Las relaciones saludables solo se establecen cuando dejamos de cargar en los demás nuestra responsabilidad y el peso de nuestra vida.

A lo largo de la vida, una mujer interpreta una larga lista de papeles. Uno de los más importantes es ser madre. Si a esto le unimos que una madre no deja de ser mujer, hija, hermana, esposa, novia o amiga, nos encontramos con un montón de prioridades anudadas. Desenredar estos roles es bastante complicado si tenemos en cuenta que vivimos en una sociedad que impone ciertas obligaciones a la mujer simplemente por el hecho de serlo.

De este modo, las mujeres tienen una gran responsabilidad de sanar la relación consigo mismas, tanto a las presentes como a las futuras. Es indispensable hacerlo ya, pues de esta manera educaran a sus hijas en el gran valor del auto respeto, así como a sus hijos a respetar al mundo femenino. 

El objetivo es que ni ellos impongan expectativas ni ellas se autoimpongan obligaciones o sacrificios por haber nacido mujeres. ¿Consecuentemente, lo lógico es que ahora se pregunten cómo pueden saber si han sanado a la mujer que llevan dentro…?

Una mujer robustece haciendo caso omiso al rol de sufridora que la sociedad le impone, ser mujer no significa tener que aguantar que se sobrepasen vuestros límites emocionales. Además, una mujer vigorosa reconoce su valor y el del resto de las féminas en el mundo, sin medias tintas ni inferioridades.

Otra asignatura pendiente es la sexualidad. Disfrutar de ella plenamente, amarse, respetarse y no ocultarse es harto difícil. Sin embargo, una persona completa respeta sus deseos y sus necesidades, permitiéndose explorar y potenciar todo tipo de inquietudes.

Otra de las grandes lecciones que una mujer puede darles a sus hijos es haberse permitido sanar sus heridas emocionales, al mismo tiempo que no deja que su pasado destruya su presente. Este paso es complicado, pero cerrar etapas y heridas significa construir un presente mejor para uno mismo.

Por otro lado, una madre debe evitar tanto depender emocionalmente de sus hijos como crear dependencias en ellos. Este paso es indispensable para poder ofrecer un gran legado presente y futuro, pues significa aprender a dar y a recibir en la misma medida. 

¿Y si a pesar de ello la mujer deja de ser ella misma por el peso de la maternidad…? 

Si una mujer se ha sanado de verdad no concibe a sus hijos como una carga. La crianza y la relación de una madre con sus hijos es de una u otra manera según las etapas en las que se encuentren. Por esta razón, aunque resulte más o menos dificultoso caminar por la vida según las circunstancias, saber poner cada cosa en su lugar es uno de los mayores dones que se desarrolla al recobrarse como mujer.

Una mujer que se ha reaccionado por dentro sabe que no es indispensable para nadie, excepto para sí misma. Esta mujer no esperará que los demás valoren lo que hace por ellos, sino que simplemente amará libremente. 

Una mujer que se ama a sí misma no renuncia a su autorrealización y genera expectativas internas saludables. Se robustece cuando aprenden a escucharse, a luchar por vosotras mismas en primer lugar y a vencer los miedos que se han impuesto.

Cuando lo hayan conseguido, les sobrarán recomendaciones y lecciones; al mismo tiempo, lograran desarrollar los valores emocionales que les corresponden, cuidando vuestro bienestar emocional y físico, tratándose con delicadeza y no olvidándose de que las heridas no se curan solas. Esta es la manera verdaderamente responsable de responder ante los suyos, sin sometimientos y con la total libertad de ser uno mismo.

Finalmente, no hay que olvidarse de la mejor herencia de una madre a sus hijos es haberse reaccionado como mujer.

He dicho…

Patricio Varsariah