No todas las peticiones merecen un sí.
Publicado por Patricio Varsariah el martes, junio 3, 2025

Antes de aceptar algo, aplica este hábito mental. "Sí, claro, o no". Esta regla me ayuda a defender mi tiempo como si mi vida dependiera de ello. Decir que sí demasiado rápido puede costar más que tiempo. Puede costarte energía, paz y, a veces, incluso tu reputación. Por eso ahora también uso este sencillo truco.
Antes de aceptar algo, pienso en las consecuencias de primer, segundo y tercer orden. Reflexiono sobre lo que realmente significa decir "sí" ahora y a largo plazo. Cuando alguien me pide un compromiso, ya sea una reunión, un favor o una decisión importante o incluso pequeña, intento no responder de inmediato. Me doy tiempo para pensar.
¿Cuáles son las consecuencias de primer orden? ¿Qué pasa justo después de decir que sí? ¿Cuáles son las consecuencias de segundo orden con las que tendré que lidiar pronto?
Lo que nos mata no es una gran cosa, sino miles de pequeñas obligaciones que no podemos rechazar por miedo a decepcionar a los demás.
Un simple “sí” puede empezar a parecer costoso muy rápidamente. Hacemos esto todo el tiempo. Decimos que sí a planes para cenar que no queremos. Aceptamos proyectos que nos agotan. Aceptamos roles por culpa, no por alineamiento. Y luego nos preguntamos por qué nos sentimos agotados o resentidos.
Entre el estímulo y la respuesta, hay un espacio. En ese espacio reside nuestro poder para elegir nuestra respuesta. Ese espacio es donde funciona este truco mental. Ahí es donde se toma la verdadera decisión. No le debes a nadie una respuesta inmediata. Di: “Déjame pensarlo” o “Te responderé pronto”. Esa sola frase te da claridad. Y la claridad importa. Es la diferencia entre sentirte en control y sentirte atrapado. Cuando creas espacio, te das espacio para ser honesto. Puedes revisar tus prioridades. Puedes asegurarte de que este "sí" encaje bien en tu vida. O que no saque lo peor de ti.
Este truco mental funciona en todos los ámbitos de la vida. En el trabajo. En tus relaciones. Al criar hijos. E incluso en los mensajes. No necesitas ignorar a nadie. Simplemente date espacio. Pospón. Reflexiona. Decide con intención.
Imagina que estás en el trabajo. Tu compañero te envía una tarea rápida por correo electrónico. ¿Primer instinto? Di que sí. Quieres ser útil. Quieres que parezca que trabajas en equipo. Pero ¿cómo afecta eso a tu carga de trabajo actual? Solicita ese espacio y responde con sinceridad. ¿Qué le resta esta tarea a tus prioridades actuales? ¿Tendrás que quedarte hasta tarde? ¿Tendrás que apresurarte en algo más? Ese es tu pensamiento de segundo orden en acción. No solo estás reaccionando. Estás respondiendo con intención.
Tu respuesta dependerá del conocimiento colectivo de tu calendario. La incomodidad temporal supera al arrepentimiento a largo plazo. "Déjame revisar mi calendario" te da un margen. Te da control. No considerar las consecuencias de segundo y tercer orden es la causa de muchas malas decisiones, y es especialmente mortal cuando la primera opción inferior confirma tus propios prejuicios. Nunca te aferres a la primera opción disponible, por muy buena que parezca, sin antes haberte preguntado y explorado.
Si pudiera retroceder en el tiempo, me diría esto: «No tienes que demostrar tu valía estando disponible todo el tiempo». No se gana diciendo que sí. Se gana diciendo que sí a las cosas correctas. Cosas que coinciden con tus valores. Cosas que te hacen sentir mejor, no amargado.
La próxima vez que alguien te pida tu tiempo, energía o atención, no respondas de inmediato. Piensa en las consecuencias de primer, segundo e incluso tercer orden de tu sí. ¿Qué pasa si dices que sí? ¿Cuánto cuesta? ¿Qué crea?
Usa ese conocimiento para dar respuestas informadas. Puede ahorrarte horas e incluso años de arrepentimiento. Es como defiendes tu tiempo de quienes quieren tu sí todo el tiempo. La gente siempre preguntará. Jefes, amigos, clientes, familiares, incluso desconocidos. Si eres amable, confiable o competente en lo que haces, recibirás muchas peticiones.
No todas las peticiones merecen un sí. Puedes ser una buena persona y aun así decir que no. De hecho, protege los síes más importantes: tus prioridades, tu salud, tu enfoque, tu familia y tu tranquilidad. No es un... Elección egoísta. Recuerda, tu sí por defecto es el plan por defecto de otra persona para tu vida.
Cuando dices que sí demasiado rápido, vives según el horario de otra persona. Y si siempre estás disponible para todos, dejas de estar disponible para ti mismo. Ya no quiero eso. Quiero vivir por diseño, no por defecto. Y eso empieza con espacio para pensar y aclarar tus necesidades. Haz siempre mejores preguntas. "¿Vale la pena?".
A veces la respuesta seguirá siendo sí. Y está bien. Pero será un sí claro, no uno forzado. Y eso marca la diferencia. Te sentirás más en control. Y menos arrepentido. Cada vez que dices que sí a algo que no quieres hacer, esto sucederá: te resentirás con la gente, harás un mal trabajo, tendrás menos energía para las cosas que hacías bien, ganarás menos dinero y, sin embargo, otro pequeño porcentaje de tu vida se consumirá, se quemará, una señal de humo para el futuro que dice: "Lo hice de nuevo".
Elígete a ti mismo, En resumen, recuerda esta regla: Nada de síes instantáneos. Entrénate para dudar. Cada. Momento. La claridad viene del espacio, no de la velocidad. Tu tiempo es tu vida. Dedícalo a propósito. Di que no cuando sea necesario. Así es como minimizas los arrepentimientos y te proteges de todo aquello que podría sacar lo peor de ti.
No te estreses por cosas que no puedes cambiar. Vive con sencillez. Ama con generosidad. Habla con sinceridad. Trabaja con diligencia. Y aunque te quedes corto, sigue adelante, sigue creciendo. Al final, amar tu vida se trata de confiar en tu intuición, arriesgarte, perder y encontrar la felicidad, atesorar los recuerdos y aprender de la experiencia. Es un viaje a largo plazo.
Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso.
Patricio Varsariah.