Esta mañana al mirarme al espejo he podido notar que tengo mas arrugas que ayer y reflexiono sobre estos surcos que guardan en su misterio la belleza del paso del tiempo y de las alegrías vividas en todos los años. Nuestras sonrisas arrugan nuestro rostro y pliegan nuestros ojos, ejerciendo un gran poder y forjando a su vez una mirada limpia y noble que nos llena de bondad.Así, la belleza envidiable es aquella en la que reposa plácidamente la serenidad. Esta se hace eco de lo ilimitada que es nuestra capacidad de sentir, aceptar y disfrutar de nuestras emociones.

Dicen que las arrugas nos recuerdan el lugar en el que han estado las sonrisas. Por eso, cada pliegue de nuestra piel puede ser el reflejo de una alegría inesperada que probablemente ni siquiera recordamos pero que nos solucionó la vida en los momentos más difíciles.Si nos vamos a arrugar que sea de tanto reír dicen en mi pueblo.

Lo importante no es sumar años de vida, sino vida a los años. Nuestro presente ha sido sembrado con las semillas del pasado. Por esta razón y dado que ya no podemos hacer retroceder las manecillas de nuestro reloj, es el momento de convertir nuestro presente en un buen futuro.

Solo nosotros podemos lograr vivir en plenitud, cuidarnos y disfrutar de cada día, siempre y cuando sea a nuestra manera. Somos los responsables de lidiar con nuestras propias guerras y ponerle entusiasmo a nuestras andanzas. Para sumar vida a nuestros años debemos tomar conciencia de que cada sonrisa que acumulemos será un orgullo el día de mañana cuando nos  miremos al pasado.

Los años arrugan la piel, pero solo el abandono del entusiasmo arruga el alma. El pesar, la duda, la propia desconfianza, el miedo a la desesperación, son los años que encorvan el corazón y conducen el espíritu floreciente a las sombras. Ya se tenga dieciséis o sesenta, siempre existe en cada corazón humano el impulso a la maravilla, el suave asombro ante las estrellas, el desafío a los acontecimientos, el apetito infantil por la vida.

Cuando menos nos lo esperamos, todo puede salir bien. Por eso, cada día tenemos en nuestras manos la decisión de vestirnos con una sonrisa o con una triste decepción. Somos nosotros quienes determinamos lo que merece la pena y lo que merece la alegría en nuestra vida. Una persona no envejece cuando se le arruga la piel, sino cuando se le arrugan sus sueños y sus esperanzas. En esto poco tiene que ver la cantidad de años que haya vivido, pues en realidad la suma de sus actos y de su espíritu se resume en la persecución de sus metas e ideales.

Podemos ponerle ganas a todo aquello que nos aporta y que nos suma a la vez que dejamos de lado todo lo que nos resta. Desterremos de nuestra mente el “no puedo” y debemos desechar y combatir a ese obstáculo principal en nuestra vida que es la edad. Pensemos que cuanto más disfrutemos de los mares que surcan nuestras sonrisas, más grande se hará nuestra alma y nuestro corazón. Porque el brillo de nuestra mirada crece y enriquece, haciendo que no perdamos la ilusión de vivir aunque nos falten las fuerzas.

Hagamos que cada año de nuestra  vida surque nuestra piel, convirtiendo en eterno cada segundo de nuestra vida y no renunciar al placer de sentir un golpe de aire fresco en nuestro rostro.No permitamos que la amargura le gane la batalla a nuestras ganas, miremos con orgullo la vida, sonriamos siempre que podamos y ganemos un lugar tranquilo en el que podamos dormir junto a nuestra paz interior. No debemos olvidar nunca que estamos gozando de un viaje sin retorno.

Finalmente permitamos que la vida nos hechice, atesore recuerdos,arranquemos destellos a los años y recordemos a nuestra piel dónde estuvieron aquellas sonrisas de las que disfrutamos tanto. Me levanté un día y, como no sabía qué ponerme, me puse feliz. Es mi vestido de la suerte, mi traje de gala.

Saludos
Patricio Varsariah