo que procrastina tiende a sobreestimar el tiempo disponible para cumplir con una tarea o proyecto. Suele postergar la acción en espera de un supuesto “momento oportuno” que, en la práctica, rara vez coincide con el aquí y ahora. Este comportamiento no se restringe a quienes llevan un estilo de vida pasivo; También se manifiesta en sujetos altamente activos y creativos, que disfrutan formulando ideas y proyectos, pero que con frecuencia los abandonan sin concluirlos al verso atraídos por nuevos metas u objetivos.
Las cosas nunca llegan solas; Es posible que el destino nos traiga suerte en un momento dado, pero esto no es muy frecuente. El futuro no resuelve las cosas si no propiciamos el movimiento con antelación; la acción y el deseo de cambio están en nuestra mente.
Deja de esperar y tu realidad será diferente. Vives mejor sin esperar nada de nadie y esperándolo todo de ti mismo.
Debemos aprender a dejar de vivir en modo espera: debemos ser arquitectos de nuestra realidad. Aunque dicen que todo llega para quienes saben esperar, en realidad, vivir en modo espera puede llevarnos a un estado de frustración e impotencia desesperados. Es muy peligroso posponer las cosas o esperar a que el futuro nos traiga, por sí solo, nuestras metas; Debemos ser agentes activos de nuestra realidad.
Dejemos de centrar nuestras expectativas sólo en el mañana: con esto no quiero decir que no debamos tener en cuenta el futuro, pero para que el futuro que soñamos sea factible es necesario actuar en el aquí y ahora.
Dejemos de esperar tanto de los demás: tener expectativas altas en quienes nos rodean nos trae sufrimiento. Esperamos resultados en nosotros mismos, adoptamos una actitud realista sobre lo que nos rodea y seamos receptivos en lugar de exigentes con quienes nos rodean.
No existe una vida perfecta, pero sí un estado en el que podemos ser felices.
Con esta idea, una vez más, se resume el peligro de establecer expectativas altas. La perfección no existe, pero sí tiene ese maravilloso equilibrio que te permite ser tú mismo y sentirte orgulloso de lo que tienes.
Fortalezcamos nuestra capacidad de actuar y decidir sin miedo. Ser protagonistas de nuestra historia nos obliga a ser agentes activos de transformaciones continuas que debemos llevar a cabo sin temor.
A veces pasamos el tiempo soñando con un futuro que, cuando llega, no nos trae nada nuevo. Entonces volvemos a esperar, a proyectar. En lugar de frustrarnos, deberíamos ser capaces de iniciar un cambio, diseñar un plan, salir de la zona de confort, tocar la luna con la punta de los dedos siempre que sea posible...
En definitiva, corresponde aspirar a metas que estén a la altura de nuestro potencial.
Saludos.
Patricio Varsariah.