mi vida siempre fue latido
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, agosto 8, 2016

Hoy es Lunes y el sol ya amenaza por el horizonte. Dentro de nada atacará esta mi ventana. Sin piedad. La persiana llora. La cortina también. Ahora mismo están poniéndose protector solar. Están muy enfadadas. Dicen que sólo pienso en mí. Que me voy a trabajar y las dejo carbonizarse en silencio. Son unas tiranas emocionales. Lo hacen para que me sienta mal. Y luego seguro que disfrutan. Además el moreno les sienta bien.
Sin embargo estoy muy preocupado. No por ellas. Sino porque me hablan. Antes cuando yo era otro no me hablaban las persianas y por supuesto las cortinas me ignoraban. Sin embargo ahora no paran de cuchichear. Y no sólo ellas. Todo el mundo inanimado me dice cosas. Desde los semáforos hasta los bancos del paseo.
Yo hago como si no los oyera. Pero los oigo.
Y claro yo también tengo corazón. Y no soy inmune a las quejas de los bancos sobre la falta de higiene de algunas personas que se sientan sobre ellos amargándoles el día. Tampoco puedo obviar la tristeza de los semáforos cuando me explican su sentimiento de inutilidad porque muchísimas personas no les hacen caso. Y claro... todo eso va pesando. Y lo arrastro por los días como puedo. Pero hoy ha sido mucho más preocupante. Hoy me ha hablado la botella de agua fría.
Y con cara de malas pulgas se ha quejado de que no paro de manosearla a todas horas y que ya está harta de que la bese sin pedirle permiso. Eso me ha hecho recapacitar. Y he decidido después de hablar con mis zapatillas que la botella de agua fría tiene razón porque estoy abusando de ella sin hablarle de amor y por eso hoy mismo voy a comprarle un anillo de compromiso.
Que locura..
Aquí y hoy me siento bien a solas conmigo mismo no necesito nada más que tiempo y desmemoria que me cure de tanto tormento que existió y que todavía humea a veces pero hoy nada puede con mi razón ni con esta fortaleza de acero que desanima al mismo diablo hoy no tengo penas ni tristezas ni tan sólo sus fantasmas acechan por el campo de batalla porque los he decapitado con la frialdad del verdugo en la guillotina del olvido.
Me seducen los silencios helados que desprenden las estrellas cuando me evado galopando en ese fulgor misterioso que rapta mi ceguera preludiando una esperanza como si un relámpago de futuro iluminara toda la oscuridad y por unos hermosos instantes el cielo mágicamente tachonado se abriera para mostrarme el secreto de la eternidad.
Tener una herida inmortal desgarrándote los días es un privilegio del destino que te araña la vida para siempre te permite alquilar una ventana y mirar el vacío durante horas andar por las calles desiertas soñando en voz alta revivir el beso de aquel amor que ya no recuerda tu nombre escribir unos versos degollados sabiendo que no vivirán porque jamás serán leídos incluso sentir que la hemorragia es preciosa aunque te desangre y cuando la herida te va matando inexplicablemente sonríes descubriendo el reinado en ti de los sentimientos más bellos comprendes definitivamente que nunca te mandó la razón sino que fuiste muy afortunado porque tu vida siempre fue latido.
Al final siempre quedará el vacío no importa lo felices que fuimos tampoco si nos arrasaron las lágrimas atrás quedaron cuadernos escolares mil fiestas de dulces cumpleaños el amor devorándonos la inocencia años en flor, años de invierno caricias que ni tan solo nacieron caricias que brillaron más que el sol nuestros genes mezclados y legados los primeros relámpagos inesperados las tormentas que nos inundaron aquellos que estaban y se fueron aquellos que vinieron y nos despedirán amigos engullidos por la nada la íntima soledad como fiel compañera la herida inesperada que no se cierra el desgarro como horizonte aceptado la memoria esculpida en el corazón latiendo tiempos y espacios fallecidos ecos y fantasmas en fugaz visita en nuestra noche de cuna desamparada el cuerpo acusado y condenado en el juicio que jamás se gana la última luz cegando el último suspiro y nuestro recuerdo deshilachándose barrido por el viento del olvido.