Lo digo como quien afirma una elemental condición del ser humano, lo digo con la tristeza y el miedo a las espaldas, lo digo con la incertidumbre del que sabe que aún no han sido derrotados las causas de la enfermedad, la insatisfacción y el hastío, lo digo con la madurez del que no ignora que el fracaso, la frustración y la amargura le tocarán la puerta todavía como insepultos guerreros de un tiempo sepultado. A mí no se me ha muerto la esperanza, ni una sola de las tantas veces en que he luchado hasta el final para vencer al cancer esa maligna célula que me deshace.
No se me ha muerto la esperanza, por que la la esperanza soy yo, porque que también tropiezo, asumo errores, rectifico, y para limpiarme los pulmones respiro hondo y sigo hacia adelante porque sé, que en este mundo poco a poco más limpio, hay que tener corazón para el desgarramiento inevitable y corazón roturado para la siembra de confianza y alegría, porque la muerte no es mi vocación, porque no acepto más voluntad que mi terca voluntad de alzar junto a otras manos, la salud fecunda, todopoderosa, irrenunciable que nos da el amor.
No me quejo por lo que he perdido, lucho por lo que me queda, no me quejo por el sufrimiento, lucho por mi felicidad por que con las cosas que a uno le suceden, vamos aprendiendo que nada es imposible de solucionar, solo hay que seguir adelante, dando gracias a Dios por que aun tenemos.