muere el 2017 y nace el 2018.
Publicado por Patricio Varsariah el sábado, diciembre 30, 2017

Como se dice que el día 31 de Diciembre muere un año y el 1 de Enero nace otro, creo que la vida y la muerte son un dharma, una enseñanza. Es sobre todo una enseñanza de aquello que nos daña, nos bloquea y separa de los demás: el aislamiento afectivo y la autosuficiencia emocional, la tenacidad de la soledad.
En verdad, las aficiones dejan secuelas, los litigios prolongados destruyen, el resentimiento y el rencor envenenan y el no cultivar los dones seca y desvitaliza. El miedo nos impide vivir, crecer y dar frutos. Es preciso ejercitar el coraje día a día y dar expresión a nuestra creatividad. Confiar en que el Universo nos acompaña y sostiene.
Observo el manifiesto paralelismo entre cómo vivimos y cómo morimos. Siendo así, ¿cómo queremos morir? Una vez más, se me revela el poder sanador de los rituales y la necesidad de hacer el duelo, mejor si podemos hacerlo de una manera creativa.
Es necesario tomar la muerte como consejera para vivir una vida plena, sin miedos, timidez ni titubeos. Nos exhorta a que cada uno de nuestros actos sea nuestra última batalla sobre la tierra, llenos de poder y presencia, para dar lo mejor de nosotros. La última batalla sobre la tierra Nadie se muere la víspera, a cada cual le llega su momento.
La vida nos atraviesa, se renueva y prosigue. ¿Cómo queremos vivir? Es bueno vivir con conciencia y presencia, con un corazón abierto al amor, con generosidad y entrega, dándole un sentido. Cuidarse, respetarse, tratarse amorosamente, con compasión. A veces nos mal tratamos. Necesitamos confianza en momentos de oscuridad e inspiración para el día a día. Voluntad para ver y darnos cuenta, para tener una percepción de la realidad inocente y experimentarla con frescura, y no desde el filtro deformante de nuestros condicionamientos y el de nuestros antepasados.
Somos personitas cada una con sus penitas.
No hay que olvidar de soltar, aligerar la mochila repleta de penas, condicionamientos y residuos de relaciones que se proyectan una y otra vez sobre la realidad. Es indispensable un trabajo interior para limpiar, vaciarse, soltar. El crisol de la vida se empeña en transformarnos, nos forja y pule con experiencias y acontecimientos sorpresivos. Nos zarandea, zambulle, sumerge, ahoga. Nos impele a crecer y evolucionar a través de adversidades y conflictos cuyo sentido no es otro que despojarnos de las corazas de nuestros egos y dejar expuesta nuestra esencia, sin esperanzas ni expectativas. Desnudos ante la vasta e inconmensurablemente realidad, ante la magnitud de algunos acontecimientos que nos dejan atónitos, sin aliento.
No hay que olvidar de soltar, aligerar la mochila repleta de penas, condicionamientos y residuos de relaciones que se proyectan una y otra vez sobre la realidad. Es indispensable un trabajo interior para limpiar, vaciarse, soltar. El crisol de la vida se empeña en transformarnos, nos forja y pule con experiencias y acontecimientos sorpresivos. Nos zarandea, zambulle, sumerge, ahoga. Nos impele a crecer y evolucionar a través de adversidades y conflictos cuyo sentido no es otro que despojarnos de las corazas de nuestros egos y dejar expuesta nuestra esencia, sin esperanzas ni expectativas. Desnudos ante la vasta e inconmensurablemente realidad, ante la magnitud de algunos acontecimientos que nos dejan atónitos, sin aliento.
Hay días soleados y días lluviosos.
Los hay de suave y refrescante brisa, y días de vendavales y borrasca. Como peces fuera del agua nos revolvemos. ¿Cómo osamos oponernos? Solo queda decir: hágase tu voluntad. Algo muere para que algo nuevo nazca. La vida se renueva y prosigue. Finalmente, volvemos a salir a flote y para ello nada mejor que rendirnos a lo que es, aceptar el destino de los seres que amamos, aunque nos parezca extraño e incomprensible.
Los hay de suave y refrescante brisa, y días de vendavales y borrasca. Como peces fuera del agua nos revolvemos. ¿Cómo osamos oponernos? Solo queda decir: hágase tu voluntad. Algo muere para que algo nuevo nazca. La vida se renueva y prosigue. Finalmente, volvemos a salir a flote y para ello nada mejor que rendirnos a lo que es, aceptar el destino de los seres que amamos, aunque nos parezca extraño e incomprensible.
Los momentos de sufrimiento nos invitan a sentir el dolor que otros seres humanos también están atravesando. Es una oportunidad para ejercitar nuestra capacidad de compasión hacia todos los que continuamos en este viaje. Abrazar el dolor del mundo con el corazón dolorido y abierto, y perdonarse lo que haya que perdonar. El sufrimiento es la resistencia interna hacia como son las cosas, decir no, rechazar lo que experimentamos. El sufrimiento se origina por un rechazo a lo que es, al flujo de la vida y los acontecimientos. Cuando nos rendimos, soltamos y decimos si la vida florece y da frutos. Esta entrada de hecho es la primera que hago en este nuevo blog, fruto de este proceso.
El antídoto, el remedio sanador para tanto dolor es el amor.
Despertar por la mañana dando gracias por la oportunidad que representa el nuevo día y con la intención, aún en estos momentos, de entregar la jornada y las decisiones a la voluntad divina, pedir percepciones inocentes para liberarnos de las proyecciones y mantener la paz interior con la práctica de la meditación, más áun en las tormentas y embates de la vida, anclados en cada respiración. Y desde la reconfortante y dulce presencia del aquí y ahora conectar con el manantial de amor que brota desde nuestro interior para dar lo mejor de nosotros mismos.
Despertar por la mañana dando gracias por la oportunidad que representa el nuevo día y con la intención, aún en estos momentos, de entregar la jornada y las decisiones a la voluntad divina, pedir percepciones inocentes para liberarnos de las proyecciones y mantener la paz interior con la práctica de la meditación, más áun en las tormentas y embates de la vida, anclados en cada respiración. Y desde la reconfortante y dulce presencia del aquí y ahora conectar con el manantial de amor que brota desde nuestro interior para dar lo mejor de nosotros mismos.
Cada día, y especialmente ante tales pruebas y advenimientos, hemos de cuidarnos, mimarnos, practicar la amistad incondicional con uno mismo, atrevernos a arriesgar. En palabras de Walt Whitman, poeta visionario: “No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase, nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar porque en sueños es libre el hombre”.
Pase lo que pase, nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar porque en sueños es libre el hombre”.
Patricio Varsariah.