Hoy quiero escribir sobre uno de los síntomas que me atacan continuamente y que mantengo una lucha diaria por superar y vencer y es la depresión y la ansiedad que estoy convencido que no son sinónimos de debilidad. Tampoco son consecuencia de una elección personal, no podemos decidir si queremos o no queremos que nos acompañen. No. Los problemas emocionales no funcionan así, no se trata de “quiero sentirme mal y me meto en un pozo de tristeza o de ansiedad a ver si me ahogo”. Estos no son signos de flaqueza ni de fragilidad o pobreza de espíritu. Tampoco lo son de rendición ni de dejadez. De hecho, podría decir que son signos de lucha, de pelea ante las adversidades o ante situaciones personales incómodas y dolorosas, de pérdidas, de malas experiencias y de incertidumbre. 

A todos nos puede pasar. Un buen día caes en la cuenta de que todo ha perdido el sentido que tenía, que ya no hay nada que te anime ni que te motive, te cuesta levantarte de la cama, te sientes profundamente triste o irritable. Al mismo tiempo nos puede ocurrir que todo nos agobie y nos agote, que nuestra respiración se acelere de repente y que nos sintamos incapaces de hacer frente a la vida de manera “sencilla y rápida”. De alguna forma nos sentimos vencidos por las circunstancias, sin fuerza y sin ganas. Este estado viene y va o está con nosotros de manera permanente. Entonces pienso que quizás tendría que consultar con un especialista para que me confirme que estoy “invadido” por una profunda tristeza o una tremenda inquietud que me hace sentirme incapaces de lidiar con mi día a día. Y es que cuando me enfrento a una fuerte pérdida personal puede que me encontré con que muchas situaciones han hecho mella en mi persona y, de repente, algo ha colmado el vaso. Esto me descoloca, pues no acierto a saber qué pasa ni por qué está sucediendo.

Como consecuencia de esto me sumo en un estado de ánimo ansioso, depresivo o mixto a partir del cual tiendo a evitar o a no sentirme bien saliendo de casa, realizando tareas o actividades que antes me resultaban satisfactorias, relacionándome con las personas que me rodean, escribiendo y actualizando mi página web, etc. Entonces todo es tremendo, pero se que puedo salir de ahí. En este punto he necesitado a un profesional que me apoye con una explicación que dé coherencia emocional a esta situación y me ayude a superarlo. Es principal que de uno de los pasos más importantes del proceso: pedir apoyo psicológico para equilibrar mi estado emocional y “curar” mis pensamientos.
 
Ahora bien hay un punto importante en este proceso y es que los comentarios que nos ahogan. Y en este último punto está el objeto de mi escrito de hoy: nuestra relación con nuestro entorno y las personas que nos rodean cambia. Esta no es una situación cómoda para nadie y, de hecho, puede que en este momento comiencen a surgir las críticas y a invadirnos comentarios y actitudes infectados de incomprensión.
“Estás así porque quieres”, “Anda, levántate y haz algo con tu vida”, “Eres un flojo o una floja”, “Tienes una edad para andar con infantilismos”, “No llores, no es para tanto”, “Eres un cobarde”, “Enfréntate a la vida de una vez y déjate de tonterías”… Pues esto alimenta aún más la tristeza, la apatía y la ansiedad ante el día a día. Digamos que estos comentarios y actitudes se suman a los pensamientos negativos que contaminan nuestra mente y, como consecuencia, la mente y el mundo de la persona afectada se tiñen aún más de negro.

La tristeza que no tiene explicación, evidentemente esto invita de una manera indirecta a vivir de la inercia y a aislar aún más nuestra vida, así como a fortalecer el círculo vicioso que nos empujado a caer en esta trampa. Es decir, que lejos de aportar claridad a nuestro estado y tener información precisa sobre él, nuestra atmósfera se enrarece y emborrona cada vez más. En nuestra sociedad hay una gran crueldad en torno a los dolores psicológicos y emocionales, los cuales se consideran de segundo, tercer o incluso cuarto rango. De verdad, es tremendamente aterrador el valor que le damos a nuestra salud psicológica. Del mismo modo que no se nos ocurriría ignorar una herida que se infecta o que no para de brotar sangre, un dolor estomacal continuo y punzante o un gran dolor de cabeza, no podemos obviar el dolor psicológico. Debemos darle la importancia que se merece a nuestras heridas emocionales, porque el malestar psicológico requiere de una cura, de un trabajo y de un apoyo imprescindibles para sanarse.
 
De mi experiencia me gustaría compartir contigo unas ideas que me han ayudado mucho para dejar atrás la tristeza. Dicho de otra manera, no podemos dejar que el tiempo nos cure porque corremos el riesgo de que no lo haga y de que, por el contrario, se abran más nuestras heridas, las infecciones se extiendan y se enquisten nuestros problemas. Ojalá pudiésemos elegir no tener problemas, disfrutar de cada momento y siempre encontrarnos bien. Sin embargo, no podemos evitarlo y, por supuesto, nadie está libre de peligro. Cuanto antes entendamos esto, antes aprenderemos a cuidarnos como merecemos y a no echar más leña a nuestro fuego, a no incendiar nuestra mente de un diálogo interno social que desmerece y menosprecia nuestras emociones y los problemas con los que nos encontramos cuando nos damos cuenta de que el mundo, en realidad, no es del color que mejor nos combina a todos.

Dedicado a todas esas personas que en estos momentos se sienten identificados con estas palabras, a todas esas personas que se encuentran invadidos por la desesperanza de un mundo que tiende a deshumanizarse.