Hoy quiero escribir sobre un tema que entra en terreno resbaladizo , porque más de la mitad de la población deja cada día a sus hijos al cuidado de sus padres (abuelos) , sin embargo quiero hacerlo porque es una realidad que existe desde hace tiempo que parece estarse convirtiendo en un recurso habitual y que hace que los abuelos de ahora vivan un tipo de vida diferente al que vivían años atrás. Tiempo atrás nos cuidaban nuestros padres y nuestros abuelos echaban una mano, estaban siempre dispuestos a tapar agujeros y, en esa situación, disfrutábamos todos. Ahora en cambio cuidar de los nietos se ha convertido en obligación para más de uno y, ya se sabe, cuando algo se hace por obligación, pierde algo de encanto.

Los abuelos personas que han pasado toda su vida trabajando de sol a sol para sacar adelante a su familia, habitualmente con un solo sueldo en casa, y que se han jubilado a sus 65 años con los deberes hechos, para disfrutar, por fin, de la vida, tienen que volver a tener obligaciones diarias que exigen no poca energía. Por supuesto, y seguro que más de un abuelo se siente feliz y completo pudiendo ejercer de cuidador a diario. El problema es para aquellos que no saben decir que no y se comprometen hasta tal punto que su vida gira, una vez jubilados, alrededor de sus hijos y sus nietos, preparando desayunos, comidas y meriendas y ejerciendo casi de padres, cuando su deseo sería otro.

Así como los abuelos no deberían asumir el rol de padres de sus nietos, los padres no deberían asumir el rol de padres respecto de sus propios padres, los abuelos. Actualmente, llegar a abuelo es sólo una de las facetas posibles en la identidad: además, se puede ser muchas otras cosas. De allí el malestar que suele suscitar ser llamado “abuelo” por cualquiera, en cualquier circunstancia. Por lo demás, los vínculos familiares sanos permiten incorporar y valorar el aporte de los abuelos. No sólo como proveedores de cuidados sino también como transmisores de la historia familiar. Los abuelos les permiten a los nietos interiorizarse en las diferencias entre las generaciones a través de historias que se relatan con o sin palabras. Son transmisores de la genealogía familiar más allá de las cargas genéticas.

Al estar el vínculo con sus nietos mediado por los padres y al no tener que hacerse cargo de ellos diariamente, suele resultar poco conflictivo. A través de sus nietos, los abuelos logran continuidad y trascendencia, mientras que a los nietos este vínculo les permite anticipar la vejez de sus padres, e incluso, la propia, además de incorporar la vivencia de cómo sus padres soportan el envejecer de sus propios padres.

Está claro que realidades hay tantas como parejas y que hay familias en las que la presencia de los abuelos es un bien inestimable y absolutamente necesario, pero hay muchas otras que transforman uso en abuso y, sinceramente, si alguna vez llego a conocer a mis nietos, cuidaré de ellos lo mejor que pueda si hace falta, pero si no hace falta, prefiero que los críen sus padres y yo ya me dedicaré a visitarlos y a recibirlos las veces que haga falta (incluso a diario, si me dejan).

Como dije anteriormente muchos abuelos disfrutan de sus nietos porque “a ti hijo te crie, pero a mi nieto lo malcriaré”. Esta relación de bondad, cariño y amistad es impagable. Tanto que los niños acaban adorando a sus abuelos y abuelas. Sin embargo, cuando éstos deben llevar la responsabilidad de cuidar de ellos sin la presencia de los padres, durante varias horas al día, es evidente que la labor de abuelo se resiente, porque el abuelo debe ejercer de padre (o la abuela de madre).

El problema es probablemente de base. El sistema ha cambiado y las necesidades también. Antiguamente veraneábamos en un pueblo cerca de nuestra casa y ahora pareces estrecho de miras si no coges un avión y te alejas del mundanal ruido. Antiguamente íbamos a los sitios caminando, paseando incluso, disfrutando del entorno. Ahora se camina corriendo, con la mente ocupada en otras cosas y siempre con prisas. Antiguamente vivíamos todos apretados, teníamos pocos juguetes y los que teníamos eran de todos. Ahora necesitamos una casa cada vez más grande, otro piso en la costa si puede ser, un coche grande para los desplazamientos largos y un coche pequeño para la ciudad, una Playstation para desconectar, una tele de 80” para ver los programas del corazón, una escapadita los fines de semana, también para desconectar, y dos trabajos para pagar todo esto.

Y claro, en este berenjenal en el que nos hemos metido (o nos hemos dejado meter), tras la pregunta “¿y ahora los niños con quién?, han aparecido los abuelos, esos grandes olvidados, para poner un parche a la sociedad de consumo que hemos creado. Mientras estén de acuerdo, genial, perfecto, pero por favor, no conviertan en obligación lo que ellos harían por gusto. 

Si los abuelos cuidan, una parcela de poder les pertenece. Así los padres no pueden enseñar ni establecer normas en ese cuidado, porque con eso se está diciendo “no confiamos en ustedes” y eso también se traduce en que los abuelos no supieron educar bien tampoco a sus hijos. En definitiva, con ese tipo de mensaje se favorece la tristeza de un abuelo, quien al final de sus días se da cuenta que no ha sabido hacer nada bien en sus días de existencia. Es una larga vida de esfuerzos sin recompensa. La otra cara de la moneda son los abuelos, quienes también deberán escoger, porque en ellos estará la última decisión: “Acepto ayudarte o no en la educación y cuidado de tu bebé”. Cada cual como ser independiente con total libertad de elección tomará esa decisión como una más entre todas aquellas que la vida le fue mostrando.

Los abuelos, por naturaleza, están para consentir, precisamente porque son abuelos y no son padres. Los abuelos no tienen que educar a los nietos. Ésta es una responsabilidad de los padres. Algunas veces los hijos se olvidan de que sus padres han pasado por todas las situaciones que ellos están viviendo. 

La relación entre abuelos y nietos es mucho menos conflictiva que la de padres e hijos, y está llena de ternura. Los abuelos vuelven a su infancia con sus nietos, juegan con éstos y reviven recuerdos felices, se sienten útiles... Los nietos se sienten queridos incondicionalmente, lo cual puede ser muy bueno para su autoestima. Dejemos que los niños y los abuelos disfruten de sus vivencias juntos, pero no les carguemos con el peso de educar a nuestros hijos como nosotros queremos, eso es parte del trabajo de ser padres.