Como la mayoría, crecimos creyendo lo que nos decian, confiabamos en los medios y en las historias: trabaja duro y triunfarás, sigue las reglas y estarás a salvo, compra más y serás feliz. Pero cuanto yo más crecía, más me daba cuenta: nada de eso era cierto. Lo que nos vendieron no fueron verdades, sino mentiras envueltas en un envoltorio brillante. 

¿Y los sueños que nos ofrecían? Nunca fueron nuestros; fueron fabricados para mantenernos dando vueltas en círculos. Nos criaron con mentiras tan pulidas que parecían verdades. 

Desde los libros de texto escolares hasta los discursos políticos, desde la publicidad hasta los eslóganes en el trabajo, nos contaron historias que moldearon nuestra forma de pensar y de vivir. 

Estas mentiras no eran inofensivas; eran planes diseñados para mantenernos obedientes y predecibles. Y cuanto más las creíamos, más atrapados nos sentíamos. 

1. La mentira del crecimiento infinito: Nos dicen que las economías deben crecer eternamente. Pero los recursos de la Tierra son finitos. El crecimiento continuo no es prosperidad, sino destrucción disfrazada de progreso. No es rico quien tiene mucho, sino quien da mucho. 

2. La mentira de la libertad: La democracia se vende como un sistema que empodera al pueblo. Sin embargo, la mayoría de las opciones se reducen a dos preseleccionadas, respaldadas por las mismas corporaciones. A los oprimidos se les permite, cada cierto tiempo, decidir qué representantes de la clase opresora los representarán. 

3. La mentira del éxito: Estudia mucho, obtén un título, encuentra un trabajo y la vida te recompensará. Pero el sistema se nutre de la deuda, el subempleo y una economía donde el verdadero éxito está reservado para una pequeña élite. El miedo siempre ha sido su arma más poderosa. Se esconde en cada titular, en cada política, en cada advertencia que recibimos. El miedo nos mantiene a raya: miedo a perder el trabajo, miedo a salirnos del guion, miedo a alzar la voz contra el sistema. Una sociedad atemorizada no necesita cadenas; las construye ella misma. Y así es exactamente como mantienen el control. 

4. Miedo a la escasez: Nos hacen creer que no hay suficiente —ni dinero, ni empleos, ni recursos— cuando, en realidad, el problema es el acaparamiento y la desigualdad, no la escasez. El mundo tiene suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de todos». – Mahatma Gandhi 

5. Miedo a cuestionar: La disidencia se considera peligrosa. Desde las aulas hasta las oficinas, quienes cuestionan la autoridad son castigados, silenciados o marginados. El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión del conocimiento. 

6. Miedo a la inseguridad: Ya sea terrorismo, pandemias o colapso económico, el miedo se usa como una correa. Cuanto más miedo tienen las personas, más fácil es controlarlas. Los sueños que nos vendieron. Se suponía que los sueños eran nuestros: personales, salvajes y libres. Pero los sueños que perseguimos hoy no nacen dentro de nosotros; nos los inyectan. La carrera perfecta, el estilo de vida lujoso, el consumo sin fin: ninguno de estos son deseos naturales. Son ilusiones fabricadas, diseñadas para mantenernos corriendo como hámsteres en una rueda. Perseguimos, gastamos, nos sacrificamos, y al final, nos damos cuenta de que el sueño nunca fue real.

 7. El sueño del consumismo: La felicidad proviene de comprar más, poseer más, ostentar más. Sin embargo, más allá del placer momentáneo, el consumo a menudo nos deja con un vacío existencial. La publicidad es el arte de convencer a la gente de que gaste dinero que no tiene en algo que no necesita. 

8. El sueño del estatus social: La “vida perfecta” que se vende en las redes sociales —lujo, belleza, vacaciones y riqueza— está cuidadosamente fabricada para mantenernos persiguiendo ilusiones. 

9. El sueño de la jubilación: Trabajar como un esclavo durante 40 años, y solo entonces se puede “disfrutar de la vida”. Pero para cuando la mayoría llega a esa edad, la salud, la energía y la libertad ya se han perdido. Los hombres no dejan de jugar porque envejecen; envejecen porque dejan de jugar. Debemos preguntarnos: 

¿Quién se beneficia de estas mentiras, miedos y sueños? La respuesta es casi siempre la misma: quienes ya ostentan el poder. El reto de nuestra generación no es consumir más, sino ver con claridad. Rechazar las falsas promesas. Sustituir el miedo por la consciencia. Elegir sueños que nacen dentro de nosotros, no sueños que nos venden. 

Solo cuando dejamos de perseguir lo que nos vendieron, comenzamos a crear lo que realmente somos.
La verdadera libertad no se compra ni se vota: se conquista dentro.

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con uno mismo.

Gracias por leer.

Patricio Varsariah.