Quizás sea hora de aceptar el dolor en lugar de escapar de él.

Hay partes de nosotros que nos pesan. Las personas que hemos perdido. Los momentos que nos destrozaron. La tristeza que nunca expresamos en voz alta.

¿Sabes de qué me he dado cuenta? Nunca las olvidamos del todo. 

Simplemente aprendemos a vivir con ellas. Nos mantenemos ocupados. Llenamos nuestros días de ruido. Encontramos distracciones, o a veces incluso reemplazos, no porque estemos curados, sino porque nos ayuda a no recordar... al menos no todo el tiempo.

¿Pero esas partes? No desaparecen. Solo esperan. Y luego, en la tranquilidad...Cuando estás solo o algo te lo recuerda, resurgen. De repente, lo sientes todo de nuevo. El dolor. La pérdida. Las preguntas. Y te perturba, ¿verdad? Lo sé. A mí también me pasa. 

Pero aquí hay algo que me ha ayudado:

En lugar de huir de estas partes de mí... he empezado a sentarme con ellas. Intento hacerme amigo de ellos. No como un amigo que culpa. Sino como la clase de amigo que escucha. Del que dice "Está bien. Pasaste por mucho. Y sigues aquí". 

Porque quizás esas partes no estaban destinadas a quebrarte para siempre. Quizás vinieron a enseñarte algo. A hacerte más suave. O más fuerte. O más real.

Así que la próxima vez que te visiten, no luches contra ellas. Siéntate con ellas con cariño. Háblales. Diles: "Eres parte de mí y te llevaré, pero no puedes controlarme". 

Mereces paz. Mereces calma. Y ningún recuerdo, por doloroso que sea, podrá arrebatártelo.

Un cálido abrazo para ti, dondequiera que estés ahora mismo.

Patricio Varsariah.