Si no afrontas tus propias heridas, tus hijos las heredarán.
Publicado por Patricio Varsariah el martes, mayo 6, 2025

La mayor tragedia de la familia, desde mi punto de vista y puedo estar equivocado, son las vidas no vividas de los padres. Cuanto más reflexiono sobre este tema, más comprendo mi pasado. Pero todavía no estoy seguro de cuánto de las vidas no vividas de mis padres nos afectaron a mis hermanas y a mí. La mayor tragedia de la familia de verdad que se esconde en los hogares, tras sus sonrisas, en sus silenciosos arrepentimientos. Es trágico porque es invisible.
El peso de los sueños abandonados, las pasiones enterradas y el potencial desperdiciado es real. Cuando los padres no viven sus propias vidas, sus hijos pueden asumir la carga. No siempre se puede ver la vida no vivida. Pero sí se puede sentir. La tristeza en los ojos de un padre. El resentimiento que se manifiesta, a veces inconscientemente, a través de la ira, la culpa y el "exceso de control".
Las cosas que querían hacer, pero no hicieron. Los sueños que abandonaron porque la vida se interpuso, o el miedo se hizo presente, o las cosas que la "responsabilidad" les arrebató. Si estás amargado e insatisfecho, tus hijos lo absorberán. Tus sueños no resueltos no desaparecen, así como así, sino que pueden convertirse en exigencias silenciosas para tus hijos.
Los padres hacen lo que deben. Pero nunca olvidan la vida que se les escapó. Una madre que quería ser doctora en medicina, pero nunca tuvo tiempo. Un padre que quería viajar, pintar, escribir o emprender, pero que trabajó en un trabajo que odió durante décadas porque "eso es lo que se hace". Y quizá hicieron lo que tenían que hacer. Quizá se sacrificaron por amor. Pero eso no hace que el costo sea menos real.
¿Cuánto de sus "vidas no vividas" afecta a sus hijos?
El dolor de una vida no vivida no desaparece. Se transmite de generación en generación, silenciosa e inconscientemente, como el ADN emocional. Cuando un padre o madre entierra su sueño, sus hijos crecen a la sombra. Pueden cargar con culpa, presión o una extraña sensación de tener que lograrlo por su padre o madre, incluso si nunca dijeron una palabra. La situación empeora si los padres quieren que el hijo o la hija tome un determinado camino en la vida. A riesgo de perseguir su propio norte.
Una vez escuché algo que me quedó grabado y es el título de este escrito: "Si no afrontas tus propias heridas, tus hijos las heredarán". No solo les transmitimos rasgos físicos a nuestros hijos, sino también nuestros miedos, nuestros fracasos, nuestras historias no vividas. Si no tenemos cuidado, los empujamos a situaciones que generan conflictos internos durante décadas.
Y finalmente, el arrepentimiento.
¿Cuánta gente se despierta a los 40 sintiéndose atrapada? Porque están viviendo la vida no vivida de sus padres, no la suya propia. He visto a gente cumplir treinta, cuarenta, sesenta años, y despertar un día con un dolor extraño. Hicieron todo "bien". Siguieron las reglas. Pero algo no encaja. No pudieron desprenderse de lo que renunciaron. Y cuánto desearían que la vida de sus hijos fuera de cierta manera. Las partes esenciales de ti que nunca "vivieron": la pasión, el propósito, la alegría, quedan enterradas.
Pero no desaparece, así como así. Se nota en la dinámica familiar. E incluso afecta el rumbo de la vida de tus hijos. A veces se manifiesta como amargura. A veces como distanciamiento emocional. A veces se convierte en presión para tu hijo. Pero lo esperanzador es que podemos romper ese ciclo. Nunca es tarde para corregir el rumbo. Nuestros hijos no tienen que vivir una vida de sacrificio silencioso y llamarla noble. Podemos animarlos a buscar lo que los llena de vida. Y al hacerlo, le das a tu familia algo aún más valioso que la comodidad: les das permiso para ser. Y haz lo mismo con sus hijos.
No digo que sea fácil. Pero una vida no vivida es una tragedia. Pero no tiene por qué seguir siendo así. Aún estás a tiempo. Mi advertencia es tratar de romper el ciclo. El mejor regalo que puedes darles a tus hijos no es una vida perfecta. Es el permiso para vivir la suya. Y lo más poderoso que puedes hacer por tu familia quizá no sea lo que renuncias, sino lo que das. La libertad de perseguir aquello que los ilumina. Si algo te quema el alma con propósito y deseo, es tu deber ser reducido a cenizas por ello. Cualquier otra forma de existencia será otro libro aburrido en la biblioteca de la vida.
Muestra a tus hijos cómo es la valentía. No somos lo que nos sucedió, somos lo que elegimos ser. Tus hijos aprenderán más de tus acciones que de lo que digas. ¿Dejarás que la vida no vivida se convierta en su carga? ¿O les mostrarás, con el ejemplo, lo que significa vivir de verdad? La decisión siempre es nuestra. Pero recuerda: nunca se trata solo de ti.
Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso.
Patricio Varsariah.
Solo se vive una vez, pero si se hace bien, una vez es suficiente.