Qué he aprendido a lo largo de mis años.
Publicado por Patricio Varsariah el jueves, agosto 17, 2023

Que, fui, soy y siempre seré un lobo solitario y que todos tenemos un destino, aunque no todos deciden perseguirlo, por suerte, yo sí he tenido esa inspiración.
¿Qué pasaría si la vida ??? fuese un sueño... y se despertara con la muerte?
La vida es un canto a la belleza, una convocatoria a la transparencia. Lo importante es vivir, no importa que sea en la cuerda floja. No todos los días han de ser malos, habrá algunos malísimos y, otros, peores. Y, no obstante, al final lo que cuenta es el tiempo que has vivido y no como lo has vivido.
Y es que es así, por lo menos para la mayoría de los mortales, las cosas nunca llegan solas, podemos perseguir nuestros sueños, luchar por ellos, aunque nos caigamos, nos volvemos a levantar, es la única manera de poder llegar a nuestras metas en la vida… nuestras ilusiones, nuestros objetivos y ¿por qué no? nuestros sueños, nuestro destino.
Aunque, a pesar de todo, hay que seguir tocando siempre de pies en el suelo y saber reconocer hasta dónde somos capaces de llegar y si vale realmente la pena luchar por ello, ¿verdad?
¿Aunque un sueño parezca utópico debemos luchar por él? ¿debemos calibrar las posibilidades de que pueda llegar a ser real, trabajando por él, antes de empezar a hacerlo? ¿Y si se os cumple el sueño, no se desvanecerá la ilusión al hacerse realidad?
¿Qué he aprendido a lo largo de mis años?
Pues que hay que aprovechar las oportunidades que nos ofrece la vida, aunque uno, a veces no esté predispuesto, crea que no está preparado, le dé pereza empezar algo nuevo, en algún ámbito de su vida o no crea en que le puede pasar algo bueno, descubriendo un nuevo camino, con la opción de elegir…
…¡¡Sí!!, hay que aprovecharlas, esas oportunidades pueden no volver a presentarse jamás en la vida y nunca se sabe lo que nos depara el destino, si decidimos desafiarlo o mejor dicho, si nos desafiamos a nosotros mismos, dándonos la opción de superarnos, aniquilando viejas creencias, inútiles miedos, falsos prejuicios, clichés absurdos o simplemente, venciendo pensamientos negativos que no nos dejan avanzar en nuestro camino y lo único que hacen es cerrarnos puertas a algo que puede ser realmente gratificante y/o bello de vivir o quizás una nueva experiencia que nos enseñará algo más en la vida y nos hará crecer.
Y en ello estoy, aprovechando cada oportunidad que me da la vida, en cada nuevo amanecer, a la vez que sigo despertando siempre de mis tinieblas, cuando éstas acechan, que cada vez lo hacen menos, hasta que me olvide totalmente de ellas, al mismo tiempo que les doy las gracias por enseñarme, siempre. a superarme a mí mismo, a mis temores, porque siento que, al saberlas ahí, valoro mucho más el poder ver la luz…mi luz.
Se empeñan en decirnos que el tiempo lo cura todo. Y a mí se me secan los labios de decirles que el corazón pesa… que, si ese tiempo del que hablan se utiliza con alguien que calla, escucha y abraza, ¡claro que cura! A veces pienso que hay personas que llegan al mundo para enseñar, algunas veces para herirnos y otras que nos ayudan a levantarnos.
Todos tenemos heridas en lugares recónditos, como si de un mapa se tratase. Heridas superficiales, profundas, simples, infectadas, contusas, punzantes, cortantes, recién curadas… Pueden tener muchas formas, lugares y causas. Lo que no difiere mucho unas de otras es el modo de sanarlas.
Me enseñaron a echar mercromina y retirarla con algodón, para terminar, poniendo una tirita. ¿Cuánto de funcional tiene esto? Será desconocimiento o falta de habilidad, pero a siempre se quedaba algodón dentro de la herida y dificultaba la cicatrización. Además, poniéndole una tirita a veces se le hacía un flaco favor a la herida. Cualquier herida necesita ser limpiada y desinfectada con agua oxigenada, aire y tiempo. Y tiempo. ¡Y más tiempo!
Todos necesitamos limpiar nuestras heridas antes de que cicatricen. Y estará bien pensar el motivo de la herida, qué nos hizo caer, cómo nos afectó, qué consecuencias tuvo, qué voy a hacer para sanarla… Sin ello, el proceso de cicatrización se torna complicado o, como poco, incompleto. Y soplar. Y dejarse soplar.
¿Por qué creéis, sino que desde siempre se dice eso de “soplar las heridas”? ¡Porque sanan con más facilidad! Ese gesto mágico no solo sirve para pedir deseos. También consuela. Cura.
… y dejar que el tiempo se pose sobre ellas con su magnífico poder de cicatrización. Desconozco cuál será la composición del tiempo, sin embargo, he comprobado que, tras su paso, las heridas duelen menos.
Nunca me gustaron los brebajes que atiborraban a las heridas con tal de acelerar su cura. Ahora entiendo por qué. Todo tiene su proceso, y hacer de catalizador no es otra cosa que romper el curso natural de las cosas. Es cuestión de lavarla y dejarla al aire. Eso sí, poniendo especial cuidado en no exponerla en exceso, huyendo de parches o tiritas que, a la larga, solo consiguen evitar que salga la infección y la cura se haga indefinida.
Llegará el día en que cicatrice. Y no por ello, hay que des-cuidar(se).
Cuando finalice el proceso, esas cicatrices, como un mapa, me recordarán los caminos que he recorrido y los tropiezos que he salvado. La experiencia será el indicativo de mi propio umbral del dolor. Y cada vez éste será más alto… porque saldré fortalecido, y me enfrentare a los rasguños de otro modo.
A mis años, sólo escribir y leer tiene gracia, sólo esas pequeñas cosas que no me lastiman valen la pena. A mis años mi mundo ya no mendiga amor.
Te deseo tanta salud, como gotas tiene la lluvia.
Patricio Varsariah.