Después de todos los esfuerzos, he superado mis finales y con ellos mi pasado: he entendido que un final es la oportunidad de volver a vivir otro comienzo. Siempre recuerdo y especialmente cuando lo necesito, aquella idea similar de que para que pueda darse un día nuevo tienes que haber visto cómo pasaba la noche.

Cada día es una oportunidad para que sea nuestro mejor comienzo en cualquier ámbito o para mantenernos aquello que nos hace feliz. No hay que perder nunca la certeza de que de los malos momentos sacamos fuerzas que no pensábamos que teníamos y reconstruimos valores que estaban estancados.

El tiempo y los acontecimientos van a la par en el cambio y las personas cambiamos también con ello. Crecemos y aprendemos de los errores que cometemos y que cometen con nosotros, vivimos y soñamos con la felicidad que recogemos y aportamos. Por eso, un final puede ser nuestro mejor comienzo, tu mejor comienzo. Pasará cierto número de años y moriremos. Ese quizá sea nuestro final definitivo, pero hasta entonces todos los días serán la suma de la gran historia de vida: una historia que queremos vivir y que se compone de otras muchas historias marcadas de momentos, sentimientos y vivencias que dan comienzo y que también acaban. Es así como todo empieza y todo finaliza.

Las experiencias se superponen y ninguna nos deja indiferente, porque tienen su duración necesaria para aportarnos lo que debe y después irse. Lo peor que podemois hacer en este sentido, es seguir creyendo que algo dura cuando ya terminó.

Solo si aceptamos el final, creerémos en el comienzo. Asumir que rendirse no es una opción es una de las premisas que más debemos recordado siempre. En este contexto me parece apropiada porque es justo en el momento en el que nos hemos dado cuenta de estamos aceptando que algo ha acabado cuando es más sentimos que no nos habíamos rendido.

No es una opción creerse que la realidad no es la que es: me obligo a aceptar que hay personas que se van o que yo puedo irme, que hay ciudades que tengo que dejar atrás o que algo que era ya no puede ser más veces. En otras palabras, no se trata de empezar de cero sino de aprender a ser con lo que somos y con quién podemos ser.

La incomprensión cuando ha llegado el momento de acabar con algo provoca inseguridad, desorientación y dolor: todos nos vemos dentro de laberintos, situados justo en la puerta de salida, pero sin las llaves que nos permitan salir y continuar. En esos momentos yo, como todos, no vemos nada en claro y los finales parecen que se extienden en el tiempo sin concluir definitivamente.

Podemos darnos cuenta, solo cuando hemos llegado al fondo de lo que ocurría, que teníamos que llevar el mando de nuestra vida y ser uno quien debe esforzarce en cerrar completamente ese final inconcluso.

La capacidad de resiliencia es lo que nos da soporte y nos ayuda a mirarnos reflejados en el pozo para aprender de lo que vemos. De esta manera, aunque la incomprensión haya cortado nuestra risa alguna vez, podremos descubrir que aún podemos seguir riendo: a pesar de que todo esté perdido, podemos volver a encontrarnos. 

Saludos.

Patricio Varsariah