Cuando vamos al volante de un coche, solemos fijar nuestra atención al frente, sin perder la vista a lo que sucede detrás e incluso a los lados; pones atención para no atropellar a nadie y respetas señales y semáforos; procuras no chocar con nadie, ni cuando circulas ni a la hora de aparcar, en definitiva intentas llegar a tu destino sin un roce. Si viviéramos como conducimos probablemente nos iría mejor…

Imagina que tienes en mente pasado y futuro sin descuidar el presente, que es uno de los errores que cometemos con más asiduidad. De acuerdo que puedes mirar por el retrovisor para tener bien claro lo que dejas atrás, pero tienes unas maravillosas ventanas a los dos lados, no dejes de ver lo que te rodea, aquello que quieres esquivar y aquello que quieres encontrarte la próxima vez que pares, cuando el semáforo se vuelva a poner en rojo. No aceleres demasiado, no tengas prisa por llegar, eso que ansías alcanzar que se llama futuro, se convierte en presente cuando por fin llegas a él… ¿Ves cómo debes centrar todos tus esfuerzos en el “aquí y ahora”?



¿Qué pasaría si el resultado de hacer daño a alguien fuera el mismo que cuando le atropellas? Creo que irías con más cuidado. Nos asustan más las heridas en el cuerpo que las que no se ven y, en ocasiones, son igual de graves. Todo lo que hacemos y decimos tiene consecuencias en nosotros y, por supuesto, en los demás… Y hay colisiones, choques frontales, que no habrá mecánico capaz de arreglar, sólo nos quedará darle tiempo al tiempo, pero a veces ni eso lo solucionará. No es cuestión de chapa y pintura, en este caso hablamos de sentimientos.

En el momento en el que tuerces a la derecha o a la izquierda, siempre lo avisas con el intermitente, ¿verdad? Pues que en la vida real los demás también sepan qué dirección vas a tomar, que se te vea venir, que seas una persona clara, leal y honesta. Olvídate de garantías que nadie podrá darte, de palabras que te aseguren que todo saldrá bien, de hechos que te confirmen que no debes tener miedo, las señales sólo están en la carretera.

Más bien se trata de arriesgar, de dar un volantazo si se tercia, de ofrecer lo mejor de ti teniendo la certeza de que dejarás algo en el fondo de esa persona con la que te cruces. Aunque la adelantes o aunque te quedes atrás, aunque no sigáis el mismo camino, que te recuerde con cariño y no porque le hiciste una marca en su coche…

Y entonces, imagina que llegas a tu destino sin un solo rasguño…