siempre es más saludable que el engaño...
Publicado por Patricio Varsariah el viernes, diciembre 8, 2017

Hoy escribo sobre la existencia de secretos en todo grupo familiar que son hechos que están silenciados o se intuye su existencia. Se niegan pero están ahí. La palabra “secreto” tiene tres significados según el diccionario: ocultar algo de manera intencional, lo que se desconoce o lo que aún no fue descubierto.
Un ámbito donde con frecuencia habitan los secretos es en el seno familiar. Se trata, en estos casos, de aquellos secretos que son silenciados con la ilusoria finalidad de no dañar la estructura o el prestigio de la familia. La información que se oculta –“de eso no se habla”– puede ser conocida por todos, por algunos o en ocasiones nadie la conoce, pero algo se sospecha. Quizá nadie sabe bien qué pasó pero todos saben que fue “algo malo”, de lo cual está prohibido hablar.
La existencia de secretos en todo grupo familiar se refiere no tanto a su desconocimiento por alguno de su miembros sino a que se los excluye de la posibilidad de comentarlos y de dar nombres a las evidencias. Se sabe que pasa algo pero no se tiene la posibilidad de mencionarlo. Algunas familias quedan estructuradas en torno a secretos grupales que deben conservarse definitivamente silenciados. La consigna tácita es que sus miembros nunca deben referirse a lo que saben y menos aún a pensarlo o decirlo todos juntos. Fantásticamente se evita así la desintegración familiar que se produciría al difundirse algún hecho penoso o vergonzoso.
Los secretos familiares resultan hechos que están silenciados o se intuye su existencia, se niegan, se esconden, pero están ahí, presentes y vivos. Pueden abarcar escándalos familiares, infidelidades de los padres o abuelos, existencia de hijos extramatrimoniales, homosexualidad oculta de algún miembro, fortunas mal habidas, una adopción clandestina, hechos de violencia, prisión por delitos o estafas, familias paralelas, incesto, suicidios, etcétera.
Es rara la familia que no tenga secretos. Ocurre que así necesitan mantenerlos, lo cual es entendible porque se nace en una familia y no resulta fácil reconocer y aceptar lo que pasó o pasa en ella. Tampoco estamos hablando de nada nuevo: ya existió en todas las épocas y culturas, y solamente fue cambiando el tipo de problemática silenciada.
Por ejemplo, la homosexualidad o el divorcio hace años eran temas obligados a ocultar y hoy se suelen aceptar con naturalidad, lo cual indica que según los tiempos cada sociedad va imponiendo los códigos familiares que son o no potables para sus integrantes. No conviene tener miedo de conocer los secretos familiares, especialmente de generaciones anteriores, porque muchos ya no resultan tan dramáticos, permiten tener más clara la historia y ayudan a definir mejor la identidad personal actual.
Los secretos familiares son dañinos para la salud mental y emocional de sus integrantes y descendientes, ya que afectan los vínculos, causan sospechas y desconfianza, crean una falsa realidad o pueden disparar enfermedades de difícil explicación.La verdad –que muchas veces significa matar una ilusión– puede ser dolorosa, pero siempre es más saludable que el engaño o el misterio.
Patricio Varsariah.