Los pequeños placeres de la vida: una reflexión necesaria
Publicado por Patricio Varsariah el miércoles, septiembre 17, 2025

En un mundo dominado por la prisa, las obligaciones y las responsabilidades, a menudo olvidamos detenernos a valorar aquello que, aunque sencillo, tiene la capacidad de darnos paz y alegría. Cuando los grandes motivos para sentirnos seguros o felices parecen escasear, redescubrir los pequeños placeres del día a día se convierte en un acto de resistencia y de cuidado personal.
Los pequeños placeres no son evasiones de la realidad, sino recordatorios de lo que hace que la vida tenga sentido. Leer un buen libro, disfrutar de una caminata, compartir una charla con amigos o contemplar la naturaleza son experiencias cotidianas que, aunque parecen insignificantes, contribuyen de manera decisiva a nuestro bienestar emocional. Practicar la atención plena en estos momentos nos permite vivirlos en toda su intensidad y fortalecer nuestro ánimo frente a los retos de la vida.
Los niños viven inmersos en el presente: cada instante es su mundo entero. Esa forma de percibir la vida nos invita a recuperar la capacidad de asombro y de disfrute. Por otra parte, quienes han alcanzado edades avanzadas suelen coincidir en que lo verdaderamente importante son las relaciones humanas, el propósito vital y la moderación en los hábitos. Tanto la niñez como la vejez, desde perspectivas distintas, nos recuerdan que el secreto de la felicidad está en lo esencial. La sabiduría de la infancia y la longevidad
La naturaleza ofrece una fuente inagotable de pequeños placeres: el aire fresco, el canto de los pájaros, la luz del sol, el aroma de las flores o la frescura del agua. Estos elementos, accesibles y gratuitos, nos conectan con la vida en su estado más puro. Del mismo modo, los gestos de afecto —un abrazo, una mirada, un reconocimiento— nos reconfortan y nos recuerdan nuestro valor. Reconocer y agradecer estas experiencias fortalece lazos y alimenta nuestra autoestima. Es la naturaleza y los gestos de cariño
El ejercicio de la gratitud se refleja en reflexionar al final del día sobre qué hemos disfrutado nos ayuda a descubrir que los pequeños placeres son más numerosos de lo que imaginamos: preparar una buena comida, ayudar a alguien, recibir una palabra amable o compartir un momento de risa. Este hábito cultiva gratitud, disuelve creencias negativas y nos revela que la vida merece ser vivida con plenitud.
Conclusión. Los pequeños placeres no son secundarios ni accesorios: son la base sobre la que se construye la felicidad auténtica. Disfrutarlos implica reconectarnos con nuestro ser interior y con el presente, alejándonos de la vida automática y apresurada. No hay atajos hacia la felicidad; como una escalera, se asciende paso a paso, generando bienestar con cada instante que aprendemos a valorar. En definitiva, apreciar lo simple nos recuerda que la vida no es un valle de lágrimas, sino un espacio lleno de abundancia y belleza.
Si este escrito te aportó consuelo o reflexión, sigue adelante, lo escrito queda, pero la vida continúa escribiéndose en ti.
Patricio Varsariah.