En el mundo occidental es fácil caer en la tentación de pensar que en la época actual no es necesario hablar de Derechos Humanos. Se estima que los grupos humanos han alcanzado altas cotas de civilización, lo que elude el peligro, al menos lo mitiga, de un trato injusto y desigual entre las personas. El hombre, que ha realizado grandes progresos científicos y conoce sus consecuencias, debería haber realizado también grandes progresos sociales. Sin embargo, la realidad es muy diferente; no hay más que asomarse a cualquier medio de comunicación para comprobar que todos los días en distintas partes del mundo se están vulnerando los Derechos Humanos.  Sociedades que parecían avanzadas ponen de manifiesto que en lo esencial pocas cosas han cambiado en la vieja naturaleza del hombre.

Los Derechos Humanos son aquellos que tienen todos los hombres y mujeres por el sólo hecho de serlos. Hacen referencia a criterios o pautas morales de especial relevancia para la convivencia humana. Es decir, constituyen una línea de argumentación para realizar determinados valores referidos a las personas en cuanto a miembros de un grupo social. No son, por tanto, derechos en sentido estricto, aunque aspiran a serlo.

Cuando decimos que los Derechos Humanos son criterios morales, estamos afirmando que constituyen pautas de deliberación de carácter moral que han de tenerse en cuenta en la toma de decisiones políticas y jurídicas. Su carácter moral radica en que hacen referencia a aspectos transcendentales de la vida de los individuos, a aspectos que afectan al ser moral del hombre, a su dignidad y a su libertad.

Los Derechos Humanos no son, al día de hoy, una realidad ejecutada, sino que por el contrario, son vulnerados sistemáticamente. Sin embargo, ello no es óbice para que sean reconocidos por la práctica totalidad de las personas como una gran conquista ética de toda la humanidad. Por ello, junto al instrumento jurídico, se hace necesario un retorno a la ética entendida como reflexión sobre los problemas reales que aquejan a nuestra sociedad actual, tanto en la esfera de lo individual como de lo colectivo. Es necesario llegar a un consenso sobre un núcleo mínimo de valores que permitan una convivencia verdaderamente humana:

La dignidad del ser humano no consiste en que cada uno de nosotros exija sus derechos y todo le parezca poco para afirmar su personalidad, sino, sobre todo, en que asuma sus deberes como persona y como ciudadano y se exija a sí mismo su cumplimiento permanente.