Rosa amarilla de mi jardin


En esos días que se cargan de recuerdos más de lo habitual, que se llenan de nostalgia, la añoranza se apodera de mi para decirme una vez más que ya alguien que ha sido parte fundamental en mi vida, ya no está como solía hacerlo… y sí, el corazón se me arruga, me duele, quizás con menos intensidad, como si el tiempo fuese diciéndonos a medida que pasa que sí puedo vivir sin esa persona, que no hace falta verla o escucharla para saber que sigue justo allí, habitando en mi corazón.

Experimentar la pérdida física de alguien que queremos es una de las cosas más fuertes que nos puede pasar, todos sabemos que la vida es este baile y que dura lo que dure nuestra canción, pero cómo cuesta asimilar la idea de no poder abrazar a quien se ha amado, cómo duele no poder ver la cara de felicidad que tendrían por cosas que nos ocurren y sabemos que disfrutarían intensamente.

Asimilar la ausencia, aprender a estar, experimentar el vacío que deja alguien que amamos, solo es posible a través del amor y la fe… El amor que nos mantiene unidos durante la eternidad, donde no existen las barreras físicas, donde somos atemporales, donde la muerte no nos alcanza… Y la fe, la creencia de que desde algún sitio, nuestros seres queridos o bien todas las personas que dejan querencias en este plano tienen la capacidad de hacerse sentir.

Particularmente pienso que mi madre, nunca me ha dejado, creo que están en su camino de evolución, de crecimiento, pero que eventualmente tienen la posibilidad de darse un paseo solo para rozar mi corazón y recordarme su particular nueva forma de amar, de hacerme sentir que sonríen con mi alegría, que de alguna forma me apoyan en mis tristezas… Siento que aunque no pueda abrazarme, me sostienen, que me cuidan de una forma inexplicable.

Ciertamente hay días en los cuales lo único que me reconfortaría serían esas palabras que solo esa persona podrían pronunciar, ese cálido abrazo que me cobijaba y me recordaba lo protegido que estaba, esos besos que evaporaban mis lágrimas y hacían brotar de mí una sonrisa… en esos días me esfuerzo por recordar las palabras, recordar la vos, recordar lo que sentía en cada momento que hoy atesoro, para no olvidar nada, para poder acudir a mis recuerdos cada vez que mi corazón necesite consuelo.

Pero otros días, más sereno, más en armonía, me doy cuenta que la separación física es algo natural, es ley de vida, pero la separación de almas no se da entre aquellas que se aman… Me doy cuenta que mi corazón está en constante contacto con mi madre, esté donde esté… Y así sencillamente sé que mi ser amado que se han ido antes que yo, no me han dejado, están conmigo… es eterna.

Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando.

Patricio Varsariah.