se viven en el alma y no en el cuerpo....
Publicado por Patricio Varsariah el viernes, septiembre 2, 2016

Hoy escribo sobre la apariencia y la belleza exterior, que no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma. Los ojos del alma, cuando hay amor, son los únicos que pueden traspasar cualquier percepción, que pueden ir más allá de cualquier aspecto, máscara, apariencia o superficialidad, es el amor el que nos permite percibir la belleza real, esa que observamos profundamente, que nos conecta, que nos transporta y que nos llena de plenitud. Se dice que hay que mirar dos veces para ver lo justo y no mirar más que una vez para ver lo bello.
Cuando hablamos de sinceridad lo primero que nos viene a la mente es decir lo que pensamos abiertamente, incluso muchos justifican el insulto, las groserías y la falta de educación con la sinceridad, cuando ser sincero no significa ser desagradable ni impertinente. Pero hay un rasgo de la sinceridad que no tomamos en cuenta, y es su nexo con la veracidad y la sencillez.
Recorremos el camino de nuestra vida recogiendo enseres, vamos en un viaje donde nos cargamos de objetos y sentimientos que algunas veces nos facilitan el recorrido y muchas otras se convierten en un gran peso que lleva al agotamiento y al desgaste. Eso ocurre con las apariencias, con querer parecer algo que no se es, en querer proyectar una imagen de nosotros que a la larga cuesta demasiado mantener; esta situación va derivando en un desgaste y en una especie de olvido de nuestra propia realidad, de lo que somos esencialmente y de lo que nuestros afines aman de nosotros; incluso terminamos recorriendo ese camino cargados de cosas innecesarias por mantener esa apariencia y dejamos lo genuino a un lado.
La apariencia implica una pérdida de sinceridad y de honestidad con uno mismo, ¿para qué hacer ver a otra persona que no somos quienes somos? ¿por qué ocultar nuestro maravilloso ser? ¿por qué pensar que mantendremos las apariencias a lo largo de todo el camino y además lo disfrutaremos? Asociamos las apariencias con lo externo, con lo físico, con la manera de vestir de una persona y tendemos a juzgar a los seres a partir de allí, pero las apariencias también llevan implícito una situación interna, de aceptación o negación, de rechazo y de una inconformidad inconsciente con la vida que llevamos o con la manera que tenemos de hacer las cosas.
Pero la verdadera belleza, la que se reconoce cuando hay amor, en el y a través de el, va más allá de esa impresión, de esa moda, de lo común y lo ordinario, es esa belleza sutil que podemos apreciar cuando miramos el horizonte, la calidez de la belleza de la naturaleza o de la hermosa mirada de un niño, la belleza que se aprecia cuando hay amor no se esconde tras ningún maquillaje, ninguna máscara, ninguna intención, simplemente es. Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla.
No hagamos de las apariencias nuestra verdadera identidad, no nos esforcemos por mantener una imagen que no somos, no nos desgastemos en hacer ver a los demás lo que ellos quieren ver, seamos auténticos, honestos con nosotros mismos, genuinos y sencillos, hagamos de nuestro día a día único y real, con lo bueno y con lo malo, con lo dulce y con lo amargo, con los mayores y los pormenores y haremos de nuestra existencia un ligero placer. Cuando vivimos de las apariencias, la belleza se convierte en algo realmente importante y prioritario, muchas personas no logran concebir la vida sin atender principalmente a su belleza, a su apariencia, a la manera en que son percibidas por los demás, la impresión que causan y lo que piensan de ellas.
Tristemente esta manera de vivir, consume mucha energía, lleva a cada persona a invertir muchísimo tiempo y energía en cultivar algo que inevitablemente pasará, se esfumará, se transformará, pues es ley de vida, es natural y real lo que ocurre a cada ser humano con el pasar de los años, por más que se espere detener el tiempo, alargar los años y renovar constantemente la frescura, la belleza siempre se transforma, pero cuando no hay amor, esto no puede percibirse ni valorarse, únicamente contará aquella belleza que se mira a través de los ojos y que cubre la superficie. Los ojos del alma, cuando hay amor, son los únicos que pueden traspasar cualquier percepción, que pueden ir más allá de cualquier aspecto, máscara, apariencia o superficialidad, es el amor el que nos permite percibir la belleza real, esa que observamos profundamente, que nos conecta, que nos transporta y que nos llena de plenitud. Mira dos veces para ver lo justo. No mires más que una vez para ver lo bello.
Nuestros ojos pueden percibir paisajes hermosos, momentos maravillosos y grabar impresiones que jamás se borrarán, pero las verdaderas vivencias se albergan en el alma, cuando hay amor la belleza trasciende lo efímero, lo superficial y lo falso, no se trata de no apreciar la belleza, de no reconocer algún rostro hermoso, una persona agraciada o sencillamente una sonrisa sobresaliente, se trata de llevarlo más allá, de aprender a apreciar la belleza con todos los sentidos, porque además lo que puede resultar hermoso para unos no tiene que serlo para otros, es todo cuestión de gustos y preferencias.
Podemos malgastar nuestro tiempo y todos los minutos de nuestra vida cultivando nuestra belleza física, intentando ser más atractivos, más voluptuosos, más aceptados, no esta mal si es la elección de cada quien, pero si esta belleza no va acompañada del amor, no tiene finalmente ningún sentido, se puede ser el ser más atractivo del planeta, objeto de todas las miradas y de los pensamientos más irreales, puede sentirse el ego plenamente y constantemente satisfecho, pero si no hay amor, al final del día lo que queda tras el ego dormido es un profundo vacío.
Finalmente, debemos cultivar aquello que elijas, somos protagonistas de nuestra vida y podemos enaltecer de ella lo que queramos, pero jamás hagamos de lado el amor por priorizar la belleza, esta dura poco y aunque se disfruta mucho, las enseñanzas más hermosas, las experiencias más trascendentales, se viven en el alma y no en el cuerpo.