Todos sabemos que existen personas buenas, independientes, que ofrece luz aunque el día esté nublado, personalidades tan íntegras que ni siquiera ellas mismas son conscientes de su autenticidad. Son la paz en la tormenta, la compañía en tu soledad y la fortaleza en tus tristezas. 

Además todos disponemos de amigos o familiares que ante cualquier situación complicada, solo saben traernos aún más negatividad. Son incapaces de aportar estrategias, soluciones y aún menos, apoyo.

Si de esas personas quiero escribir hoy,  esas personas que te pesan,a los que yo te diría que no las cargues, llévatelas al corazón empieza a cargarlas en el corazón y no en la espalda. No hagas de sus problemas el peso de tu vida y no las conviertas en una mochila que tienes que transportar.

Las personas son mucho más que eso. Es decir, son parte de tu vida pero no dejan de ser el todo de la suya. Por eso, cada uno debe aguantar su propio peso y no inclinarse sobre los demás. Si hacemos esto, si nos hacemos responsables de nuestra propia existencia, estaremos en disposición de solucionar nuestros problemas, de comprender nuestras emociones y de manejar nuestros conflictos sin depender de nadie más.

Aunque la palabra suena muy fuerte yo las llamo los bacterias parásitas; emocionales y son aquellas personas que viven a costa de nuestros sentimientos,de nuestras emociones y de nuestros pensamientos. No son necesariamente malas personas, sino que son personas que viven inmersas en sus complejos y no consiguen hacer algo por sí mismas. 

Así,podría decir que hay dos tipos de bacterias parásitas. Los parásitos dependientes son los que se adhieren a una parte de nosotros y se pasan la vida confiándonos sus tristezas y sus malos momentos para que les reconfortemos. Estas personas nos necesitan para descargar su malestar con el mundo y, probablemente, cuando está bien no tenemos noticias de su existencia. Es decir, que cuando la persona se siente saciada, se olvida de quien le da de comer. Sin embargo, cuando vuelve a sentir la necesidad de que validen su estado de ánimo, vuelven. Este comportamiento, generalmente, no solo nos quema y nos hace sentir utilizados, sino que nos contagia de su estado afectivo negativo y nos deja “hechos polvo”.

Su tono de queja, de desilusión y de pesimismo es tan habitual que demandan opiniones de manera constante con el fin de que se les saque de su rumiación. Las lentes a través de las que miran la vida están tan ennegrecidas que nos hacen cuestionarnos nuestra propia visión del mundo.

Luego tenemos las bacterias parásitas agresivas son aquellos parásitos emocionales que se comportan de manera agresiva aprovechándose de su atractivo, su liderazgo y su capacidad de persuasión a partir de promesas irrechazables. Estos son aquellas personas que nos van embaucando poco a poco e invadiendo nuestra vida. Exigen cada vez más un afecto hacia su persona sin pararse a pensar en las consecuencias emocionales que tendrá para su víctima.En las relaciones solo contemplan sus necesidades y, aunque no lo hacen de manera premeditada, procuran siempre cubrir sus caprichos e intereses por encima de todo. Del mismo modo, tumban cualquier petición que provenga de la persona de la que se aprovechan.

Piden y piden cariño y atención, haciendo que cada vez la situación sea más insostenible. Así, se va generando un sentimiento de ineficacia y de poca valía que desarrolla un estado de inseguridad y baja autoestima en el otro.Como es de esperar, esta situación absorbe nuestras energías, nos desgasta y nos anula. Así, normalmente cuando nos damos cuenta procuramos tomarnos un tiempo para “desintoxicarnos”, pero al volver se vuelven a agotar nuestras energías.

Yo te recomiendo que descargues de tu espalda los parásitos, camina sobre tus propios senderos. Si sientes que tienes personas cargadas en tu espalda, lo adecuado es que analices y reflexiones sobre los desequilibrios emocionales que te están provocando esas relaciones. Recuerda que el parásito emocional te transmite y te contagia de sus estados emocionales, por lo que es posible que te sientas cansado y mermado psicológicamente.

Así, lo importante es que recuperes todas aquellas necesidades propias que quedaron relegadas con el fin de atender las de tu parásito. Una vez que las tengas, hazlas prevalecer. Hacer esto no significa que dejes de querer a esa persona, sino que te proteges de ciertos aspectos para poder mantener tu equilibrio emocional.

No puedes sentirte incapaz o culpable por no poder satisfacer las necesidades de otro. Cada uno es responsable de su vida y los demás solo formamos parte de ella, pero no su totalidad. Recuerda aquello de que “cada palo aguante su vela” y no te impongas el rol de salvador o salvadora, pues nosotros solo somos responsables de nuestra felicidad.

Saludos.

Patricio Varsariah.