Momentos en que nos sentimos tan...
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, octubre 3, 2016
Me he preguntado hoy si la angustia es un emisario de las circunstancias de la vida como la felicidad o el amor. Claro que no recibí respuesta, pero dentro de mí no pude evitar sentir que ese dolor que acompaña a las desgracias se guarda en el mismo bolsillo que la angustia, la tristeza y la desolación. Es desde el otro bolsillo de la vida, donde se esconden y en ocasiones se dispensan, la satisfacción y el gusto de vivir. Momentos en que nos sentimos tan, pero tan bien que hasta aceptamos nuestra realidad y nos conformamos con la idea de ser parte de la confusión y la complejidad de nuestra existencia.
Pienso así, porque en estos tiempos estoy merendando de los dos bolsillos, en uno la transición de un buen hombre que un día estaba lleno de vida y al otro se había convertido en un amasijo de ambigüedades. Sus signos vitales comenzaron a desandar los caminos de la vida, por mis problemas de salud. La vida me lo ha llevado por uno de esos callejones oscuros que parecen no tener fin.
El otro es de donde me alimento de la inocencia y la inagotable energía de un niño de siete años. Una vida nueva llena de preguntas y de fantasías a la que no le alcanza el tiempo para jugar, para hacer amigos y para querer y querer y con una sonrisa que es un halo de luz que acaricia y sus inquietudes me hacen sentir que esta vida lo vale todo, aunque el riesgo de vivirla sea más de lo puedo soportar.
Que es lo que me ayuda, bueno pensar y actuar : De lo que sepa retirar lo que duela, lo que sea malo, lo que infecte mi alma, quedarme con lo simple, con la verdad más pura, con el cielo más límpido, con la alegría que llega por momentos y me dibuja una sonrisa no forzada, retener la maravilla que es la creación, la dulzura que trae un nacimiento, atesorar los mejores momentos, para quizás poder sobrellevar los otros.
Debo amar, no importa la manera, no importa si quizás algo me duela pero debo amar, retribuir un favor, sin pedir que me agradezcan. Dejarme querer, por esas personas que me escriben para decirme que me quieren mucho. Eso me indica que voy dejando algo, que sin esforzarme he dado, y ahora recojo lo sembrado.
Extender mi mano hacia el que sufre física o espiritualmente, me sentirá tan bien que el alma se ensanchará plena de gozo.
Seguiré el camino sin claudicar hasta el final y cuando llegue el tiempo en que deba partir, cerrare los ojos y diré : he sido lo mejor que he podido, he hecho lo que creí acertado , luego quizás veré esa luz que me llama y sin esfuerzo ni temor llegare a mi lugar, al lugar de los que antes partieron, al lugar donde todos llegarán.
Tengo sabor a vida en la boca. Como si me hubiese almorzado la alegría de sentir que en este espacio que compartimos hay quienes al pensar en lo que hago, sonríen. Respiro profundo y me siento especial, porque intuyo que en un día como hoy no habrá bifurcaciones en el camino. Me dejo llevar por el entusiasmo y escribo este párrafo para recordarle a todos los que visitan este mío y vuestro lugar de sueños lo siguiente: ¡Cuanta falta hacen y qué fácil es quererlos! Al parecer nos ha tocado vivir un momento muy particular en la trayectoria de nuestro tiempo en el planeta. Las noticias pudiesen ser mejores pero me conformo con saber que hay manos que estrechar en las distancias y que existe un cofre secreto de sabiduría donde guardamos las palabras que alivian.
un beso.