Con el fin de entender bien este escrito, es necesario aclarar que consideramos los infiernos metafóricamente: me refiero a momentos duros de nuestras vidas o a periodos de tiempo en los que nos hemos sentido bloqueados ante la circunstancias. Cualquier laberinto, por enrollado y confuso que sea, guarda una salida. Es cierto que no es fácil hallarla a simple vista, pero tarde o temprano puede encontrarse con manifiesto de mi experiencia propia.

No olvidemos que  la mejor forma de vencer las dificultades es atacándolas con una magnífica sonrisa. Ningún infierno-metafóricamente- es agradable, pero hay infiernos que abrasan sin compasión con solo acercarse a ellos. Es complicado salir de ahí y recomponer la piel tras haber rozado sus brasas, pero se que es posible. Alguna vez he conseguido recuperarme de las heridas profundas que me habían ocasionado. Por esa razón ahora se bien que no dejare que cualquier demonio me conduzca al infierno y me queme. Es decir, he sufrido mucho y luchar contra el sufrimiento me ha hecho más fuertes. Así que ahora intento por sobre todo llevar la sonrisa de los valientes y no permitir que  me  hagan daño tan fácilmente.

Un infierno no es muy diferente: tiene puntos débiles a través de los cuales se puede escapar y respirar. Sin embargo, dar con esos puntos flacos requiere varias cosas de nuestra parte: un esfuerzo considerable por mantenernos en pie hasta conseguirlo y un autodescubrimiento profundo de lo que somos.

Para mi la deficnicion de dolor es una casa donde las sillas han olvidado cómo sostenernos, los espejos, cómo reflejarnos; las paredes, cómo contenernos. Cuando todo aquello que nos rodea y nos reconocía parece no reconocernos, es necesario luchar para no perder el rumbo. En el momento en el que nos hemos sumergido en un infierno es primordial no olvidar las motivaciones, los sueños, el aprendizaje, etc. Así, siempre encontraremos la fuerza para seguir buscando la salida.

La firmeza nos hace fuertes y es sinónimo de entereza, de constancia y de fuerza moral. Actua con esta cualidad quien en alguna circunstancia de su vida no se ha dejado dominar ni abatir por algo que quería debilitarle. De esta manera, tratar y dirigir el poder de nuestras emociones nos hace fuertes. Si no hubiera sufrido como he sufrido, no tendría profundidad como ser humano, ni humildad, ni compasión. El sufrimiento abre el caparazón del ego, pero llega un momento en que ya ha cumplido su propósito.

Se dice que “tras varios infiernos, no cualquier demonio quema” porque los infiernos buscan tambalear nuestro equilibrio anímico. Dado que se adquiere firmeza y fortaleza después de pasar por ellos, ya no es tan fácil que nos derriben o nos quemen. Quien llegue a mi vida con esa intención tendrá que esmerarse mucho más. He aprendido y, por tanto, no le va a resultar tan sencillo conseguirlo.

Hay que seguir luchando y  en la dificultad se aprende, porque la dificultad enseña. Pero, ¿qué exactamente? Se aprende sobre todo a entender que mientras oigamos latir el corazón hay que apostar por esa oportunidad que aún mantiene un hilo de unión con la vida. Se aprende a seguir sonriendo al pensar en lo bueno que se encuentra detrás de esa dificultad y se asimila que esa sonrisa es más fuerte que cualquier daño. Además, los infiernos nos descubren en recovecos en los que nunca antes nos habríamos imaginado y herramientas de superación con las que no contábamos. Nos enseñan a sobreponernos, a recoger el lado bueno del dolor, a no huir sin enfrentar el problema. En definitiva, los infiernos nos muestran la cara más oculta de nuestra personalidad: la supervivencia y la resistencia.

Un Saludo.