Simplifica tu vida. Protege lo que realmente importa.
Publicado por Patricio Varsariah el viernes, septiembre 19, 2025

Detente un momento y pregúntate: ¿cuánto dinero es realmente suficiente? ¿Puedes decir la cantidad exacta de dinero que, una vez que la ganes, te traiga paz, te permita dejar de perseguir metas y simplemente vivir?
En serio. ¿Puedes?
La mayoría de nosotros no podemos. Crecemos con la misma idea en mente: trabajar duro, ascender en la carrera profesional, ganar más.
A los hombres, en particular, se nos enseña que su valor se mide en números: su salario, su puesto, las cosas que pueden comprar. Se presenta como amor, como deber, como éxito: “Procura el bienestar de tu familia. Bríndales la vida que se merecen”. Y muchos hacen eso, aunque les cueste la salud, la tranquilidad y, a veces, su propia identidad.
Pero detengámonos aquí.
El dinero es necesario. Claro que sí. Sirve para comprar comida, pagar el alquiler, mantener la luz, nos da opciones. Nos permite dormir tranquilos sin preocuparnos de cómo alimentaremos a nuestros hijos al día siguiente. Eso es un regalo, un verdadero y valioso regalo.
Pero más allá de eso, ¿qué estamos persiguiendo realmente? ¿Trabajamos por sobrevivir o corremos porque la sociedad nos ha dicho que no hay meta final?
Nos decimos que lo hacemos por nuestros seres queridos. Decimos: “Lo hago para que tengan un mejor futuro”. Es noble, sí, pero ¿es también una excusa para seguir corriendo? ¿Y les estamos dando lo que realmente necesitan, que es nuestra presencia, o solo una versión de nosotros que está siempre cansada, ocupada y distraída?
Compramos más cosas y lo llamamos éxito. Nos quedamos tarde en la oficina y lo llamamos ambición. Nos perdemos cenas, conversaciones, cumpleaños y lo llamamos sacrificio.
Pero ¿para qué sacrificamos todo eso? ¿Y si las personas por las que decimos que lo hacemos prefieren más tiempo que más dinero?
Esta es la parte de la que casi nadie habla: el verdadero costo de esta carrera no siempre se mide en billetes, sino en horas ausentes, en salud descuidada, en vínculos debilitados. Detenerse a definir qué es “suficiente” no es renunciar a crecer, es asegurarse de que la vida que construimos tenga sentido para quienes más importan: los que caminan con nosotros.
Si tu trabajo te quita la alegría, si te sientes vacío al final del día, si ya no te reconoces porque solo vives para trabajar, entonces el precio es demasiado alto. Si estás tan ocupado que no tienes tiempo para llamar a un amigo que te necesita, para sentarte con tu hijo y escucharlo atentamente, o incluso para escuchar tu propia voz interior, entonces detente.
Por favor. Respira hondo. Hazte las preguntas que has estado evitando: ¿Estoy seguro de que viviré lo suficiente como para disfrutar del dinero que estoy acumulando? ¿Estoy sacrificando el presente por un futuro incierto? Si muriera mañana, ¿me sentiría orgulloso de la vida que estoy viviendo?
No hay una cifra mágica que represente la felicidad. Pero sí hay una forma de medir una vida plena. ¿Puedes dormir tranquilo esta noche, sin que te invada la ansiedad? ¿Tienes tiempo para charlar con un amigo, reír con tus hijos, compartir una comida con alguien querido? ¿Todavía te hacen sonreír los pequeños momentos cotidianos?
Si la respuesta es no, quizás sea el momento de tomarse un respiro, aunque sea un poco, y recordar por qué empezaste a correr detrás de todo esto. Porque la verdad es esta: una casa no es un hogar si no hay amor. Una cuenta bancaria llena no tiene mucho valor si no hay recuerdos que la acompañen.
Los momentos más hermosos de la vida, los que nos hacen sentir vivos, suelen ser los más simples y económicos. Un paseo tranquilo al atardecer. Una taza de té con alguien que te entiende. Una larga conversación que te hace olvidar el tiempo. Esos son los recuerdos que quedarán.
Simplifica tu vida. Protege lo que realmente importa. Conserva lo que necesitas y despreocúpate de lo que solo te genera ansiedad. Elige la presencia sobre la búsqueda constante. Tienes el poder de dejar un legado diferente: no solo de riqueza, sino de bondad, alegría y cariño. Deja una huella que haga sonreír a quienes te recuerden, no solo una lista de bienes materiales.
Así que detente. Respira. Pregúntate para qué realmente vives, no solo qué estás acumulando. Porque una cuenta llena no vale nada sin recuerdos que la acompañen.
Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante, lo escrito queda, pero la vida continúa escribiéndose en ti.
Patricio Varsariah.