Cuantas veces siento que voy a la deriva, donde nada ni nadie puede gobernar lo que siente mi corazón.

Mientras sigo luchando en mi propio temporal interior,la barca de mi vida a ido perdiendo fragmentos que la mantenían en un rumbo sin sentido, pero que la permitía avanzar, en esta travesía en que pocas veces, se encuentra la estabilidad, la paz y la felicidad.

En ese vendaval de emociones que son desparramadas sin control, que no pueden ser dirigidas a ningún puerto seguro, por que el destino así lo ha querido, como un tremendo castigo, donde la impotencia, la humillación,el miedo al despertar por la mañana, han generado que una sea un insignificante punto en el horizonte,que trata de mantenerse a flote y no zozobrar en este mar de la intranquilidad, donde todo aquello que se busca no se puede encontrar o sencillamente no hay rincón donde poder atracar y descansar.

Los años han ido pasando y ya no hay timón, ni velas,ni ambición, todo sigue la corriente que oculta a la mirada dirige la embarcación por un mar sin fin, donde no hay ruta hacia donde llegar, donde los faros no iluminan el camino que nos conduce hacia el interior.

Pero en mitad de esa galerna que por momentos y sin esperar se genera sin más, un día el sol brillo y tras esos rayos que dieron cierto calor, hizo su aparición la esbelta figura de una bella diosa, que con dulces palabras, quebró la dura coraza que había en mi corazón. Solo en ese instante efímero, mi alma encontró esa luz que la guiaba a la serenidad y junto entonces descubrí que todo podía detenerse, que tu eras mi faro, que en tus manos fuertes estaba el timón que gobernaba, mi vida, sin embargo en la ruta surgieron escollos ocultos a las miradas, que hicieron naufragar mis sueños y esperanzas.

Ahora en esta lejana oscuridad, mi alma navega sin más a la espera que por fin un temporal la haga astillas y por fin pueda descansar en la profundidad de ese mar que un día, le enseño su tesoro más hermoso, el cariño de una bella diosa.