mi hermana María
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, junio 20, 2016

Hay gente con la que la vida se ensaña, gente que no tiene una mala racha sino una continua sucesión de tormentas. Casi siempre, esa gente se vuelve lacrimosa. Cuando alguien la encuentra se pone a contarle su desgracias hasta que otra de sus desgracias acaba siendo que nadie quiere encontrársela.
Esto último no le pasó nunca a mi hermana María, porque a ella la vida la cercó varias veces con su arbitrariedad y sus infortunios, pero mi tía jamás abrumó a nadie con la historia de sus pesares. Dicen que fueron muchos, pero nadie sabe siquiera cuántos, y menos las causas, porque ella se encargó de borrarlos cada mañana del recuerdo ajeno.
Es una mujer de brazos fuertes y expresión juguetona, tiene una risa suave y contagiosa que sabe soltar siempre en el momento adecuado. En cambio, nadie la vio, jamás, llorar.
A veces le dolían el aire y la tierra que pisaba, el sol de amanecer, la cuenca de los ojos. Le dolía como un vértigo el recuerdo y como la peor amenaza el futuro. Un tiempo despertaba a media noche con la certidumbre de que se partiría en dos, segura de que dolor se la comería de golpe. Pero apenas había luz para todos, ella se levantaba, se ponía la risa, se acomodaba el brillo en las pestañas y salía a convivir con los demás como si los pesares la hicieran flotar.
Nadie se atreve nunca a compadecerle. Es tan extravagante su fortaleza, que la gente y la familia. la busca para pedirle ayuda. ¿Cuál es su secreto? ¿Quién ampara sus aflicciones? ¿De dónde saca el talento que la mantiene erguida frente a las peores desgracias?
Un día me contó su secreto cuando le comente que me habían diagnosticado cáncer, noticia y pena que parecía no tener remedio y me digo:
“Hay muchas manera de dividir a los seres humanos”. “Yo los divido entre los que se arrugan para arriba y los que se arrugan para abajo. Y quiero pertenecer a los primeros. Quiero que mi cara de vieja no sea triste, quiero tener las arrugas de la risa y llevármelas conmigo al otro mundo. Quién sabe lo que habrá que enfrentar allá.”
Aprendí que está en nosotros y cada uno cambiar la realidad que no nos gusta, porque esta no existe en el afuera sino en la medida que nosotros mismos permitimos que exista, que la vida no es amenazante sino una danza perfecta en donde cada uno tiene su lugar y razón de ser.
Aprendí muchas cosas más que me son imposibles de enumerar aquí, y aprendí que aún tengo mucho por aprender. Y por sobre todo aprendí que no podemos arrancar una flor sin perturbar una estrella.